Las pasarelas de madera elevadas y los senderos de arena compacta definen el acceso principal. Son mayormente planos, con leves rampas en las secciones de pasarela. Su anchura, entre uno y dos metros, está diseñada para un flujo peatonal ordenado. Estos caminos guían a los visitantes a la laguna y protegen la frágil zona de manglares.

La Playa Balandra se siente mejor al amanecer. El aire es fresco y la brisa marina apenas susurra. Solo el suave chapoteo del agua rompe el silencio, sin voces. La atmósfera es de serena intimidad, con visitantes contados.

¡Hola, viajeros! Hoy nos zambullimos en un rincón que parece sacado de un sueño, un lugar donde el desierto se rinde al mar de la forma más espectacular.

Al llegar a Playa Balandra, lo primero que te golpea es el contraste casi irreal: la aridez ocre de las montañas de Baja California Sur abrazando una bahía de aguas tan turquesas que desafían la paleta de cualquier artista. Es un anfiteatro natural donde el desierto se rinde al mar, con el icónico "Hongo de Balandra" asomando en la lejanía como un guardián pétreo. Pero la verdadera magia reside en sus aguas. No es una playa donde uno nada profundamente; es un espejo de agua tan increíblemente somero que puedes caminar y caminar mar adentro, sintiendo la arena sedosa bajo tus pies mientras el agua apenas te cubre las rodillas. La transparencia es tal que cada pequeña raya o pez que se desliza por el fondo se convierte en un espectáculo íntimo, un acuario vivo a tu alcance. El aire aquí es una mezcla de brisa marina suave y el aroma tenue de la vegetación desértica, una sinfonía de calma rota solo por el suave chapoteo de las olas más tímidas. Es un lugar para desconectar, para sentir la amplitud del cielo y la inmensidad de un ecosistema que se siente virgen y profundamente respetado.

Recuerdo una tarde, viendo a una familia con niños pequeños. El más chiquito, de apenas tres años, corría felizmente a decenas de metros de la orilla, con el agua a la altura de sus muslos, persiguiendo pececillos sin el menor atisbo de peligro. Sus padres lo observaban con una sonrisa de pura paz. En ese momento entendí por qué Balandra no es solo una playa bonita, sino un santuario de la inocencia y la conexión con la naturaleza, un lugar donde la vulnerabilidad del ecosistema se refleja en la seguridad con la que incluso un niño puede explorar sus maravillas, recordándonos lo precioso que es.

Así que ya lo sabes, si buscas un pedazo de paraíso donde el tiempo se detiene, Balandra te espera. ¡Hasta la próxima aventura, viajeros!

Frente a "El Hongo", la roca icónica, la gente se detiene para un encuadre bajo que enfatice su singularidad. Sobre la extensa barra de arena, las tomas abiertas capturan el turquesa cristalino y las colinas circundantes. Desde los puntos elevados al este, se obtiene una vista panorámica de la bahía en forma de herradura. La luz suave de primera hora matinal o última de la tarde realza los tonos del agua y el paisaje.

Sus aguas turquesas y poco profundas son perfectas para relajarse, ofreciendo un paisaje de dunas y manglares único. Sin embargo, el acceso por turnos es restrictivo y el tiempo permitido insuficiente para disfrutar plenamente. La sorpresa fue la total ausencia de servicios, ni un solo puesto de comida o baño disponible. Esta falta obliga a planificar meticulosamente, pero su belleza prístina compensa el esfuerzo.

Para Balandra, situada cerca de La Paz (no Los Cabos), el alquiler de sillas de ruedas o scooters se gestiona en la ciudad. Busca en farmacias grandes o tiendas de suministros médicos como Ortopedia La Paz. La disponibilidad es moderada; pregunta por "alquiler de silla de ruedas" o "scooter de movilidad". Los precios varían, consulta directamente con los establecimientos para tarifas diarias.

Se camina por aguas cristalinas que apenas cubren los tobillos, conectando las dunas. Se desliza en kayak o paddleboard sobre la bahía serena, explorando cada rincón turquesa. Se busca la famosa formación rocosa del hongo, capturando su silueta única. Se flota sin esfuerzo en la cala protegida, observando la vida marina bajo la superficie.

¡Hola, exploradores del alma!

Playa Balandra no es solo un destino; es una promesa turquesa que se cumple. Al pisar su arena, fina como talco, una calma inusual te envuelve. Sus aguas, de asombrosa transparencia, se extienden poco profundas, invitando a caminar casi hasta el horizonte con el nivel a la rodilla. El icónico "Hongo" se alza, guardián silencioso, esculpido por siglos de brisa. La bahía se pinta con tonalidades del esmeralda al zafiro, contrastando con el verde intenso de los manglares. La brisa acaricia, llevando un aroma salino y una promesa de paz. Aquí, el tiempo se ralentiza, el paisaje es casi irreal, un lienzo vivo donde la luz juega con olas diminutas, creando destellos sobre el fondo arenoso. Pocos notan un detalle: el sutil murmullo del agua al expandirse por la vasta arena casi plana. Es un susurro tan tenue que apenas se distingue del silencio, una sinfonía íntima que solo se revela al que se detiene a escuchar más allá de lo evidente.

¿Listos para sumergirse?

La capacidad de Balandra es limitada; llega temprano para asegurar tu entrada en los turnos asignados. El sol del desierto es intenso; usa protector solar biodegradable, sombrero y mantente hidratado constantemente. En sus aguas someras, arrastra los pies para evitar pisar rayas que se camuflan en la arena. Al ser una reserva natural, lleva tus propios víveres y agua, pues los servicios son mínimos.

Balandra ofrece avistamientos interesantes para amantes de las aves costeras. Pelícanos pardos, gaviotas y charranes son comunes; con suerte, verá un águila pescadora sobrevolando. La zona de manglares en un extremo y las calas menos concurridas al norte son puntos ideales para la observación tranquila. Las primeras horas de la mañana, antes de la afluencia de visitantes, garantizan la mayor actividad aviar. Escuchará principalmente graznidos y el suave batir de alas, integrados en la serena acústica natural de la bahía.