Amigo, me preguntaste qué se siente ir a Alcatraz, qué haces allí. Pues mira, no es solo "ver" cosas. Es una experiencia que te entra por los poros. Imagina el viento salado golpeándote la cara en la bahía de San Francisco. Escuchas las gaviotas, el suave chapoteo del agua contra el casco del ferry. Sientes el balanceo ligero bajo tus pies mientras la silueta de la ciudad se encoge detrás de ti y, poco a poco, una isla rocosa y solitaria se hace más grande, imponente, frente a tus ojos. El aire se vuelve más frío, más denso, cargado de una historia que aún no puedes tocar, pero ya la sientes en el ambiente.
Al pisar el muelle de la isla, el sonido del ferry se desvanece y un silencio diferente te envuelve. Es un silencio con ecos. Caminas por una pendiente suave, sintiendo la grava bajo tus zapatos, el viento silbando ligeramente en tus oídos. El olor a humedad y a sal se mezcla con un aroma terroso. Cada paso te lleva más alto, y la vista de la bahía se abre detrás de ti, un contraste brutal entre la libertad del horizonte y el destino de este lugar.
Entras en el bloque de celdas principal. El aire aquí es más frío, más pesado. La luz natural lucha por entrar por las ventanas enrejadas. Al ponerte los auriculares para el tour de audio, las voces te susurran directamente en el oído: guardias, prisioneros, relatos de la vida aquí. Te sientes transportado. Escuchas el chirrido metálico de las puertas, el eco de pasos en los pasillos de cemento. Puedes casi sentir el frío del acero de las celdas y la desesperación que impregnó cada rincón.
Imagina entrar en una celda. No hay espacio para dar más de dos pasos. Si estiras los brazos, casi tocas las paredes de cada lado. El olor es a metal viejo y a encierro. Puedes cerrar los ojos y casi sentir la textura áspera de la manta en el catre, el frío del inodoro de metal. El sonido de tu propia respiración se magnifica. Piensa en el silencio que debía haber aquí, un silencio roto solo por el lejano sonido de las olas o el llanto de una gaviota desde fuera, un recordatorio cruel de la libertad perdida.
Luego, te llevan a las celdas de aislamiento, "El Agujero". Aquí, la oscuridad es casi total, un frío que cala los huesos. El aire es denso, pesado, como si el tiempo se hubiera detenido. Sientes la opresión, la ausencia de luz, de sonido. Es un recordatorio palpable de la desesperación. Después de eso, salir al patio de ejercicios es un alivio. El sol en tu cara, el viento en tu pelo, el sonido de las olas rompiendo. Y esa vista: el Golden Gate, la ciudad de San Francisco, tan cerca, tan inalcanzable para los que una vez estuvieron aquí.
Ahora, si vas a ir, escucha: tienes que reservar los billetes con meses de antelación. No estoy exagerando, ¡meses! Especialmente si es temporada alta. Es el consejo número uno. El tour completo te llevará unas 2-3 horas una vez que llegues a la isla, así que planifica tu día. Los billetes se agotan rapidísimo.
Y algo importante: el clima en la bahía de San Francisco es impredecible. Ponte capas de ropa. Aunque haga sol en la ciudad, en la isla puede hacer mucho viento y frío. Lleva un chubasquero o una chaqueta cortavientos. No hay comida ni bebida a la venta en la isla (solo agua y una pequeña tienda de souvenirs), así que come antes o después. Puedes llevar una botella de agua, pero nada de comida.
El terreno en la isla es empinado, así que lleva calzado cómodo. Hay un "Alcatraz Tram" para personas con movilidad reducida que sube la colina principal, infórmate sobre ello si lo necesitas. Al volver en el ferry, mira hacia atrás. La isla se hace pequeña de nuevo, pero la sensación de haber estado allí, de haber sentido su historia, se queda contigo. Es una experiencia que te remueve por dentro.
Olya from the backstreets.