¿Qué haces en Aokigahara? Imagina esto: llegas y, antes incluso de dar el primer paso, ya lo sientes. Es como si el aire se volviera más denso, más fresco. No es un frío helado, sino una especie de frescor húmedo que te abraza. Al bajar del coche o del bus, lo primero que te golpea es el silencio. No es un silencio vacío, de ciudad por la noche, sino un silencio *vivo*, espeso, casi palpable. Escuchas el crujido de tus propios pasos sobre la gravilla al acercarte al sendero, y luego, de repente, ese sonido también se apaga, absorbido por la inmensidad. El olor es a tierra mojada, a musgo antiguo, a hojas en descomposición y a algo mineral, como si la misma roca respirara. Es un aroma profundo, que te llena los pulmones y te ancla al momento.
Una vez que te adentras en el bosque, la luz cambia por completo. Las copas de los árboles, tan densas y entrelazadas, filtran el sol de una manera mágica, creando un velo verde y dorado que se mueve suavemente con la brisa. Caminas sobre un suelo irregular, cubierto por una alfombra increíblemente suave de musgo esmeralda y raíces retorcidas que parecen serpientes gigantes. Cada paso es una pequeña aventura táctil; sientes la esponjosidad bajo tus pies, la firmeza de alguna rama oculta, la humedad que impregna el aire. A veces, te detienes y, si agudizas el oído, puedes escuchar el goteo constante de agua en algún lugar cercano, o quizás el leve aleteo de un pájaro que se esconde entre las ramas. La sensación dominante es de inmersión total, de estar envuelto por la naturaleza. Un consejo honesto: mantente siempre en los senderos marcados. Son claros, seguros y te permiten explorar sin perderte ni dañar el ecosistema tan delicado.
Lo siguiente que "haces" es explorar las cuevas. Hay dos principales, la Cueva del Hielo (Narusawa Hyoketsu) y la Cueva del Viento (Fugaku Fuketsu), y la experiencia es brutalmente diferente. Al acercarte a la entrada de la Cueva del Hielo, la temperatura baja drásticamente. Puedes sentir cómo el aire frío escapa de la boca de la cueva, como un aliento gigante. Dentro, la oscuridad es casi total, solo rota por las luces tenues que guían el camino. Sientes la humedad pegarse a tu piel y el frío calar tus huesos. El suelo es resbaladizo, y a veces, puedes tocar las formaciones de hielo que persisten incluso en verano, sintiendo la superficie rugosa y helada. En la Cueva del Viento, el ambiente es más amplio, pero la sensación de estar bajo tierra, rodeado de roca volcánica, es igualmente impactante. Escuchas el eco de tus propias palabras, el goteo constante del agua, y el silencio se vuelve aún más profundo. Lleva una linterna, aunque haya luces, te ayudará a apreciar mejor los detalles. Y sí, ¡abrigo! Incluso en agosto.
Después de las cuevas, al volver a la superficie, la luz del bosque te parecerá casi cegadora por un momento. La quietud de Aokigahara te invita a una introspección única. No hay ruidos de coches, ni sirenas, ni el murmullo de las multitudes. Es un lugar donde tu propia respiración y el latido de tu corazón se vuelven los sonidos más prominentes. Puedes pasar horas simplemente caminando, observando la forma extraña de los árboles, las rocas cubiertas de musgo, los pequeños detalles de la vida que florece en este lugar tan singular. Es un recordatorio de lo poderosa y resiliente que es la naturaleza. Lo más importante que "haces" aquí es conectar. Con el entorno, y contigo mismo. Permanece en los caminos señalizados, respeta la flora y la fauna, y no dejes absolutamente nada de basura. Puedes pasar una mañana o una tarde completa, unas 3-4 horas tranquilamente, si incluyes las cuevas.
Para llegar, lo más práctico es ir desde la estación de Kawaguchiko. Puedes tomar un autobús que va hacia el lago Saiko o la cueva del viento. Hay paradas específicas para las cuevas y para el centro de visitantes de Aokigahara. Los autobuses suelen pasar cada hora o menos, así que es fácil planificar tu viaje. Asegúrate de llevar calzado cómodo y resistente, ya que el terreno es irregular. Una botella de agua siempre es buena idea, y si vas en los meses más fríos, guantes y un gorro te vendrán genial para las cuevas. Recuerda que es un bosque, no un parque temático, así que prepárate para una experiencia natural y no esperes cafeterías o tiendas en cada esquina.
Olya from the backstreets