¡Hola, exploradores del alma! Hoy quiero llevarte a un rincón de Austria que se te quedará grabado en la piel, no solo en la memoria: Dürnstein, en el valle de Wachau. Imagina que acabas de bajar de un tren o un barco, y tus pies ya sienten el cambio. Las primeras calles son adoquinadas, irregulares, como si cada piedra tuviera una historia que contarte bajo tus plantas. El aire es fresco, pero no frío; lleva un dulzor sutil, casi afrutado, mezclado con el aroma húmedo del Danubio, que fluye majestuoso a tu lado. Escuchas el murmullo del río, a veces el chapoteo de una pequeña embarcación, y el eco lejano de una campana. A medida que avanzas, las casas se aprietan, sus fachadas de colores pastel te envuelven, y puedes casi tocar las viñas que trepan por las laderas, prometiendo el vino que pronto probarás. Sientes el sol cálido en tu cara, incluso si está nublado, hay una luz especial aquí.
Y entonces, alzas la vista. Ahí, dominando el pueblo desde lo alto de una roca escarpada, se alza la ruina del castillo. No es solo un montón de piedras viejas; es el corazón palpitante de Dürnstein, el lugar donde la historia se vuelve leyenda. Cuentan que hace siglos, el rey Ricardo Corazón de León, de Inglaterra, fue encarcelado aquí. Su fiel juglar, Blondel, viajó por Europa, cantando una melodía que solo el rey y él conocían. Y un día, al pasar por este castillo, entonó esa canción, y desde las alturas, una voz respondió, confirmando que su rey estaba allí, vivo. Cierra los ojos por un momento e imagina el viento que azota la cima de esa fortaleza, el mismo viento que quizás peinó los cabellos de Ricardo, o que llevó la melodía de Blondel hasta sus oídos. Sientes la aspereza de las rocas bajo tus manos si te atreves a subir, y la inmensidad del valle que se abre a tus pies, un paisaje que ha sido testigo de siglos de historias.
Si te animas a visitarlo, llegar a Dürnstein es bastante sencillo. Lo más común es tomar un tren desde Viena hasta Krems an der Donau (unos 60-70 minutos), y desde allí, Dürnstein está a solo un corto trayecto en autobús (línea 715 o 720, unos 15 minutos) o, si el tiempo lo permite, incluso puedes caminar por el sendero junto al río (unas 2 horas, ¡pero es precioso!). También puedes llegar en barco desde otras localidades del Wachau, lo cual es una experiencia en sí misma. Una vez en el pueblo, todo es muy compacto y fácilmente explorable a pie. No necesitas coche para moverte dentro de Dürnstein.
Una vez allí, tienes que probar las maravillas locales. Dürnstein es famoso por sus albaricoques (Marillen, en alemán), así que busca cualquier cosa hecha con ellos: mermeladas, licores, pasteles, y especialmente los "Marillenknödel" (bolas de masa rellenas de albaricoque, ¡una delicia!). Y claro, el vino. El valle de Wachau es una región vinícola reconocida. Busca un "Heuriger", una taberna de vino tradicional donde los productores venden su propio vino joven y comida local sencilla. Es el lugar perfecto para sentir el ambiente y degustar la uva Grüner Veltliner o Riesling, típicas de la zona. Y si te apetece un paseo diferente, alquila una bicicleta y recorre el sendero junto al Danubio.
Para mí, el momento más mágico en Dürnstein es al atardecer. Si te quedas hasta entonces, verás cómo la luz tiñe las fachadas de un color dorado intenso y cómo las ruinas del castillo se recortan contra un cielo que se va volviendo de tonos morados y naranjas. El aire se vuelve más fresco, y el silencio, roto solo por el suave murmullo del río, te envuelve. Es un momento para detenerte, respirar hondo y sentir que el tiempo se detiene. Este lugar te invita a ser parte de su historia, no solo a visitarla.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets