¿Qué se hace en Vouliagmeni, preguntas? Imagina que el sol de Atenas, ese que ya conoces de los templos, se vuelve de repente más suave, más salado. Te deslizas por la carretera costera, dejando atrás el bullicio de la ciudad. Puedes sentir cómo el aire se limpia, huele a pino y a mar al mismo tiempo. A tu lado, el brillo del agua se hace más intenso, un azul profundo que te llama. Escuchas el murmullo lejano de las olas y el canto de las gaviotas, suave al principio, luego más claro. Sabes que te acercas.
Al llegar, sientes el cambio bajo tus pies: el asfalto da paso a un camino más pulcro, y un suave zumbido de conversación y risas te envuelve. No es una playa salvaje, no. Es un espacio cuidado. Al cruzar la entrada, el olor a protector solar se mezcla con la brisa marina. Caminas sobre una superficie lisa, sientes la calidez del suelo bajo tus sandalias, y el sonido del agua te atrae como un imán. Apenas unos pasos y la vista se abre: el mar Egeo, inmenso y cristalino.
Te acercas a la orilla, y la sensación es inmediata. Tus pies, primero sobre la arena fina y luego sobre pequeños guijarros suaves, se acostumbran a la textura. El agua te llama. Primero los tobillos, luego las rodillas, y sientes un frescor inmediato que te despierta la piel. Es salada, sí, pero increíblemente suave, como si te acariciara. Escucha: el chapoteo de las olas al romper, suavemente, casi como un susurro. Puedes flotar sin esfuerzo, sentir cómo el sol calienta tu cara mientras el agua te sostiene por completo. Es un abrazo líquido.
Una vez que has disfrutado del agua, hay mucho más. Puedes tumbarte en una de las tumbonas, sentir la toalla fresca bajo tu espalda, y dejar que el sol seque tu piel. El sonido de la gente charlando, las risas de los niños, el suave tintineo de los vasos en los chiringuitos cercanos, todo crea una atmósfera relajada. Puedes pedir algo para beber o comer; el sabor de una limonada fría o una ensalada fresca sabe aún mejor con la brisa marina.
Para que no haya sorpresas, la entrada a Akti Vouliagmenis tiene un precio, no es una playa pública abierta. Suele costar unos pocos euros, y ese dinero contribuye a mantenerla tan limpia y cuidada. Si quieres tranquilidad y una tumbona con buena sombra, lo mejor es ir a primera hora de la mañana, justo cuando abren. A media tarde, especialmente los fines de semana, puede llenarse bastante. No olvides llevar tu propia toalla, protector solar, un sombrero y unas gafas de sol.
Hay vestuarios y duchas disponibles, así que no te preocupes si llegas directo de la ciudad. También hay socorristas, lo que da mucha paz mental si vas con niños. En cuanto a la comida, hay cafeterías y un restaurante en la misma playa que ofrecen desde snacks sencillos hasta comidas completas. Los precios son razonables, no son excesivos para la ubicación. Si tienes alguna dificultad de movilidad, la playa cuenta con rampas y algunas facilidades para acceder al agua, lo cual es genial.
Léa del camino.