Las sendas de Corfú Viejo son predominantemente adoquinadas y estrechas. Presentan desniveles suaves y serpentean, invitando a la exploración. El pavimento irregular y la configuración laberíntica dirigen intuitivamente hacia plazas ocultas. Cada giro revela nuevas fachadas venecianas, dictando un ritmo pausado de descubrimiento.

La ciudad de Corfú vibra mejor en mayo o septiembre. El aire es suave, perfumado por el jazmín y la brisa marina. El sonido ambiente se reduce a un murmullo de conversaciones, el eco de pasos y campanas lejanas. La multitud, más local y menos densa, se mueve con una calma contemplativa por los callejones adoquinados.

¡Hola, viajeros! Preparaos para sumergir los sentidos en Corfú, un laberinto de historia viva.

Corfú, o Kerkyra, te atrapa desde el primer paso por sus estrechas *cantounia*, callejones empedrados donde la luz del sol se filtra en parches dorados sobre fachadas venecianas de tonos pastel. El aire huele a jazmín trepador y sal marina, mezclado con el aroma tentador del café griego recién hecho y especias lejanas. El murmullo constante de conversaciones se une al tintineo de copas en las terrazas del Listón, esa arcada elegante inspirada en la Rue de Rivoli de París, mientras las campanas de alguna iglesia ortodoxa resuenan a lo lejos. Cada giro revela un balcón florido o una puerta antigua, invitándote a imaginar las vidas que han transitado por allí. Recuerdo una tarde, perdido (a propósito) en un callejón sin nombre, cuando el sonido de un violín antiguo, tocado con maestría, flotó desde un patio interior cubierto de buganvillas, mezclándose con el zumbido de una Vespa moderna. Fue ese instante, esa colisión de siglos y culturas, lo que me hizo entender la verdadera esencia de Corfú: no es un museo estático, sino un organismo vivo donde la historia veneciana, francesa y británica respira junto al alma griega, ofreciendo una experiencia rica y sin igual que te marca.

¡Hasta la próxima aventura!

Las sinuosas callejuelas del Campiello ofrecen paradas fotográficas espontáneas. Encuadra arcos de piedra o balcones con flores colgantes para capturar su esencia. La media mañana proporciona luz difusa, realzando las texturas antiguas sin sombras duras. Al atardecer, un brillo dorado baña las fachadas, acentuando su encanto veneciano.

El encanto veneciano del casco antiguo es innegable, pero la masificación turística en temporada alta ahoga su autenticidad. Las tiendas, mayormente orientadas a cruceristas, ofrecen productos genéricos y repetitivos. La sorpresa fue hallar un campo de críquet en plena Explanada, un eco curioso de la herencia británica.

Para alquilar una silla de ruedas o scooter cerca de Corfú Town, contacta con Corfu Medical Center (S. Kontos & Co O.E.) en Garitsa. Ofrecen diversos modelos y facilitan la entrega o recogida en tu alojamiento. Los precios varían según el equipo y la duración; consulta directamente para obtener tarifas actualizadas. Se aconseja reservar con antelación, especialmente durante la temporada alta.

Pasea por los laberínticos *kantounia* de la Ciudad Vieja, descubriendo plazas escondidas y fachadas venecianas. Saborea un *pastitsada* auténtico en una taberna local, acompañado de un vino corfiota. Explora las fortificaciones bizantinas, ascendiendo por sus muros para contemplar el Adriático. Observa la vida local desde la Spianada, el corazón vibrante donde el pulso de la isla se manifiesta.

¡Hola, viajeros y amantes de los rincones con alma!

Kerkyra, o Corfú como la conocemos, es un laberinto de historias talladas en piedra. Sus *cantounia*, esas callejuelas estrechas y empedradas, te invitan a perderte entre fachadas venecianas de tonos pastel y balcones floridos que casi se tocan. Aquí, cada esquina revela una sorpresa, desde una pequeña iglesia ortodoxa escondida hasta una plaza diminuta donde el tiempo parece detenerse, perfumada por el jazmín. Pero hay un detalle que pocos notan al caer la tarde, cuando la luz se vuelve dorada: el sonido. No es el bullicio de las tabernas ni el murmullo del puerto. Es el *clac-clac-clac* rítmico y peculiar de las persianas de madera al cerrarse, resonando con una acústica única entre los muros altos y antiguos. Este sonido, tan cotidiano para sus habitantes, envuelve el aire con una sensación de intimidad y tradición, como si la ciudad misma se arropase para la noche. Escucharlo es sintonizar con el pulso más auténtico de Corfú, un eco que te conecta con generaciones de vidas vividas en estos mismos callejones, lejos del brillo turístico de la Spianada.

¡Hasta la próxima aventura insospechada!

En el casco antiguo, los carteristas operan en zonas concurridas; mantén tus objetos de valor discretos y seguros. Las calles estrechas y el tráfico de motos exigen atención constante al caminar. Verifica siempre los precios de taxis y consumiciones antes de aceptar para evitar sobrecargos inesperados. Bebe mucha agua y usa protección solar, el calor estival es intenso y la deshidratación un riesgo real.

Corfú ofrece avistamientos interesantes para ornitólogos, con vencejos (su canto es omnipresente en verano) y gorriones. Para tranquilidad, los Jardines de la Residencia o el Campiello son ideales al amanecer. La primavera y el otoño son óptimos para observar aves migratorias en los parques periféricos. También se pueden escuchar tórtolas turcas y ver cernícalos sobre los tejados antiguos.