¿Quieres saber qué se *siente* visitar Hyde Park en Sídney? No es solo un punto en el mapa, es una respiración profunda en medio del bullicio. Imagina que acabas de salir de la majestuosidad de St. Mary's Cathedral. De repente, el sonido del tráfico se suaviza, y una vasta extensión de verde se abre ante ti. Sientes el sol en tu cara, sí, pero también una brisa suave que parece arrastrar consigo el aroma a hierba fresca recién cortada. El espacio es tan grande que tu cuerpo se relaja, como si pudieras expandirte y ocupar todo ese aire. Notas cómo el ritmo de la ciudad se desacelera a tu alrededor, invitándote a caminar despacio, a sentir cada paso.
Mientras te adentras, tus pies notan el cambio de la acera dura a los senderos de gravilla, con un suave crujido a cada paso. Levanta la mano y sentirás la frescura de la sombra que proyectan los gigantescos ficus y robles, centenarios y llenos de historias. Si te paras un momento, podrás escuchar el suave murmullo de las hojas al viento, como si el parque estuviera suspirando. A veces, oirás el canto de pájaros, diferente al de la ciudad, más relajado, más presente. El aire, aquí, es más limpio, más puro, con un ligero toque de humedad de la tierra.
Al llegar al Anzac Memorial, la atmósfera cambia. El aire se vuelve más denso, más solemne. Si extiendes la mano, sentirás la frialdad y la suavidad pulida de la piedra, un recordatorio silencioso de la historia. El silencio aquí es diferente; no es la ausencia de sonido, sino un silencio cargado de respeto. Puedes escuchar los susurros de otros visitantes, la mayoría en un tono bajo, casi reverente. Es un lugar para sentir el peso de la memoria, para tocar la historia con la punta de tus dedos y sentir la quietud que emana de ella.
Continúa tu camino y el sonido del agua te guiará hacia la Fuente de Apolo. Es un murmullo constante, rítmico, que calma el alma. Acércate lo suficiente y, si el viento es amable, sentirás una fina llovizna de rocío en tu piel, fresca y revitalizante. El agua, aunque no la veas, te envuelve con su sonido y su frescura, creando un pequeño oasis dentro del oasis. Puedes sentarte en uno de los bancos cercanos y simplemente dejarte llevar por el sonido del agua, sintiendo cómo el tiempo se estira y se vuelve más lento.
Si te preguntas qué hacer allí, es sencillo: relájate. Hay bancos por todas partes, así que no te preocupes por encontrar dónde sentarte. Si quieres un café o un bocado, lo mejor es que lo cojas de alguna de las cafeterías cercanas antes de entrar al parque; no hay muchas opciones dentro. Ve por la mañana temprano o a última hora de la tarde si quieres evitar las multitudes y disfrutar de una luz más suave. Los senderos son anchos y, en su mayoría, planos, así que moverte es fácil.
Al salir, notarás cómo el sonido del tráfico vuelve poco a poco, pero tu cuerpo se sentirá diferente. Más ligero, más tranquilo, como si la verde extensión de Hyde Park te hubiera recargado. Es un pulmón en el corazón de Sídney, un lugar donde el tiempo se ralentiza y los sentidos se agudizan, preparándote para la energía de la ciudad que te espera justo al otro lado de sus límites.
Olya from the backstreets.