Los senderos son de tierra volcánica compactada y grava. Son estrechos, apenas para un vehículo agrícola, con suaves ondulaciones. Zigzaguean entre los hoyos y muros de piedra, conectando viñedos dispersos. Estas sendas definen el acceso principal a las bodegas y parcelas.

La Geria revela su esencia más tranquila al atardecer, especialmente en primavera u otoño. El aire, templado, solo rompe su silencio con el leve susurro del viento entre las parras en hoyos. Los pocos visitantes presentes se mueven con una calma reverente, respetuosos del paisaje lunar. Este ambiente invita a una inmersión sensorial profunda y sin estridencias.

Amigos viajeros, si creísteis haber visto todo en paisajes, esperad a conocer un rincón de Lanzarote que desafía lo convencional.

Adentrarse en La Geria es pisar la luna, una luna fértil. Kilómetros de picón negro, ceniza volcánica que cruje bajo los pies, se extienden en un lienzo surrealista. Cada vid, joya verde, emerge de cráteres excavados a mano, protegida del viento por 'zocos': muros semicirculares de piedra. El contraste es brutalmente bello: verde esmeralda contra el ébano de la tierra, bajo un cielo que a menudo pinta nubes blancas. Aquí, el silencio es casi palpable, solo roto por el soplo del alisio.

Pero La Geria es mucho más que una postal; es un testimonio de ingenio y perseverancia. Tras las devastadoras erupciones del siglo XVIII que sepultaron fértiles tierras, los lanzaroteños no se rindieron. Descubrieron que el picón, poroso, retenía la humedad del rocío nocturno y protegía las raíces del sol. Mi abuela, que visitó la isla en los 60, siempre recordaba cómo su guía le contó que cada uno de esos miles de hoyos fue excavado con pico y pala, y cada muro construido piedra a piedra. Un esfuerzo hercúleo que transformó la catástrofe en oportunidad. Es la esencia de La Geria: ver vida donde solo parecía haber desolación.

De esta tierra y este esfuerzo nace un vino singular, la Malvasía Volcánica, con su carácter mineral y notas salinas, un reflejo líquido del terruño. Degustarlo en una de las bodegas que salpican el paisaje es entender la historia de la isla en cada sorbo.

Así que, la próxima vez que brindéis con un Malvasía de Lanzarote, recordad la historia de tenacidad que hay detrás. ¡Hasta la próxima aventura!

El punto natural para fotos en La Geria se encuentra a lo largo de la LZ-30, especialmente cerca de Bodega La Geria. Enmarca los icónicos "zocos" con las viñas protegidas por la ceniza volcánica, incluyendo los conos volcánicos de fondo. La hora dorada, al amanecer o atardecer, ofrece luz oblicua que acentúa las texturas únicas del paisaje. Esta iluminación crea sombras dramáticas y realza los contrastes del terreno lunar.

La Geria es un paisaje agrario lunar, donde la ingeniosa protección de los zocos volcánicos permite una viticultura única. No obstante, algunas bodegas priorizan el volumen turístico sobre la experiencia auténtica. La sorpresa reside en la resistencia de la vid, que prospera contra todo pronóstico en este suelo estéril.

Para sillas de ruedas o scooters, contacte empresas de movilidad con servicio de entrega en Lanzarote. Ofrecen alquiler diario o semanal, llevando el equipo directamente a su alojamiento insular. Los precios varían; una silla manual ronda los 10-15€/día, los scooters son más caros. Es recomendable reservar con antelación, especialmente en temporada alta.

Recorres un paisaje lunar, donde cada hoyo negro resguarda una vid. Degustas vinos volcánicos, notando la mineralidad única en boca. Paseas entre bodegas centenarias, comprendiendo el ingenio agrícola local. Sientes el viento entre los socos, observando cómo la sombra juega con la luz.

¡Amantes de lo insólito, prepárense para un viaje visual!

Imaginen vastas extensiones de ceniza negra y ondulada. No es estéril, sino que acuna vides de un verde vibrante, cada una anidada en su propia media luna de piedra seca, los "zocos" que protegen del viento. Esto no son solo viñedos; son un testamento a la resiliencia humana contra una tierra hermosa y desafiante. La luz del sol, nítida y pura, hace que el picón, similar a la obsidiana, brille, creando un contraste surrealista con el intenso azul del cielo. Mientras caminan, el aire transporta un tenue aroma mineral, un olor único a este abrazo volcánico. Miren más de cerca, más allá de los panoramas amplios. Escuchen. Hay un susurro casi imperceptible: el del viento tamizando los pequeños y afilados fragmentos de picón que alfombran el suelo, un sonido que pocos se detienen a escuchar de verdad entre tanta grandeza. Es un siseo seco y suave, un diálogo constante entre la tierra y la brisa, que insinúa las profundidades de este terruño inigualable. El silencio aquí no está vacío; está lleno de esta sutil sinfonía de tierra y aire, un eco de erupciones antiguas y crecimiento paciente.

¡Hasta la próxima aventura, exploradores!

El terreno volcánico irregular exige calzado robusto para evitar torceduras. La alta exposición solar requiere protección UV constante y buena hidratación. Evita pisar entre los socos; dañarías las delicadas vides y el ecosistema agrícola. El viento puede levantar picón; usa gafas de sol para proteger tus ojos.

Sí, La Geria atrae aves esteparias y rapaces, como el cernícalo vulgar o el cuervo canario. Escuche el distintivo reclamo aflautado del camachuelo trompetero entre los hoyos volcánicos. Los senderos menos transitados lejos de la LZ-30 ofrecen la mejor observación tranquila. Visite al amanecer o atardecer, especialmente en primavera, para mayor actividad aviar.