Imagina que llegas a una plaza inmensa, abierta, donde el aire se siente diferente. No hay murallas que te encierren, solo un espacio que respira. Estás en la Odeonsplatz, y frente a ti, aunque no lo veas, se alza la Feldherrnhalle. Sientes la brisa suave, el eco distante de los coches que pasan y, de repente, una sensación de grandeza. Es como si el aire mismo se volviera más denso, cargado de historia. Da un par de pasos hacia adelante, y notarás cómo el suelo cambia bajo tus pies, de adoquines a una superficie más lisa, más pulida. Es el primer indicio de que estás entrando en un espacio monumental.
Ahora, vamos a adentrarnos. Da unos pasos más y sentirás la temperatura bajar ligeramente; es el efecto de la sombra que proyecta esta imponente logia. Escucha con atención: el murmullo de la ciudad se amortigua un poco, reemplazado por el eco de tus propios pasos sobre la piedra fría. Levanta la mano y casi podrías tocar la base de las columnas, lisas y macizas. Dentro de este espacio abierto pero cubierto, a tu izquierda y a tu derecha, se alzan dos figuras gigantescas, estatuas de líderes militares bávaros que parecen custodiar el lugar. No son solo piedra; son la presencia silenciosa de un pasado que aún resuena.
A tu izquierda, y luego a tu derecha, mientras avanzas un poco más, sentirás la presencia de algo imponente, bajo y ancho. Son los leones, figuras de bronce que guardan la entrada, con una postura poderosa, casi puedes escuchar un gruñido silencioso si te concentras. Si pudieras tocarlos, sentirías el metal frío y liso, la tensión de sus músculos esculpidos. Este rincón de la Feldherrnhalle, justo donde están los leones, ha sido testigo de momentos clave en la historia de Múnich, y la atmósfera aquí es densa, casi palpable. Para sentirlo con menos distracciones, lo mejor es venir a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando la plaza está más tranquila y el sol proyecta sombras largas y dramáticas.
Ahora, gira sobre tus talones y siente el espacio abrirse de nuevo. Desde aquí, desde el corazón de la Feldherrnhalle, el sonido de la Odeonsplatz vuelve a ti, pero con una perspectiva diferente, enmarcada por los arcos. Puedes sentir el sol en tu cara si es de día, y el ir y venir de la gente, un pulso constante de vida. Justo enfrente, al otro lado de la plaza, el aire es más abierto y sientes la presencia de una iglesia con cúpulas imponentes: la Theatinerkirche, de un color amarillo vibrante. Y si te diriges hacia la izquierda al salir, a solo unos pasos, el aire se vuelve más fresco y sientes el aroma a verde: es la entrada al Hofgarten, un jardín precioso que te invita a perderte en sus senderos.
Así que, ¿cómo te guiaría yo? Empezaría justo donde te he dejado: en el centro de la Odeonsplatz, frente a la Feldherrnhalle, para que sientas la inmensidad del lugar antes de entrar. Luego, te llevaría bajo sus arcos para que experimentes la majestuosidad de las estatuas y la presencia de los leones. No hay mucho que "saltarse" aquí, es un espacio compacto y cada detalle contribuye a la experiencia. Guardaría para el final la vista desde dentro hacia la plaza y la conexión con la Theatinerkirche y el Hofgarten, porque es el punto donde la historia se abre al presente de la ciudad. Es un recorrido corto, pero lleno de sensaciones. Lleva calzado cómodo, aunque sea una visita breve, siempre ayuda.
Olya desde las callejuelas.