Si te digo Múnich, ¿qué te viene a la mente? Quizás la cerveza, los castillos... Pero déjame llevarte a un lugar donde el corazón de la ciudad late verde y fresco: el Englischer Garten. No es solo un parque, es un pulmón, un susurro, una sorpresa. Y para empezar esta aventura, vamos a sumergirnos directamente en lo inesperado. Imagínate, llegamos al borde sur del parque, cerca del Haus der Kunst. Lo primero que te golpea no es la vista, sino el sonido. Un rugido constante, como una cascada en miniatura. Es la Eisbachwelle, la ola del Eisbach. Puedes sentir la brisa fría que sube del agua, incluso en un día cálido. Acércate un poco y casi notarás el salpicar de las gotas, el olor a agua fresca y a humedad. Aquí, la energía es palpable, con el golpe de las tablas de surf contra el agua, el murmullo de la gente que observa, el grito de ánimo de vez en cuando. Para llegar, la parada de tram más cercana es 'Nationalmuseum/Haus der Kunst' (Línea 16). Lo mejor es venir por la mañana temprano o a media tarde para ver a los surfistas en acción, aunque siempre hay alguien. No hay que pagar nada, es un espectáculo espontáneo.
Ahora, alejémonos un poco de la ola, pero sigamos el curso del arroyo hacia el norte. Sientes cómo el sonido del surf se difumina, dando paso a un murmullo más suave del agua, como un compañero constante a tu lado. El camino bajo tus pies es de grava suelta, cruje suavemente con cada paso. Puedes estirar la mano y sentir la textura rugosa de los troncos de los árboles, la frescura de la corteza, o el roce de las hojas bajas. El aire se vuelve más denso, con ese olor a tierra húmeda y a hierba recién cortada, mezclado con un toque dulce de flores silvestres en primavera o el aroma terroso del otoño. A tu alrededor, el sonido del viento en las copas de los árboles, el canto de los pájaros y, a veces, el suave ladrido lejano de un perro o la risa de un niño. Es un paseo que calma el alma. Este tramo es ideal para desconectar. Es un camino fácil, llano, perfecto para un paseo tranquilo. No hay desvíos complicados, solo sigue el curso del agua. Verás gente paseando, corriendo, en bici... Es muy seguro y accesible. Tómate tu tiempo, no hay prisa.
Después de un rato, sentirás el terreno elevarse suavemente bajo tus pies. Estás subiendo hacia el Monopteros. La tierra se siente un poco más firme aquí. Cuando llegues arriba, el aire es distinto, como si fuera más abierto. Puedes extender los brazos y sentir el viento acariciándote la piel desde todas direcciones. El Monopteros es una estructura circular de piedra, puedes pasar la mano por sus columnas, notando la frialdad y la solidez del material. Aquí, los sonidos de la ciudad se vuelven un eco lejano, un zumbido suave que te recuerda que estás en el corazón de Múnich, pero a la vez, tan lejos. Es un lugar donde el silencio es casi tangible, solo roto por el susurro del viento o el aleteo de una paloma. El Monopteros ofrece una de las mejores 'sensaciones' de vista panorámica del parque y la ciudad, aunque no la veas, la sientes. Es un excelente punto para orientarse o simplemente para sentarse un momento y absorber la atmósfera. No hay baños cerca, así que tenlo en cuenta. Es un lugar popular para descansar y disfrutar del ambiente.
Desde el Monopteros, el camino te lleva hacia el norte y un poco al este. Poco a poco, el silencio se rompe por un murmullo creciente. Al principio, es un zumbido, luego se distingue el sonido de muchas voces, risas, el tintineo de vasos, y un aroma inconfundible. Es el Biergarten del Chinesischer Turm. Aquí, el aire se llena del olor a cerveza, a pretzels recién horneados con su sal gruesa, a salchichas asadas. Puedes casi saborear la mostaza dulce en el aire. El suelo cambia, se vuelve más compacto, a veces con el roce de los zapatos sobre la grava. La energía es contagiosa; imagínate mesas de madera largas, bancos llenos de gente compartiendo, brindando. Puedes sentir la vibración de la música tradicional bávara, a menudo tocada en vivo, que te invita a mover el pie. Es un festín para los sentidos, una explosión de vida. Este es el lugar perfecto para un descanso sustancioso. Puedes pedir comida y bebida directamente en las ventanillas, es autoservicio. Las raciones son generosas y los precios razonables para Múnich. No te preocupes por encontrar sitio, siempre hay espacio en las mesas compartidas. Es una experiencia cultural imprescindible. Los baños están disponibles y son fáciles de encontrar. Si vas con niños, hay un carrusel cerca.
Para terminar, te propongo un paseo más relajado. Desde el Chinesischer Turm, dirígete hacia el oeste, hacia el Kleinhesseloher See. A medida que te acercas al lago, el bullicio del Biergarten se desvanece y es reemplazado por la tranquilidad del agua. Puedes escuchar el chapoteo suave de los patos y los cisnes, el susurro del viento sobre la superficie del lago. El aire aquí es más fresco, húmedo, con un ligero aroma a agua y a vegetación lacustre. Si te acercas a la orilla, puedes sentir la arena húmeda o las pequeñas piedras bajo tus pies. Puedes sentarte en uno de los bancos y sentir la madera fresca, o simplemente dejar que la brisa te acaricie el rostro. Es un final sereno para un día lleno de sensaciones, un momento para procesar todo lo vivido, con la calma del agua como telón de fondo. El Seehaus tiene otro Biergarten, más moderno y con vistas al lago, por si te apetece otra cerveza o un café. También puedes alquilar botes de remos o pedales si te apetece sentir el agua de cerca. Si ya estás cansado, la parada de metro 'Münchner Freiheit' está relativamente cerca desde aquí, lo que hace un buen punto final para regresar al centro. Considera esto tu 'gran final' o el punto de calma antes de volver a la vida de la ciudad.
¡Hasta la próxima aventura! Olya from the backstreets.