¿Qué haces realmente cuando vas a la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma? Pues mira, imagina que el sol de Roma te abraza mientras caminas por calles bulliciosas. De repente, el sonido del tráfico se suaviza, como si una manta cálida y antigua lo absorbiera. Sientes el aire, que se vuelve un poco más fresco, un indicio de que te acercas a un lugar de piedra y sombra. Las fachadas de los edificios ceden el paso a una estructura más imponente, y sin darte cuenta, tus pasos se ralentizan, guiados por una quietud que emerge del corazón de la ciudad.
Cruzas el umbral y el cambio es inmediato. El aire te envuelve con un frescor que contrasta con el calor exterior, y un aroma sutil, una mezcla de piedra antigua, un leve rastro de incienso y el polvo de los siglos, te inunda. El bullicio de la calle se transforma en un eco distante, y el único sonido que percibes es el de tus propios pasos sobre el suelo de piedra, o quizás el suave murmullo de unas pocas voces que se pierden en la altura de las bóvedas. Sientes la inmensidad del espacio, la elevación de los techos, como si el aire mismo se estirara hacia arriba, invitándote a levantar la cabeza.
Tu mirada, o más bien tu sensación, se dirige hacia la derecha, hacia el transepto. Hay una especie de magnetismo, una energía que te llama. Te acercas, y el espacio parece contraerse ligeramente, creando una atmósfera más íntima y dramática. Es la Capilla Cornaro. Puedes sentir la presencia de algo monumental, algo que ha sido el centro de infinitas miradas y suspiros a lo largo de los siglos. El aire aquí parece más denso, cargado de emoción y de la historia de un momento eterno.
Y ahí está. Imagina el mármol, no solo como piedra fría, sino como piel viva, como tela que fluye y se pliega. No necesitas ver para sentir la tensión y la liberación en la figura central. Percibes la expresión de éxtasis tan intensa que casi puedes oír el suspiro del momento, un éxtasis que trasciende lo físico. Sientes la ligereza de la figura, como si flotara, y la fuerza penetrante de la flecha invisible. La obra no solo se ve, se *siente* en el cuerpo, en el estómago, casi como un escalofrío de asombro y comprensión de algo divino y humano a la vez. Es un silencio cargado de significado, donde cada fibra de tu ser responde a la emoción tallada.
Después de ese momento tan intenso, levantas la cabeza y sientes la grandiosidad que te rodea. El techo, aunque no lo veas, lo *sientes* como una inmensa cúpula que te protege, adornada con pinturas que, aunque no las distingas, sabes que están ahí, contribuyendo a la opulencia del lugar. Pasas por los altares laterales, cada uno con su propia historia silenciosa, y percibes la riqueza del arte barroco en cada rincón, la abundancia de detalles, la textura de las superficies, el eco de la devoción. Es un lugar que te envuelve, te absorbe y te deja con una sensación de asombro y una extraña paz.
Vale, vamos a lo práctico. ¿Cómo llegas? La forma más fácil es en metro, línea A, bajándote en la parada "Repubblica – Teatro dell'Opera" o "Barberini". Desde cualquiera de las dos, es un paseo cortito, unos 5-10 minutos. Si prefieres el autobús, hay varias líneas que pasan cerca, como el 64, 70, 170 o 492, que te dejan en Via Nazionale o Piazza Barberini. En cuanto a los horarios, suelen abrir por la mañana, de 8:30 a 12:00, y por la tarde, de 15:30 a 18:00, de lunes a sábado. Los domingos y festivos, el horario puede variar un poco, así que es buena idea revisar su web si quieres asegurarte. Y lo mejor de todo: la entrada es gratuita, es una iglesia activa. Solo recuerda vestirte con respeto, hombros y rodillas cubiertas, como en cualquier lugar de culto.
Para sentirla de verdad, intenta ir por la mañana temprano, justo cuando abren. Hay menos gente y la luz que entra es más suave, creando una atmósfera más íntima. ¿Y si necesitas ayuda con la movilidad? La entrada principal tiene unos pocos escalones, pero suele haber una rampa lateral o personal dispuesto a ayudar si lo solicitas. Dentro, el espacio es bastante abierto, lo que facilita el movimiento. Si te apetece seguir explorando después, la Fontana del Tritone en Piazza Barberini está a un paso, y la Piazza della Repubblica con sus termas de Diocleciano también queda muy cerca, así que puedes combinarlo todo en un paseo.
Olya from the backstreets