Imagina que estás en el corazón de Roma, pero no la Roma de las postales brillantes. No, esta es la Roma que sientes bajo tus pies, la que huele a café recién hecho y a historia milenaria. Caminas por el empedrado, los famosos *sanpietrini*, que a veces son un baile, otras veces un reto. Sientes cada pequeña irregularidad, cada piedra pulida por siglos de pasos. El aire te trae ecos de conversaciones en italiano, el murmullo constante de la ciudad. Y de repente, sin darte cuenta, el sonido cambia. El eco se suaviza, el bullicio se amortigua ligeramente. Estás llegando al Palazzo Madama, y sientes la presencia de algo antiguo, imponente, justo delante de ti.
La fachada se alza, majestuosa. Te acercas y sientes el cambio en el suelo. Los *sanpietrini* dan paso a un pavimento más liso, más uniforme, justo al pie del palacio. La entrada principal es amplia, pensada para la grandiosidad de otra época. Imagina un umbral espacioso, sin escalones abruptos. Es un alivio, ¿verdad? Una vez dentro, el ambiente se vuelve más fresco, el aire más denso, con ese olor característico a piedra antigua y madera encerada. Los pasillos de la planta baja son generosos, pensados para el tránsito de muchos, lo que facilita mucho moverse sin apreturas. Aquí, la anchura no es un problema.
Ahora bien, la historia tiene sus escalones, y el Palazzo Madama no es una excepción. Para subir a las plantas superiores, donde se encuentran algunas de las salas más impresionantes, la buena noticia es que hay ascensores. Sí, has oído bien, ascensores. No son los más modernos del mundo, pero cumplen su función. Son lo suficientemente amplios para una silla de ruedas estándar y un acompañante. Una vez arriba, los suelos vuelven a ser lisos, de mármol o madera bien cuidada, facilitando el deslizamiento de las ruedas. Puede que encuentres alguna rampa suave para salvar pequeños desniveles entre salas, pero nada que suponga un esfuerzo considerable. Las puertas entre estancias suelen ser anchas, así que no te sentirás encajonado.
Hablemos de gente. El Palazzo Madama no suele tener las aglomeraciones masivas de otros puntos turísticos de Roma, lo cual es un gran plus. La afluencia es más moderada, lo que te permite moverte con más libertad y sin sentirte abrumado. Aun así, si vas en hora punta, puede que encuentres pequeños grupos. La buena noticia es que, en mi experiencia, la gente en Roma es sorprendentemente comprensiva. Los visitantes suelen ser respetuosos y los empleados del palacio están acostumbrados a ayudar. No te sorprendas si alguien te ofrece una mano o te abre una puerta; la amabilidad es parte del ambiente aquí.
En resumen, ¿es el Palazzo Madama accesible? Sí, definitivamente es manejable para personas con desafíos de movilidad. El pavimento exterior es el típico romano, con sus desafíos, pero la entrada es lisa y amplia. Dentro, los espacios son generosos y, lo más importante, cuenta con ascensores para acceder a las plantas superiores, salvando los desniveles. Las pequeñas rampas internas son suaves y las puertas anchas. Las multitudes son manejables y el personal y otros visitantes suelen ser amables y serviciales. Mi consejo práctico: planifica tu visita para la mañana temprano o la tarde, cuando la afluencia es menor. Y no te olvides de preguntar al personal si necesitas ayuda con los ascensores o cualquier otra cosa; están ahí para eso.
Olya from the backstreets