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Amitabha Stupa and Peace Park Tours and Tickets
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Visión general
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¡Hola, viajeros! Hoy les llevo a un rincón de paz que se siente con el alma.
Al adentrarse en el Parque de la Paz y la Estupa Amitabha, lo primero que envuelve es un silencio profundo, solo roto por el susurro constante del viento entre los pinos piñoneros y los enebros, un sonido que acaricia los oídos como una melodía ancestral. Cada paso sobre la grava suelta del sendero principal resuena con un crujido suave y rítmico, guiando la marcha lenta y deliberada. El aire, fresco y limpio, trae consigo el aroma terroso y seco del desierto, matizado por la fragancia resinosa y cálida de la vegetación circundante, a veces con un eco fugaz de incienso que insinúa una ofrenda reciente.
Al acercarse a la estupa, la textura cambia: la superficie de las piedras que la componen se percibe lisa y fresca al tacto, un contraste con la rugosidad de las rocas y la corteza de los árboles cercanos. El sol, cálido sobre la piel expuesta, cede el paso a la frescura de las sombras que ofrecen los árboles maduros. Las campanillas de viento tintinean suavemente con cada brisa, un coro delicado que añade una capa etérea a la quietud general. Es un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, invitando a una respiración profunda y a un ritmo interno de serena contemplación.
Si buscan un refugio para los sentidos, este es su lugar. ¡Hasta la próxima aventura!
El parque ofrece caminos mayormente pavimentados o de grava compacta, adecuados para la mayoría de las sillas de ruedas. Aunque hay algunas pendientes suaves, los senderos son generalmente amplios, permitiendo un tránsito cómodo. No se encuentran umbrales significativos y la afluencia de visitantes suele ser moderada, facilitando el desplazamiento. El personal es conocido por su disposición a asistir, contribuyendo a una experiencia accesible y serena para todos.
¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un rincón de serenidad en Sedona que guarda secretos susurrados por el viento.
En el Amitabha Stupa y Peace Park, la primera impresión es de una blancura imponente contra el telón de fondo rojizo, pero los que regresan, los que conocen su pulso, buscan más allá de la postal. Al amanecer, antes de que el sol despierte por completo las rocas, el silencio aquí no es solo la ausencia de ruido, sino una presencia palpable que se ancla en el pecho. Pocos saben del pequeño sendero que serpentea por detrás de la estatua de Tara, donde un banco de piedra casi oculto ofrece una perspectiva distinta, un rincón donde la energía parece condensarse, más íntima, más antigua. No es solo un lugar para la meditación formal; es donde la mente se despeja de forma espontánea, despojándose de lo superfluo. A menudo, un ciervo curioso se aventura cerca, como si también buscara esa quietud, bebiendo la calma del aire. Al atardecer, cuando el cielo se tiñe de violeta y naranja, el estupa no solo refleja la luz, sino que parece absorberla, irradiando una paz profunda que se instala en el alma, una sensación de arraigo que solo se encuentra en la quietud compartida con la tierra. Es un lugar para soltar, no solo para visitar.
¡Hasta la próxima aventura!
Inicia tu visita en la Estupa Amitabha principal, girando las ruedas de oración; prioriza este punto. Omite los senderos periféricos menos marcados para optimizar tu tiempo. Reserva la contemplación en el Jardín de la Paz para el final, absorbiendo la energía del lugar. Lleva agua y respeta el silencio; la serenidad es tangible.
Visita temprano por la mañana o al atardecer para evitar multitudes y disfrutar de la serenidad. Dedica 30-60 minutos a la contemplación; mantén silencio y no lleves mascotas al recinto. No hay baños ni cafés en el parque; planifica tus necesidades en West Sedona.


