¡Hola, aventurero! Si me preguntas cómo guiaría a un amigo por el Museum of Arts and Design (MAD) en Nueva York, te diría que no es solo un museo, es una experiencia para sentir. Prepárate, porque vamos a explorarlo con todos los sentidos.
Imagina que llegamos a Columbus Circle. Puedes sentir la brisa que viene del Central Park y el pulso vibrante de la ciudad, un murmullo constante que te envuelve. El edificio del MAD, con su fachada de cristal, se alza justo enfrente. Al cruzar la puerta, el ruido de la calle se atenúa, y el aire se siente diferente, más tranquilo, quizás con un sutil aroma a limpieza y a los materiales que se exponen. Lo primero que haremos es ir directamente a los ascensores. Siente cómo se abren las puertas, escucha el suave zumbido mientras subimos, piso tras piso. Esta ascensión es como un preámbulo, dejando atrás el ajetreo para sumergirnos en la calma creativa. Vamos a ir directamente a las plantas superiores donde suelen estar las exposiciones más impactantes.
Una vez que el ascensor se detiene y las puertas se abren en uno de los pisos de exhibición más altos (digamos el séptimo u octavo, donde a menudo hay muestras de gran formato), sentirás un cambio en el espacio. Las galerías suelen ser amplias, permitiendo que el sonido de tus pasos resuene suavemente. Aquí, la clave es imaginar las texturas. Si hay esculturas de cerámica, puedes casi sentir la rugosidad de la arcilla o la suavidad del esmalte. Si son piezas de vidrio, piensa en su fragilidad, en cómo la luz las atraviesa creando diferentes temperaturas en el aire circundante. A veces, hay obras textiles, y puedes casi percibir la suavidad del hilo o la complejidad de un tejido. Concéntrate en la quietud del ambiente, que te permite "escuchar" la historia de cada pieza a través de su forma y materialidad.
A medida que bajamos por los pisos, el museo a menudo revela sus estudios y talleres abiertos. Aquí es donde el sonido cobra vida. Puedes escuchar el suave zumbido de una máquina de coser, el clic de unas tijeras, o quizás el tintineo metálico de herramientas de joyero. Es el sonido de la creación, la concentración. Siente la energía del lugar; no estás solo viendo arte, estás sintiendo el proceso. Algunas salas son más íntimas, otras más abiertas, y puedes percibir cómo el espacio cambia la forma en que el sonido se propaga, cómo el aire fluye. Si te acercas a una vitrina con joyas, intenta imaginar el frío del metal contra la piel o la intrincada labor de engarzar una piedra. Es un viaje de la mente a través de las manos del artesano.
En cuanto a lo práctico, si te sientes cansado o el tiempo apremia, puedes permitirte saltar alguna exhibición que sea predominantemente textual y no tenga mucha profundidad sensorial. Los baños están en varios pisos, bien señalizados, y el museo es completamente accesible. Si necesitas un descanso, hay bancos dispersos en algunas galerías. Mi consejo es que no te apresures; este no es un museo para correr, sino para saborear cada material, cada técnica. Y un pequeño truco: siempre lleva contigo una botella de agua, porque explorar con todos los sentidos puede ser agotador.
Y ahora, lo mejor para el final: la joya de la corona, el restaurante Robert en el noveno piso. Cuando el ascensor te deje allí, sentirás un cambio inmediato en el ambiente. El espacio es más abierto, más luminoso. Puedes sentir la luz que entra por los ventanales, cálida en tu piel. Escucha el suave murmullo de las conversaciones, el tintineo de los cubiertos, el aroma sutil de la comida que flota en el aire. Aunque no puedas ver el espectáculo, puedes sentir la inmensidad de Columbus Circle y Central Park extendiéndose más allá de los cristales. Es una sensación de amplitud y ligereza, como si estuvieras flotando sobre la ciudad. Te recomiendo que te tomes un momento, pidas algo de beber o un aperitivo, y simplemente te dejes envolver por el ambiente, por la sensación de estar en lo alto, con el pulso de Nueva York a tus pies.
Al salir del museo, aún con la sensación de las texturas imaginadas y los sonidos de la creación resonando, pasarás por la tienda de regalos en la planta baja. Aquí, si tienes tiempo, tómate un momento para tocar. Puedes sentir la calidad de los objetos de diseño, la suavidad de un pañuelo, la solidez de una pieza de madera tallada. Es el cierre perfecto para un viaje sensorial, llevando un pedacito de la creatividad del MAD contigo. Y recuerda, no hay una forma "correcta" de experimentar el arte; solo tu forma, con todos tus sentidos abiertos.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa de la Ruta