¿Te preguntas qué se *hace* realmente en Tamborine National Park, en Gold Coast? No es solo un lugar que ves, es un lugar que respiras. Imagina que el coche se detiene y, antes de abrir la puerta, ya sientes el cambio en el aire. Es más fresco, más denso. Al salir, la primera bocanada de aire te llena los pulmones con un aroma a tierra húmeda, a hojas caídas y a algo antiguo, como si la tierra misma te diera la bienvenida. Caminas por un sendero que se curva suavemente, y bajo tus pies, el suelo del bosque es suave, casi acolchado, una mezcla de tierra y hojarasca que amortigua tus pasos. Escuchas el murmullo constante de un arroyo cercano y, a lo lejos, el canto de pájaros que nunca antes habías oído.
A medida que te adentras, el sonido del agua se hace más claro, un susurro que crece hasta convertirse en un suave rugido. Es Curtis Falls. Estiras la mano y puedes sentir la humedad en el aire, una bruma fina que te envuelve, refrescando tu piel. El camino se estrecha un poco, y a los lados, tocas la corteza rugosa y fría de árboles gigantes, algunos cubiertos de musgo suave y húmedo. Puedes sentir las raíces que sobresalen del suelo, formaciones que la naturaleza ha esculpido durante siglos. El aire aquí es aún más fresco, y si cierras los ojos, podrías jurar que el verde te rodea por completo, una sinfonía de vida que se siente en cada poro. Los senderos están bien marcados, pero lleva calzado cómodo y con buen agarre; pueden ser resbaladizos después de la lluvia.
Después de la serenidad del bosque, el ambiente puede cambiar. Si te diriges a Cedar Creek Falls, sentirás el sol en tu piel de nuevo, el aire un poco más seco y abierto. El sonido del agua aquí es más potente, una cascada que cae con fuerza sobre las rocas, creando pozas donde, si te atreves, puedes sumergir los pies y sentir el frío vivificante del agua de la montaña. Y luego, hay algo completamente diferente: las Glow Worm Caves. Al entrar, la oscuridad te abraza, y el aire se vuelve más fresco, casi silencioso, salvo por el goteo constante de agua. Avanzas despacio, y de repente, es como si miles de pequeñas luces se encendieran a tu alrededor, no con calor, sino con un brillo suave y etéreo. No las ves con los ojos, las sientes como una presencia mágica, como estrellas diminutas en una noche sin luna, invitándote al asombro. Es una experiencia guiada, así que es buena idea reservar tu entrada con antelación, especialmente en temporada alta.
Si buscas otra perspectiva, el Tamborine Rainforest Skywalk te eleva por encima del dosel. Sientes el viento acariciando tu cara mientras caminas por una pasarela que se balancea apenas, dándote la sensación de flotar. El aire aquí arriba tiene un olor diferente, más ligero, con la fragancia de las copas de los árboles. Escuchas el susurro del viento a través de las hojas y, a veces, el canto de pájaros que vuelan por encima de ti. Abajo, el Gallery Walk te trae de vuelta a lo humano. El aire se llena con el aroma del café recién hecho, el dulce de los pasteles y el olor a madera trabajada o a velas de cera de abeja. Escuchas el murmullo de las conversaciones, las risas, el tintineo de las campanillas de las tiendas. Puedes tocar la textura de las cerámicas, la suavidad de las bufandas de lana, la calidez de una taza de café en tus manos. Hay muchas cafeterías y tiendas de artesanía; es un buen lugar para tomar un descanso y probar algo local.
Para terminar tu día, el aparcamiento puede llenarse, especialmente los fines de semana, así que intenta llegar temprano. Lleva una botella de agua recargable, repelente de insectos y alguna capa de ropa, ya que la temperatura puede variar entre el bosque y las zonas más abiertas. El parque es vasto, así que planifica tu ruta para no perderte nada de lo que te interese. Al marcharte, el aire de la ciudad volverá a envolverte, pero la sensación de la tierra húmeda, el sonido de las cascadas y la magia de las luciérnagas se quedarán contigo, un recuerdo palpable de un día en la naturaleza.
Olya from the backstreets