¡Imagina! Acabas de llegar a una de esas calles que solo has visto en postales. El aire en Roma, a primera hora, tiene un frescor especial, una mezcla de historia y la promesa de un nuevo día. De repente, el suelo bajo tus pies cambia. No es el típico *sampietrino* irregular y ruidoso al que te has acostumbrado en otras zonas. Aquí, en la entrada de Via Condotti, sientes una superficie distinta.

Bajo tus pies, la Via Condotti te recibe con un pavimento de adoquines pulidos, casi lisos, que se sienten suaves y firmes. No son los *sampietrini* que te hacen tropezar, sino una superficie que invita a un paso elegante y pausado. Es estrecha, sí, pero esa misma estrechez te envuelve, te arropa. No es un bulevar grandioso, sino un pasillo íntimo que te invita a mirar a tu alrededor, a sentir la cercanía de las fachadas. Sientes la ligera vibración del suelo bajo tus pies, una resonancia de las pisadas de miles que han caminado por aquí antes que tú.

La calle te lleva casi sin darte cuenta. No hay grandes giros ni bifurcaciones confusas. Es un camino casi recto, una invitación a avanzar. Hueles el sutil aroma a cuero fino, a perfumes caros que se escapan de las puertas entreabiertas, mezclado con ese inconfundible olor a café italiano que flota en el aire. Las fachadas de piedra fría y pulida de las tiendas están tan cerca que casi puedes tocarlas, sus texturas te guían, te empujan suavemente hacia el final de la calle, donde sientes que el espacio se abre, ascendiendo.

Para sentirla de verdad, ve temprano por la mañana. La ausencia de multitudes te permitirá apreciar la amplitud (o la falta de ella) y la quietud del pavimento, notando cómo cada paso resuena de forma diferente. Aunque la superficie es lisa, lleva calzado cómodo; es una calle para pasear, no para correr. Fíjate en cómo la disposición de las tiendas, casi como galerías de arte a ambos lados, te guía de una vitrina a otra, un efecto óptico que te invita a seguir adelante hasta las famosas escaleras.

Olya from the backstreets

Imagina que es finales de marzo o principios de noviembre, justo cuando el sol empieza a despedirse de Roma. Via Condotti, en ese momento, no es solo una calle, es una experiencia que te envuelve. Sientes el aire, que ya no tiene el calor pegajoso del verano ni el frío cortante del invierno; es fresco, casi acariciante, y lleva consigo un sutil aroma a cuero fino, a ese perfume elegante que se escapa de las boutiques, mezclado con un lejano eco de café recién hecho. Escuchas un murmullo constante, pero no es ruidoso; es un coro de voces suaves en varios idiomas, el ligero roce de las bolsas de diseño al pasar y el eco amortiguado de tacones en el adoquín. La luz del atardecer tiñe las fachadas de un dorado suave, y aunque sabes que es una calle concurrida, en esa hora mágica se siente como si pudieras respirar, como si el lujo te diera la bienvenida en lugar de abrumarte.

La gente que encuentras a esa hora es diferente. No es la masa turística del mediodía veraniego. Son personas que pasean con calma, que se detienen a admirar los escaparates como si fueran galerías de arte, o que salen de una tienda con una sonrisa discreta. No hay empujones, ni prisas. El ambiente es sofisticado, pero relajado. Si el cielo está soleado, la luz es perfecta para las fotos, y el ánimo de la calle es de una elegancia vibrante. Pero si de repente cae una llovizna suave, la calle se transforma. La gente busca refugio en los portales o bajo los toldos, y Via Condotti adquiere una melancolía chic, un encanto más íntimo, donde el sonido de las gotas en el asfalto te aísla un poco del bullicio de la ciudad. El olor a ozono se mezcla con el del café caliente de los bares cercanos.

Un consejo rápido si quieres vivirla al máximo: si buscas esa sensación de calma y elegancia, ve justo antes del atardecer, como te conté. Pero si lo que quieres es ver los escaparates sin aglomeraciones y casi en soledad, tu momento es a primera hora de la mañana, antes de que abran las tiendas. Es la única forma de apreciarlos como obras de arte sin distracciones. Evita el mediodía en pleno verano si no te gusta el calor y las multitudes. Recuerda que no tienes que comprar nada; solo pasear por Via Condotti, con la Piazza di Spagna al final y la Fontana di Trevi a pocos minutos, ya es una experiencia romana en sí misma. La estación de metro "Spagna" te deja justo al lado.

Léa en el camino

Imagina que te bajas de una bulliciosa calle romana, donde el rugido de las Vespas y el parloteo de los vendedores llenan el aire, y de repente, el sonido cambia. No es silencio, sino un sosiego refinado. Aquí, en la Via Condotti, lo primero que percibes es un murmullo elegante, un suave clic de tacones sobre el mármol pulido y el tintineo casi imperceptible de cristales finos. Sientes el aire, quizás un poco más fresco y contenido entre las altas fachadas, cargado con una sutil mezcla de perfume caro y el aroma terroso de siglos de historia en la piedra. Es como si el propio aire tuviera una textura diferente, más ligera, más exclusiva.

Mientras avanzas, tus pies se deslizan sobre una superficie impecable, cada paso resonando con una dignidad propia. Puedes casi *tocar* la opulencia a través de los escaparates: la frialdad del cristal que protege joyas que parecen susurrar historias, la suavidad imaginaria de una seda que cuelga perfectamente, la robustez de un bolso de cuero que promete durabilidad eterna. Escuchas el suave susurro de conversaciones en decenas de idiomas, todas bajitas, como si la propia calle exigiera reverencia. Es una sinfonía de la elegancia, donde cada detalle, desde el brillo de un pomo de latón hasta la forma en que la luz del sol se filtra entre los edificios, está diseñado para deleitar tus sentidos.

¿Sabes por qué esta calle es tan especial? Mi abuela solía contar que, hace mucho, mucho tiempo, cuando los artistas y escritores venían de todas partes del mundo a Roma, se reunían en el Caffè Greco, justo aquí al lado. Y después de horas de charlas y café, salían a pasear por Via Condotti. No solo para ver la moda del momento, sino para *sentir* la inspiración que flotaba en el aire. Decía que la elegancia de la calle no estaba solo en la ropa, sino en la forma en que la gente se movía, hablaba, y en el respeto que le tenían a la belleza. Era el lugar donde el arte y la vida se encontraban, y donde la gente aprendía a apreciar la sofisticación.

Si vas, no te quedes solo en la ventana. Entra en alguna tienda, aunque sea solo para sentir el ambiente. No te presiones a comprar. Lo mejor es ir temprano por la mañana, antes de que abran todas las tiendas, o al atardecer. Hay menos gente y la luz es preciosa. Al final de la calle, tienes la Plaza de España y la Scalinata. Sube los escalones y mira la Via Condotti desde arriba, la perspectiva cambia por completo. Para un café, si no quieres gastar mucho en el Caffè Greco, busca alguna de las calles laterales; encontrarás opciones más locales y auténticas. Usa zapatos cómodos. Aunque es una calle corta, querrás explorar los alrededores.

Olya desde las callejuelas.

Imagina que llegas a Roma y, casi sin darte cuenta, tus pasos te guían hacia la Plaza de España. Desde allí, justo donde la majestuosa escalinata se encuentra con la calle, comienza la Via Condotti. Este es tu primer punto de anclaje, un lugar donde el tiempo parece ralentizarse. Sientes la brisa fresca de la mañana en tu rostro, y quizás el eco lejano del murmullo de la Fontana della Barcaccia. Al levantar la cabeza y mirar hacia abajo por la calle, la ves: una alfombra de adoquines que se extiende, flanqueada por fachadas elegantes. Es aquí, al inicio de la Via Condotti con la escalinata a tus espaldas, donde la perspectiva te regala una postal perfecta de la calle abriéndose ante ti, invitándote a explorar.

Desde este punto privilegiado, tienes a tus espaldas la imponente Escalera de la Plaza de España y la barroca Fontana della Barcaccia, cuyo suave gorgoteo es el único sonido que rompe el silencio matutino. A tu alrededor, los edificios ocres y tostados se alzan, con sus balcones de hierro forjado y sus ventanas adornadas, esperando la avalancha del día. Para capturar la esencia de este lugar, el mejor momento es sin duda el amanecer. Percibes la luz dorada y suave que baña las fachadas, revelando cada detalle arquitectónico y creando sombras largas y dramáticas. No hay multitudes, solo tú y la promesa de un día romano.

Si quieres una foto que capture la paz y la elegancia de la Via Condotti antes de que despierte la ciudad, llega antes de las 8:00 AM. La luz es suave y difusa, perfecta para evitar contrastes duros. Sitúate justo donde la calle comienza a descender desde la Plaza de España. Puedes usar la barandilla o el borde de la acera como línea guía para dar profundidad a tu toma. No temas incluir un poco de la base de la escalinata o la fuente para contextualizar. Es el momento ideal para una toma limpia y arquitectónica.

A medida que te adentras por la Via Condotti, caminas sobre los adoquines lisos, y la atmósfera cambia. El murmullo de la fuente se desvanece, reemplazado por un silencio más suntuoso, roto solo por el suave tintineo de las puertas de cristal de las boutiques o el ocasional sonido de unos tacones elegantes. A mitad de la calle, cerca de joyerías históricas como Bulgari o Fendi, la esencia del lujo se vuelve palpable. Hueles un rastro de perfume caro que flota en el aire, mezclado con el tenue aroma del cuero de los bolsos recién desembalados. Aquí, el punto de anclaje para una foto es el corazón mismo de la calle, donde los escaparates se convierten en obras de arte y la vida romana más sofisticada se despliega ante tus ojos.

En este tramo central de la Via Condotti, estás rodeado por las vidrieras más exquisitas del mundo. Imagina el brillo de los diamantes, el tacto visual de las sedas más finas, la simetría de los logos dorados. Los edificios son más grandiosos, sus fachadas más elaboradas, cada uno contando una historia de opulencia. Para capturar el pulso vibrante y el glamour de la Via Condotti, la última hora de la tarde, justo antes o durante la puesta de sol, es mágica. Sientes el aire cargarse de una energía distinta, las luces de los escaparates comienzan a encenderse, proyectando un resplandor cálido que invita a mirar y soñar, y la luz del sol poniente baña la calle con tonos dorados y anaranjados.

Para una foto que transmita el glamour y el dinamismo de la Via Condotti al atardecer, busca los reflejos. Los escaparates son tus aliados: capturan la luz del cielo, el movimiento de la gente y los detalles arquitectónicos de enfrente. Prueba a disparar desde la acera opuesta para incluir más edificios y la amplitud de la calle. No te enfoques solo en una tienda; busca una composición que muestre la sucesión de fachadas y el ir y venir de la gente elegante. Es un momento perfecto para capturar el contraste entre la luz natural que se desvanece y el brillo artificial que emerge.

Olya de las Callejuelas

¡Hola! Acabo de volver de Roma y tengo que contarte sobre la Via Condotti. Imagina que llegas a la Plaza de España, sientes esa energía, ese bullicio, y al girar hacia la Via Condotti, el sonido de tus pasos sobre los adoquines cambia. Se mezcla con el murmullo de cientos de voces, el suave tintineo de bolsas de compra y el clic-clac constante de tacones altos. Un aroma sutil a café italiano recién hecho y perfume caro flota en el aire, envolviéndote. Es como si la calle misma te abrazara con su opulencia silenciosa, invitándote a entrar en un mundo de elegancia.

Mientras avanzas, sientes la brisa ligera, una mezcla de aire fresco y el calor de tanta gente. Lo que más me sorprendió fue cómo, a pesar de ser una calle de lujo extremo, no se siente snob. Al contrario, es un escaparate vibrante de la vida romana. Puedes casi tocar la textura de los escaparates perfectamente pulidos, la frialdad del mármol en las fachadas y la suavidad de las sedas que se intuyen tras los cristales. Es un desfile constante de personas, y te sientes parte de él, incluso si solo estás mirando. La luz, especialmente al atardecer, baña los edificios de un dorado que hace que todo brille aún más.

Ahora, la parte práctica. Si vas pensando en comprar, prepárate: los precios son de otro mundo. Es más un museo al aire libre de la moda que una calle para ir de compras a lo loco. Para evitar las aglomeraciones, ve a primera hora de la mañana, justo cuando abren, o al atardecer, cuando la luz es mágica y la gente empieza a dispersarse un poco. Si no, vas a estar hombro con hombro, empujándote entre la multitud. Y un consejo: no te olvides de mirar hacia arriba. Los edificios son espectaculares, y muchos de los detalles más bonitos están en los balcones, las cornisas o las ventanas. Es fácil perderse en los escaparates y olvidar el arte que te rodea.

Lo que no funciona tan bien es que, si buscas una experiencia de compra 'normal', hay poca variedad. Son casi todas las grandes marcas de lujo, una tras otra. Pero lo que sí funciona es usarla como un punto de partida. Estás a un paso de la Plaza de España, claro, pero también de callejuelas laterales con tiendas más pequeñas o trattorias auténticas donde puedes parar a tomar un café o un helado. No es un lugar para cazar gangas, sino para pasear, observar y sentir el pulso de la Roma más elegante. Te diría que vayas, la vivas, y luego te pierdas por los alrededores para encontrar el contraste.

Olya from the backstreets

Imagina que tus pies sienten el eco de milenios bajo el asfalto, un suave vibrar que te conecta con la historia. Cierras los ojos y, aunque no veas el oro de los escaparates, percibes el murmullo elegante de Via Condotti: el roce de seda, el tintineo discreto de joyas, el aire fresco que sube desde la Piazza di Spagna. Huele a café recién hecho, a piedra antigua calentada por el sol, a ese perfume sutil que solo Roma sabe mezclar, invitándote a seguir el compás de sus pasos.

Pero Roma, con toda su magia, también es un abrazo que a veces pide más de tus piernas o de tu energía. Si necesitas moverte con la libertad que te da una silla de ruedas o un scooter eléctrico para no perderte ni un ápice de esa vibración, ¡estás en el lugar correcto! Aquí te cuento cómo hacerlo, para que nada te frene.

Olvídate de buscar una tienda de alquiler justo en Via Condotti; esa calle es el epicentro del lujo y la moda, no de equipos de movilidad. Lo más práctico, y lo que yo te recomiendo de corazón, es optar por un servicio de entrega a domicilio. Empresas especializadas como 'Rome by Mobility' o 'Mobility Rental Rome' son fantásticas; te llevan la silla o el scooter directamente a tu hotel o apartamento, lo que te ahorra un montón de complicaciones y tiempo. Es como pedir una pizza, pero de libertad de movimiento. Asegúrate de reservar con antelación, sobre todo si viajas en temporada alta, ¡no querrás que se agoten! Los precios varían, claro: una silla manual puede costarte entre 15 y 25€ al día, y un scooter eléctrico, entre 35 y 60€, más una fianza. Siempre pregunta por las condiciones de alquiler y si incluyen seguro. Y un tip extra: si estás en un hotel, no dudes en pedir ayuda a la recepción; son tus mejores aliados para contactar con estas empresas.

Un último consejo de amigo: Roma es una ciudad de adoquines y alguna que otra cuesta inesperada. Un scooter te dará mucha autonomía para las distancias largas, pero si planeas explorar callejones estrechos o entrar en muchos museos, una silla manual puede ser más manejable. Y por favor, revisa bien la batería de tu scooter cada mañana, ¡no querrás quedarte sin energía a mitad de un paseo por el Foro! La gente en Roma es increíblemente amable; no tengas reparo en pedir ayuda si te encuentras con un bordillo complicado o unas escaleras. Te sorprenderá lo dispuestos que están a echar una mano.

Max en movimiento

Imagina que tus pies tocan el suelo de Roma y te adentras en Via Condotti. ¿Qué haces allí, me preguntas? Pues mira, lo primero es *sentir*. Sientes el asfalto bajo tus pies, un poco más liso que en otras calles, como si hubiera sido pulido por miles de pasos. Escuchas un murmullo constante: no es el rugido del tráfico pesado, sino un coro de voces, el suave deslizar de suelas sobre el pavimento y, a veces, el clic de unos tacones resonando con una elegancia particular. El aire es suave, nunca opresivo, y puedes percibir un ligero aroma a café mezclado con algo indefinible, como a cuero nuevo o a algún perfume lejano.

No necesitas ver las vitrinas para percibir la opulencia. Siente cómo el aire cambia, un poco más fresco, como si cada tienda exhalara un soplo de aire acondicionado de lujo al abrirse y cerrarse. Imagina el roce de una tela suave si tu mano rozara un maniquí, o el eco amortiguado de tus propios pasos sobre suelos pulidos que apenas notas que están ahí. Puedes casi *sentir* el peso de las puertas giratorias de algunos edificios, o el suave zumbido de los sistemas de seguridad que te indican que estás en un lugar donde la calidad es la norma.

A medida que avanzas, la calle te guía con una suave pendiente ascendente. No es un gran esfuerzo, es casi imperceptible, pero te lleva hacia algo más abierto. El murmullo de la gente se expande, el aire se siente más fresco y puedes oler, en primavera, la dulzura de las flores que a veces adornan la escalinata, o el aroma a cuero de los carritos de souvenirs cercanos. De repente, el espacio se abre, la reverberación del sonido cambia, y sabes que has llegado a la base de la famosa escalinata, donde la calle se disuelve en una plaza más grande y el aire es más libre.

Después de esa caminata suave hacia arriba, o antes de bajar, tómate un momento. Imagina sentarte en una de esas terrazas históricas. Siente el calor de una taza de café entre tus manos, el vapor acariciando tu cara. El aroma es inconfundible: café recién molido, quizá un toque de dulzura de un cruasán o una pasta. Escucha el tintineo de las cucharillas, el murmullo de conversaciones en mil idiomas, el suave ir y venir de los camareros. Es un remanso de calma en medio de la energía, un lugar para *sentir* el tiempo pasar lentamente, sorbo a sorbo.

Si vas, te diría que la mejor hora para *sentir* la calle sin aglomeraciones es a primera hora de la mañana, cuando el suelo aún está fresco y el murmullo es más suave. Si las tiendas de lujo no te llaman, no te preocupes. Esta calle es más sobre el ambiente y la experiencia de un paseo que sobre las compras obligatorias. Busca los pequeños callejones laterales; a veces esconden tiendas de artesanía con texturas interesantes o cafeterías más íntimas donde el aroma a pan recién hecho es más fuerte. Es un paseo para *sentir* el pulso de Roma, no solo para verla.

Olya desde las callejuelas.

Imagina que caminas por la Via Condotti, pero no con los ojos, sino con todo tu cuerpo. Deja que el aire te hable. Al principio, sentirás la brisa cálida y el aroma a café y a la gasolina de alguna Vespa lejana, tan romanos. Pero a medida que te acercas a los umbrales de esas boutiques icónicas, algo cambia. Percibirás un olor muy particular, casi imperceptible, que no encontrarás en ninguna guía. Es el aroma del lujo, sí, pero no a perfume caro de una botella, sino al aire mismo. Un aire fresco, casi estéril, con una sutil nota floral que no puedes identificar, mezclado con el tenue olor a cuero pulido y a maderas finas. Es el aroma de espacios perfectamente climatizados, de la opulencia que se respira incluso antes de entrar, una promesa silenciosa de exclusividad que flota en el ambiente y te envuelve al pasar.

Mientras ese aroma te rodea, escucha. El bullicio de Roma se transforma aquí en una sinfonía más suave. Oirás el suave clic de tacones altos sobre el adoquín liso, el murmullo de idiomas que se mezclan en susurros elegantes y, si te detienes un momento, el delicado tintineo de alguna pieza de joyería al ser mostrada a través del cristal. A veces, de alguna puerta que se abre y cierra, te llegará el sutil zumbido de un aire acondicionado potente, un sonido constante y discreto que contrasta con el ajetreo exterior. Para sentirla de verdad, ven temprano en la mañana, justo cuando las tiendas abren. La calle aún está tranquila, y el aire es más nítido, lo que te permite captar mejor estos detalles sensoriales antes de que la multitud los opaque.

Siente la historia bajo tus pies. Caminas sobre adoquines que han visto siglos de moda y realeza. La piedra es lisa, pulida por innumerables pasos, y sentirás la ligera inclinación del terreno al acercarte a la Piazza di Spagna. No tienes que comprar nada para experimentar la Via Condotti. De hecho, te sugiero que no te centres en las vitrinas, sino en la atmósfera. Es un museo al aire libre de la elegancia romana. Si te apetece un buen café cerca, busca una de las pequeñas cafeterías en las calles laterales, son mucho más auténticas y económicas que las de la avenida principal.

Finalmente, permítete sentir la vibración de este lugar. Es una mezcla extraña de tradición y modernidad, de lo inalcanzable y lo cotidiano. Respira hondo ese aire con olor a lujo y a historia. Aunque no puedas ver los escaparates, puedes sentir la energía de la gente, el peso de la tradición y la promesa de lo bello que se cierne en el ambiente. Es un lugar para pasear, para soñar, y para recordarte que la belleza, en Roma, se experimenta con todos los sentidos.

Un abrazo desde las calles de Roma,

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros! Hoy os llevo a un lugar que es pura esencia de Roma, la Via Condotti. No es solo una calle; es una experiencia que se siente con cada poro de tu piel.

Imagina que tus pies tocan un pavimento que, aunque liso, resuena con los ecos de miles de pasos. No ves, pero sientes la brisa que baja por la calle, a veces trayendo un leve perfume de alguna tienda cercana, a veces el aroma a café recién hecho de una de sus históricas cafeterías. Escuchas el murmullo constante de voces, una sinfonía de idiomas que se mezclan con el suave tintineo de las joyas en los escaparates y el susurro de la seda al moverse. Caminas y sientes la energía de la gente, la sofisticación en el aire, una vibración que te dice que estás en uno de los corazones latentes de la moda y la historia romana.

Mientras te dejas llevar por esa atmósfera, es clave prestar atención a lo que hay bajo tus pies. El suelo de la Via Condotti y sus alrededores, a menudo de mármol pulido o adoquines antiguos (los famosos *sampietrini*), puede ser resbaladizo, especialmente si ha llovido o si está muy pulido por el paso del tiempo. Piensa en llevar calzado con buena suela, que te dé agarre y estabilidad. Es como caminar sobre una superficie que a veces te invita a deslizarte un poco, así que siente bien cada paso, buscando el equilibrio. Es mejor ir con calma, disfrutando del ritmo, que con prisa.

Y hablando de ir con calma, es tu mejor aliado para mantenerte a salvo de los pequeños "teatros" que a veces se montan para distraerte. En zonas tan concurridas, la gente es muy hábil. Puedes sentir una mano que se te acerca ofreciéndote una pulsera de la amistad, o una flor, o pidiéndote una firma para una supuesta petición. No te alarmes, pero sé consciente de que su objetivo es que bajes la guardia, aunque sea por un instante, para acceder a tus bolsillos o tu bolso. Siente tus pertenencias, mantén tu mochila o bolso delante de ti, y si alguien te aborda, un "no, gracias" firme y seguir caminando suele ser suficiente. Confía en tu intuición: si algo no te da buena espina, aléjate.

Al final, Via Condotti es un lujo para los sentidos. Desde el tacto de las fachadas históricas bajo tus dedos si las rozas, hasta el eco de tus propios pasos mezclándose con los de otros. No dejes que las precauciones te impidan disfrutarla. Simplemente, ve con los ojos bien abiertos (o con los sentidos bien despiertos), con un paso firme y consciente, y con tus pertenencias bien seguras. Así, la experiencia será pura magia romana.

Olya from the backstreets

¿Amante de las aves y pensando en Roma? Si tu idea es Via Condotti, imagina esto: No es un santuario natural, claro. Cuando caminas por esta calle, lo primero que sientes es el pulso de la moda, el roce de la gente, el aroma sutil de los perfumes caros que escapan de las tiendas y el eco de las voces que se mezclan. Tus pies notarán el adoquín liso bajo las suelas, a veces el fresco del mármol. Es un lugar de bullicio elegante. Pero incluso aquí, la vida salvaje urbana encuentra su espacio. Si agudizas el oído, más allá del murmullo constante, puedes empezar a distinguir otros sonidos, más naturales.

Aunque la Via Condotti es una arteria principal de compras, si te acercas a la Piazza di Spagna, al final de la calle, la perspectiva cambia. Imagina que te detienes un momento, buscando un rincón menos transitado, quizás cerca de la escalinata. Puedes sentir el aire un poco más abierto aquí. Cierra los ojos y concéntrate. Escucharás el arrullo suave y constante de las palomas, que son las habitantes más obvias de Roma. Pero si es primavera o verano, presta atención a los cielos; sentirás la vibración en el aire cuando los vencejos, con sus gritos agudos y rápidos, pasan zumbando a toda velocidad, cazando insectos. Es un sonido que te envuelve, como una flecha silbando en el aire. Y entre el follaje de algún árbol cercano o escondidos en los tejados, escucharás el piar familiar y constante de los gorriones, siempre presentes en cualquier ciudad europea.

Para los amantes de las aves, la Via Condotti no es el destino principal, pero si ya estás por allí, puedes aprovechar. El mejor momento para intentar escuchar y quizás ver algo más que palomas es muy temprano por la mañana, justo al amanecer. Antes de las 8:00 o 9:00, la calle está casi vacía, y el bullicio de las tiendas y los turistas aún no ha comenzado. Dirígete directamente a la Piazza di Spagna. Busca un lugar tranquilo en la base de la escalinata o sube un poco los primeros escalones y quédate a un lado. Ahí tendrás la mejor oportunidad de escuchar a los gorriones y, con suerte, ver a los vencejos volando en círculos. También puedes intentar en alguna de las pequeñas calles secundarias que salen de Via Condotti, como Via Bocca di Leone, que suelen ser un poco más silenciosas.

Olya from the backstreets