Si alguna vez te has preguntado qué se *siente* al ir a la ópera en Roma, déjame decirte que es mucho más que solo música. Imagina que te acercas por Via del Viminale. El bullicio de la ciudad empieza a difuminarse, no de golpe, sino como una ola que se retira lentamente, dejando en su lugar una expectación creciente. Tus pasos te guían hacia un edificio que, sin verlo, sientes imponente; su masa se alza con una elegancia sobria. Al cruzar el umbral, el aire cambia: se vuelve más denso, más antiguo, con un leve aroma a madera pulida y a la historia que se respira en cada rincón. Escuchas el eco de tus propios pasos sobre un suelo que sabes que es duro y frío, probablemente mármol, y el murmullo de voces se eleva, envolviéndote en una atmósfera de anticipación compartida.
Una vez dentro, el espacio se abre. Sientes la amplitud del vestíbulo, donde el sonido rebota de forma diferente, más rica. Tus manos, si las extiendes, casi pueden tocar la opulencia de la decoración que intuyes a tu alrededor: las curvas de una escalera monumental, el roce de la ropa de otras personas a tu lado, un lejano tintineo de copas si es ya la hora del aperitivo. Los murmullos se entrelazan con el suave crujido de programas de mano y el roce de la seda o el terciopelo. Un escalofrío de emoción te recorre mientras te dejas guiar por el flujo de la gente, sintiendo la suave alfombra bajo tus pies, un contraste con el mármol de la entrada, que amortigua cada sonido y te prepara para lo que está por venir.
Al entrar en la sala principal, el Gran Salón, el espacio se expande de nuevo, esta vez hacia arriba. Es un lugar que te envuelve, donde el aire parece vibrar con la expectativa. Te diriges a tu asiento y, al sentarte, sientes la suavidad del terciopelo bajo tus dedos, la firmeza del respaldo. A tu alrededor, el murmullo se vuelve más bajo, más íntimo. Escuchas el suave roce de la ropa, el ligero cambio de peso de la gente acomodándose. Y entonces, desde el foso, empiezan los sonidos de la orquesta afinando: un violín que rasga el silencio, el grave lamento de un violonchelo, la explosión de los metales. Cada nota suelta es una promesa de la sinfonía que está a punto de nacer.
Cuando las luces de la sala se atenúan, la oscuridad es casi total, un velo que cae sobre todos, uniendo a la audiencia en un solo aliento. El último murmullo se apaga, y un silencio denso y expectante lo reemplaza. Entonces, el primer acorde de la orquesta te golpea, una vibración que no solo escuchas, sino que sientes a través del suelo, a través del asiento, en cada fibra de tu cuerpo. Las voces de los cantantes emergen del escenario, puras, potentes, capaces de llenar cada rincón de la sala, transmitiendo emociones crudas y profundas que te hacen reír, llorar o simplemente contener la respiración. Es una experiencia que te absorbe por completo, donde el tiempo parece detenerse, y solo existe la música, la voz, y la historia que se despliega ante ti.
Durante el intermedio, la energía en la sala cambia drásticamente. El murmullo regresa, esta vez más animado, y el tintineo de copas y el suave roce de las conversaciones se elevan. Es el momento de estirar las piernas, de sentir la frescura del aire en los pasillos de nuevo, de comentar en voz baja la primera parte de la obra. Luego, las luces vuelven a atenuarse, el silencio regresa, y la magia se reanuda. Al final de la función, el aplauso es una ola atronadora que te envuelve, una liberación de toda la emoción acumulada. Al salir, el contraste con la noche romana es palpable: el aire fresco en tu rostro, el sonido de los coches y las voces de la ciudad que te reciben de nuevo, pero con la melodía de la ópera aún resonando en tus oídos, una hermosa vibración que te acompaña a casa.
Si te animas a vivirlo, lo primero es conseguir las entradas. Puedes comprarlas online con antelación en la web oficial del Teatro dell'Opera di Roma; te recomiendo hacerlo con tiempo, especialmente si hay una ópera o ballet popular. No necesitas vestirte de gala a menos que sea una *premiere* muy especial; un atuendo elegante pero cómodo, lo que llamaríamos "smart casual", es perfecto. Para llegar, la estación de metro más cercana es Repubblica, o puedes tomar varios autobuses. Intenta llegar al menos 30 o 45 minutos antes de que empiece la función para poder encontrar tu asiento con calma y empaparte del ambiente sin prisas.
Olya de las callejuelas