¡Hola, trotamundos! Me preguntabas qué se hace en la Porte Cailhau en Burdeos, ¿verdad? Pues mira, no es solo una puerta; es una experiencia que te abraza.
Imagina que llegas a Burdeos y de repente, entre callejuelas adoquinadas, te encuentras con ella. No la ves, la *sientes*. El aire fresco del Garona trae un ligero aroma a humedad y a historia antigua, una mezcla que te envuelve. El sonido de tus propios pasos sobre los adoquines te acompaña mientras te acercas a una mole de piedra que se alza majestuosa. Alarga la mano y puedes casi tocar la rugosidad de sus muros, centenarios, que han visto pasar siglos. Es como si cada piedra tuviera una memoria que te susurra al oído.
Cuando cruzas el arco principal, la temperatura cambia. De repente, es más fresco, más silencioso. El eco de tus propios pasos resuena, amplificado por la piedra. Sientes una leve brisa que se cuela por las rendijas, y el olor a piedra antigua, a tiempo detenido, te envuelve por completo. Es un portal, no solo a la otra calle, sino a otra época.
Ahora, empieza la subida. No hay ascensor, esto es una aventura de verdad. Tus manos rozan la barandilla de madera, pulida por miles de manos antes que las tuyas. Escuchas el crujido suave de los escalones de piedra bajo tus pies, cada uno un peldaño más cerca del cielo de Burdeos. Puedes sentir el esfuerzo en tus piernas, un dulce cansancio, pero también la emoción de lo que te espera. La escalera es estrecha y en espiral, como un caracol de piedra que te eleva lentamente.
Y entonces, llegas. El viento te acaricia la cara, te despeja. Respira hondo. El olor a ciudad, a pan recién hecho de alguna panadería cercana, a río, se mezcla en el aire. Puedes escuchar el bullicio lejano de la ciudad, los cláxones suaves, las risas de la gente, pero aquí arriba, hay una calma diferente. Sientes la inmensidad del río Garona extendiéndose ante ti, como una cinta plateada, y la vista de los tejados rojizos de Burdeos, como un tapiz irregular. Es el momento de cerrar los ojos y sentir la historia bajo tus pies, la brisa de los siglos en tu piel.
Para visitarla, te cuento. Los tickets se compran abajo, justo antes de entrar. Lo ideal es ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar las multitudes y tener una experiencia más tranquila. Ten en cuenta que la subida es por escaleras de caracol, así que no es apta para sillas de ruedas o personas con movilidad muy reducida. La visita dura unos 20-30 minutos, pero tómate tu tiempo arriba para absorberlo todo. Muy cerca, tienes el Miroir d'eau, perfecto para refrescarte después y sentir el agua en tus pies.
Al bajar, la luz del sol te envuelve de nuevo. Sientes la energía de la ciudad que te espera, palpitante. Pero algo ha cambiado dentro de ti. Esa mole de piedra, que antes era solo una torre, ahora es un cofre de sensaciones. Te llevas contigo el eco de tus pasos, el olor a piedra milenaria y la brisa del Garona en la piel. Es como si la propia historia te hubiera susurrado un secreto solo para ti.
¡Hasta la próxima aventura!
Lola de Viaje