¡Hola, trotamundos! Si estás pensando en visitar el MNAC, el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en Barcelona, déjame que te guíe un poco. No es solo un museo, es una experiencia que empieza mucho antes de cruzar la puerta. Imagina que subes la escalinata desde la Plaça d'Espanya, sintiendo la brisa suave de la montaña de Montjuïc en tu cara. Escuchas el murmullo de la gente y, si es al atardecer, el suave repicar de las campanas lejanas. La mole del edificio te envuelve, imponente, majestuosa. No te apresures. Siente la grandiosidad del lugar, el espacio abierto, la luz que baña la fachada. Es el preámbulo perfecto para lo que te espera dentro. Para llegar, lo más fácil es metro (L1 o L3 hasta Plaça d'Espanya) y luego un paseo corto, o el autobús 150 que te deja casi en la puerta.
Una vez dentro, mi consejo es que vayas directamente a la joya de la corona: el arte románico. Sigue las indicaciones sin dudarlo. Entrarás en unas salas donde la luz es tenue, casi reverente. Imagina el aire fresco y denso, casi como si estuvieras en una vieja iglesia de montaña. Aquí no hay prisas. Te encontrarás con los frescos murales arrancados de iglesias pirenaicas, salvados y traídos aquí pieza a pieza. Puedes casi tocar la historia con tus manos, sentir la textura de la piedra, la aspereza de los pigmentos antiguos. Es una colección única en el mundo, un verdadero tesoro. Dedícale tiempo, siéntate en los bancos, deja que las figuras hieráticas y las expresiones te hablen. Es el corazón del museo y lo que lo hace verdaderamente especial.
Después del románico, el camino te llevará a las salas del gótico. Aquí el ambiente cambia, se vuelve más detallado, más íntimo. Escucharás el suave crujido de tus pasos en el suelo, el murmullo de otros visitantes. Verás retablos llenos de oro y figuras que cobran vida, sentirás la devoción y la riqueza de la época. Si no eres un gran fan del arte gótico o tienes poco tiempo, puedes recorrer esta sección de forma más ágil, sin detenerte en cada obra. Es importante, sí, pero el museo es vasto y hay que saber priorizar. Luego pasarás a las colecciones de Renacimiento y Barroco, que, aunque tienen obras notables, pueden sentirse un poco más "convencionales" si has visitado otros grandes museos europeos. Mi sugerencia aquí es un paseo rápido, deteniéndote solo en aquellas obras que te llamen la atención por su color, su composición o su historia.
La siguiente parada obligatoria es el arte moderno, especialmente el Modernismo catalán. Aquí el ambiente se ilumina, los colores explotan. Siente la energía de una época de cambio, de innovación. Te encontrarás con muebles de Gaudí, con la delicadeza de las pinturas de Ramon Casas, la fuerza de Santiago Rusiñol. Puedes casi oler el barniz de los muebles, sentir la suavidad de las telas en los retratos. Presta atención a los detalles, a cómo el arte se fusiona con la vida cotidiana. Verás cómo la ciudad de Barcelona se transformó en un laboratorio de creatividad. Es una sección que a menudo sorprende por su frescura y su conexión con la identidad de la ciudad.
Y para el final, guarda la guinda del pastel: la terraza panorámica. Después de todo el arte, sube. Siente el viento en la cara, la inmensidad del cielo. Escucha el suave zumbido de la ciudad abajo, que parece un murmullo lejano. Desde aquí arriba, la vista de Barcelona es espectacular: la Plaça d'Espanya, la Sagrada Familia en la distancia, las Torres Venecianas, el Tibidabo. Es el momento perfecto para respirar hondo, para asimilar todo lo que has visto, para conectar el arte con la ciudad que lo alberga. Es el broche de oro, un momento de pura contemplación y gratitud.
En resumen, mi ruta ideal sería: entrada, directo al Románico (tiempo y calma), paseo ágil por Gótico/Renacimiento/Barroco (solo lo que te atraiga), inmersión en el Modernismo y, para terminar, la terraza panorámica. Si te sientes cansado, no intentes verlo todo. Es mejor disfrutar unas pocas salas con intensidad que correr por todas. Y un último consejo: si puedes, ve un día entre semana por la mañana. Tendrás más espacio para ti y para sentir cada obra.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa del camino