¿Listx para sentir Río de Janeiro de una forma diferente? Hoy te llevo a recorrer el Aterro do Flamengo, ese pulmón verde que abraza la Bahía de Guanabara. No vamos a "ver" el parque, vamos a sentirlo con cada poro de la piel.
Imagina que llegas cerca de la estación de metro Glória, justo donde el bullicio de la ciudad empieza a ceder. Das los primeros pasos y sientes cómo el espacio se abre frente a ti. El aire cambia, se vuelve más fresco, y el olor a salitre, a mar, empieza a mezclarse con el aroma de la vegetación. Escuchas el murmullo lejano del tráfico, pero poco a poco, lo que predomina es el suave silbido del viento y el canto de los pájaros. Estás en el Aterro, y el primer abrazo que te da es de amplitud y libertad.
A medida que avanzas por el sendero principal, te acercas al Monumento aos Pracinhas, un sitio que te invita a la reflexión. Sientes una solemnidad en el ambiente. Si el viento es fuerte, escucharás el batir de las banderas, un sonido que te conecta con la historia y el respeto. La brisa marina se hace más constante, te envuelve, y puedes sentir cómo la energía de este lugar, lleno de memoria, te atraviesa. Es un momento para detenerse, respirar hondo y sentir la presencia de la bahía a tu derecha, vasta y poderosa.
Sigues caminando y el paisaje sonoro se transforma. Empiezas a escuchar risas, el crujido de las ruedas de las bicicletas sobre el asfalto, el bote de una pelota. Has llegado a la altura de la Praia do Flamengo, aunque no sea una playa para bañarse (¡ojo con eso, no te lances al agua aquí, no es segura!). Aquí la energía es diferente: sientes la vibración de la gente haciendo ejercicio, corriendo, patinando. Si extiendes la mano, podrías casi tocar el aire vibrante de la actividad. Es el lugar perfecto para sentir el pulso activo de los cariocas. Si te apetece un paseo en bici, hay puntos de alquiler por aquí; es una forma fantástica de sentir la brisa y cubrir más terreno.
Continúa tu recorrido hacia el sur y pasarás cerca del Museo de Arte Moderno (MAM). Aunque no entremos, la arquitectura es imponente y puedes sentir la frescura de sus muros de hormigón. Pero el parque te llama más. Busca un rincón bajo la sombra de un árbol grande, de esos que huelen a tierra húmeda y a hojas recién caídas. Siente cómo el calor del sol se suaviza y el sonido de la ciudad se disipa aún más. Es un buen momento para un pequeño descanso, para hidratarte y simplemente *ser* parte del parque, sintiendo la textura de la hierba bajo tus pies si te atreves a descalzarte un momento.
Finalmente, el camino te lleva hacia la Praia de Botafogo. Aquí, el sonido del agua lamiendo la orilla se hace más nítido, y el viento te trae el eco de las embarcaciones en la bahía. Este es el punto que quise guardar para el final. Siente la inmensidad del espacio frente a ti, aunque no puedas ver el Pão de Açúcar, la sensación de apertura y la brisa constante te dicen que estás en un lugar privilegiado, con la bahía expandiéndose ante ti. Es el cierre perfecto para sentir la grandeza de Río, sin las aglomeraciones de otras playas.
Un par de consejos sinceros: Lleva siempre una botella de agua, el sol de Río puede ser traicionero. Y aunque el Aterro es generalmente seguro, como en cualquier ciudad grande, mantente alerta y evita las zonas muy apartadas si vas solo, especialmente al atardecer. Lo que definitivamente te recomiendo *saltarte* es la idea de nadar en las playas de Flamengo o Botafogo; no están aptas para el baño. El mejor momento para sentir el Aterro es por la mañana temprano, cuando el sol no aprieta y el parque empieza a despertar, o al final de la tarde, cuando la brisa es más fresca y el ambiente se relaja.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets