Me preguntaste qué se hace en el Castelo dos Mouros, y la verdad es que no se "hace" tanto como se "siente". Imagínate esto: sales de la bulliciosa Lisboa y te adentras en un tren que se desliza entre pinos. A medida que subes, el aire cambia, se vuelve más fresco, más limpio, con un ligero aroma a bosque. Bajas en Sintra y tomas un autobús que serpentea por una carretera estrecha, y de repente, a través de los árboles, ves asomarse las siluetas de murallas antiguas. No son lisas y perfectas, sino rugosas, con la textura del tiempo. Cuando te bajas, el sonido de los coches se desvanece y empieza el susurro del viento entre las hojas, y el eco de tus propios pasos sobre la grava.
Al cruzar el umbral de la entrada, la temperatura baja unos grados. Sientes el frío de la piedra bajo tus dedos si la tocas, una humedad milenaria que te envuelve. Escuchas el eco de otras voces, pero se pierden rápidamente en la inmensidad del lugar. Tus ojos, aunque no vean, perciben la escala: muros altos y gruesos que te hacen sentir pequeño. El suelo no es uniforme; hay desniveles, escalones irregulares, y el olor a tierra húmeda y a musgo te dice que estás en un lugar que ha resistido siglos. Es un sitio que te invita a explorar, a moverte con curiosidad.
Y lo que más "haces" es caminar, subir, sentir el viento. Empiezas a ascender por las almenas, los pasillos estrechos en lo alto de las murallas. Tus manos rozan la piedra áspera y caliente por el sol, o fría si hay sombra. Sientes el esfuerzo en tus piernas al subir escalones que no tienen un ritmo fijo. Arriba, el viento te golpea la cara y te trae el olor a pino y a mar distante. Puedes "ver" la inmensidad de la vista: el verde profundo de los bosques de Sintra extendiéndose, y si el día está claro, el azul brillante del Atlántico en el horizonte. Es una sensación de libertad, de estar en la cima del mundo, con solo el sonido del viento como compañero.
Para llegar, lo más fácil es tomar el tren desde la estación de Rossio en Lisboa hasta Sintra (unos 40 minutos). Una vez en Sintra, busca el autobús 434, que hace un circuito por los principales monumentos, incluyendo el Castelo dos Mouros. Los billetes se compran en la entrada o, si quieres ahorrar tiempo, online. Intenta ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar las multitudes y el calor.
Una vez arriba, en las torres, la sensación de altura es palpable. Si extiendes las manos, casi puedes sentir el aire vibrar alrededor. El silencio es diferente aquí, no es un silencio total, sino uno lleno de los sonidos sutiles de la naturaleza: el zumbido de un insecto, el canto de un pájaro lejano, el crujido de las hojas bajo tus pies. Hay rincones más tranquilos, arcos de piedra donde la sombra es profunda y fresca, y puedes sentir la textura de las rocas cubiertas de musgo. Es un lugar para detenerse, respirar hondo y dejar que la imaginación te lleve a tiempos pasados.
Lleva calzado cómodo y resistente, de verdad, porque hay muchas piedras y escalones irregulares. No olvides una botella de agua, especialmente si vas en verano, ya que el sol puede ser intenso en las murallas y no hay muchas opciones para comprar dentro. No hay restaurantes, solo un pequeño quiosco con snacks. Si tienes tiempo, puedes combinarlo con la visita al Palacio da Pena, ya que están cerca y el mismo autobús los conecta. Pero no intentes ver todo en un solo día; cada lugar merece su propio espacio y tiempo.
¡Disfruta cada paso!
Olya from the backstreets