¡Hola, amigos! Acabo de volver de Megalo Kavouri, en Atenas, y tengo que contártelo todo, es como si te estuviera enviando un audio.
Megalo Kavouri: La bienvenida del mar
Imagina que dejas atrás el bullicio de Atenas, el sonido constante del tráfico y el olor a gasolina y asfalto caliente. Poco a poco, el aire cambia. Empiezas a percibir una brisa suave, un olor salado que te envuelve, y el sonido lejano de las olas, como un murmullo constante que te llama. Cuando llegas, es como si el mar te diera la bienvenida con un abrazo. Sientes cómo el sol te calienta la piel, no ese sol abrasador de la ciudad, sino uno más suave, que te invita a relajarte. El simple hecho de estar ahí, con el viento en la cara y el aroma a mar, ya te hace sentir que has desconectado.
La playa en tus pies
Una vez que bajas, el suelo bajo tus pies cambia. En algunas zonas es arena fina y suave, perfecta para que los dedos se hundan, pero en otras, especialmente cerca del agua, hay pequeñas piedrecitas pulidas por el mar. No molestan, de hecho, se sienten agradables y frescas. El agua es transparente, tan clara que puedes ver tus pies a través de ella, y su temperatura es perfecta, refrescante pero no fría, como un baño templado que te invita a sumergirte. Oyes el suave chapoteo de las olas al romper en la orilla, a veces el grito de un niño jugando, y sientes la caricia del agua cuando te sumerges, envolviéndote por completo. Hay sombrillas y tumbonas disponibles para alquilar, lo cual es un alivio si no quieres cargar con mucho, pero también hay espacio de sobra si prefieres extender tu toalla directamente en la arena o las piedras.
El sabor local a la orilla del mar
Lo que más me gustó es que, justo detrás de la playa, hay una hilera de tabernas y cafeterías. No son sitios turísticos caros y genéricos, sino lugares con un ambiente muy local. El aire se llena con el delicioso aroma del pescado fresco a la parrilla y el café recién hecho. Puedes sentarte en una de sus mesas, a veces casi tocando el agua, y sentir la arena bajo tus pies mientras comes. El murmullo de la gente charlando, las risas, el tintineo de los vasos... todo se mezcla con el sonido de las olas. Es un ambiente súper relajado, donde sientes que el tiempo se detiene un poco. Los precios son bastante razonables para estar tan cerca del mar, y la comida es auténtica y sabrosa.
Lo que no me convenció del todo
Si tengo que ser totalmente honesta, aunque me encantó, los fines de semana se llena bastante. El sonido de la gente y la música de algunos chiringuitos puede ser un poco abrumador si buscas paz absoluta. Además, el transporte público no es el más directo. Si vas en autobús desde el centro de Atenas, tendrás que hacer al menos un transbordo, lo que puede ser un poco pesado con el calor. Si eres de los que prefiere la tranquilidad total y absoluta, te diría que evites las horas punta del fin de semana o que vayas entre semana.
La sorpresa del atardecer
Pero la verdadera sorpresa, lo que realmente me dejó sin palabras, fue el atardecer. Si te quedas hasta tarde, la luz cambia de una forma mágica. El cielo se tiñe de naranjas, rosas y violetas que se reflejan en el agua, y el aire se vuelve más fresco, casi acariciante. El sonido de las olas parece más íntimo, más cercano. Es el momento en que la playa se vacía un poco y puedes sentir una paz increíble. Puedes caminar descalzo por la orilla, sintiendo el contraste entre el agua aún templada y la brisa fresca de la tarde, mientras el sol se esconde lentamente en el horizonte. Es un momento para simplemente estar, sin prisas.
Consejos prácticos para tu visita
Para llegar, lo más cómodo es ir en coche o taxi, tardarás unos 30-40 minutos desde el centro de Atenas, dependiendo del tráfico. Si prefieres el transporte público, toma el metro hasta la estación de Elliniko y luego el autobús 122 que va directo a Saronida y para en Megalo Kavouri. Lleva protector solar, un sombrero y mucha agua, especialmente en verano. Si eres sensible a las piedras, unas sandalias de agua te vendrán genial. Y no olvides efectivo, aunque muchos sitios aceptan tarjeta, siempre es bueno tener algo de cambio. La mejor hora, sin duda, es a primera hora de la mañana para disfrutar de la calma o al final de la tarde para el atardecer.
¡Espero que te sirva!
Marta de viaje.