¿Me preguntas qué se *hace* en el Palacio de Monserrate? No es solo "ver" un palacio, créeme. Imagina que te alejas del bullicio de Sintra, subiendo por una carretera serpenteante. Poco a poco, el aire cambia. Se vuelve más fresco, más verde, y puedes casi saborear la humedad del bosque. Empiezas a sentir la calma incluso antes de llegar. De repente, una verja, y un camino que te invita a adentrarte. Es como si el tiempo se ralentizara.
Tus pies te llevan por un sendero arbolado, y el primer indicio de lo que viene es una silueta entre la vegetación densa. No es lo que esperas de un palacio tradicional. Escuchas el suave susurro del viento entre las hojas y, si agudizas el oído, quizás el murmullo de agua a lo lejos. Cuando emerges, te encuentras frente a una fachada que parece sacada de un cuento de hadas, pero con un toque exótico. Sientes la brisa fresca en tu piel, y el sol, si tienes suerte, juega con las sombras de los arcos y las cúpulas. Es una mezcla de Oriente y Occidente, una fantasía de piedra que te invita a explorarla con cada fibra de tu ser.
Antes de entrar al palacio, te pierdes un poco en los jardines. Y digo "perderse" en el mejor sentido. Es un laberinto de sensaciones. A la izquierda, un bambú tan denso que casi puedes oírlo crecer, y el aire se vuelve más húmedo y fresco. A la derecha, un rosal que quizás te regale el aroma dulce de sus flores si es la temporada adecuada. Caminas por senderos de tierra, sientes la textura desigual bajo tus pies, y escuchas el canto de pájaros que no reconocerías en la ciudad. Hay cascadas diminutas, puentes de piedra cubiertos de musgo que te invitan a tocar su superficie húmeda y fría. Es un lugar para respirar hondo y dejar que tus sentidos se inunden.
Para que lo disfrutes sin prisas, te aconsejo que llegues a primera hora, justo cuando abren. Así los jardines estarán casi desiertos y podrás escuchar el agua correr sin distracciones, o sentir la tranquilidad de los rincones más escondidos. Lleva calzado cómodo, de verdad. Vas a caminar mucho, por terrenos irregulares, subidas y bajadas suaves. Y si vas en un día soleado, un sombrero y agua son tus mejores aliados. Hay un pequeño café cerca de la entrada principal donde puedes tomar algo si te entra el hambre, pero no esperes grandes lujos.
Finalmente, entras al palacio. Y aquí, el cambio es drástico. El aire interior es más fresco y el sonido de tus pasos en el suelo de mármol resuena suavemente. La luz se filtra de una manera diferente a través de los vitrales y las ventanas, creando patrones danzantes en las paredes. Puedes pasar tus dedos por las intrincadas tallas de las columnas, sentir la frialdad de la piedra trabajada, y maravillarte con los detalles que te rodean. Imagina las voces, las risas, la música que una vez llenó estos salones. No hay muebles, pero la arquitectura habla por sí sola, contándote historias de épocas pasadas.
Te mueves de sala en sala, cada una con su propia personalidad. Una te envuelve en una atmósfera árabe con sus arcos de herradura, otra te transporta a un salón gótico con sus bóvedas. Sientes la amplitud de los espacios, la altura de los techos, y la meticulosa artesanía en cada rincón. Hay una sala de música que te invita a imaginar melodías flotando en el aire. No te apresures. Detente, mira hacia arriba, hacia abajo, siente la historia en cada pared. Es una experiencia más de inmersión que de simple observación.
En cuanto a lo práctico, la mejor forma de llegar es en Uber o taxi desde Sintra, o el autobús 435 si prefieres el transporte público. No te recomiendo ir en coche, el aparcamiento es limitado y las carreteras estrechas. Dedícale al menos dos o tres horas, entre los jardines y el palacio. Las entradas se compran online, es lo más cómodo y te ahorras colas. Te sentirás tranquilo, rodeado de belleza y un poco apartado del mundo. Es un respiro, un lugar para recargar el alma.
Olya from the backstreets.