Imagina que el aire salado te acaricia la cara, suave y fresco, mientras el barco se desliza hacia la orilla. Escuchas el suave chapoteo del agua contra el casco y el lejano graznido de las gaviotas. Estás llegando a Watsons Bay, un pequeño paraíso a un corto viaje en ferry desde Circular Quay en Sídney. Al bajar del ferry, el olor a pescado fresco y patatas fritas, recién hechos, te envuelve. Es el aroma de Doyles, un clásico de la zona, y te dice que has llegado a un lugar con sabor a mar. Desde aquí, todo lo que necesitas está a un paseo.
Camina unos pasos a lo largo del muelle y sentirás la arena suave bajo tus pies si te quitas los zapatos. A tu izquierda, verás las Watsons Bay Baths, una piscina de océano tranquila y protegida. Imagina el agua, fresca y clara, invitándote a un chapuzón. Aquí, el sonido de las risas de los niños se mezcla con el suave murmullo de las olas que rompen contra la piscina, creando una banda sonora relajante. No es profundo, perfecto para flotar y sentir la calma del agua.
Si sigues un poco más, dejando atrás las piscinas, llegarás a Camp Cove Beach. Aquí el ambiente cambia. Es más íntimo, más resguardado. Sientes el calor del sol en tu piel mientras el viento se calma un poco. El sonido del agua es más suave, como un susurro. Puedes hundir los dedos de los pies en la arena fina y sentir cómo se desliza entre ellos. Es el lugar perfecto para extender una toalla, cerrar los ojos y simplemente escuchar el suave vaivén del agua, olvidándote del mundo.
Desde Camp Cove, la aventura te llama hacia el norte, por el South Head Heritage Trail. Aquí es donde tus piernas empiezan a trabajar un poco más, ascendiendo suavemente. Sientes la tierra firme y rocosa bajo tus zapatillas. A medida que subes, el viento se vuelve más fuerte, trayendo consigo el aroma puro y salvaje del océano abierto. Escuchas el rugido de las olas rompiendo contra los acantilados muy por debajo de ti. Y luego, lo ves: el Faro Hornby, con sus rayas rojas y blancas, un faro centinela en el borde del mundo. Imagina la inmensidad del Pacífico extendiéndose hasta el infinito ante ti. Es un lugar donde el corazón se acelera y el alma se expande.
Después de toda esa inmensidad, el camino de vuelta es un suave descenso. Tus músculos se relajan, y el olor a sal y brisa marina se mezcla de nuevo con el aroma de la comida. Este es el momento de recompensarte. Puedes elegir la elegancia relajada del Watson's Bay Boutique Hotel, donde el tintineo de los vasos y las conversaciones animadas crean un ambiente acogedor. O, para algo más auténtico y asequible, el quiosco de Doyles Takeaway. Siente el calor de la bolsa de papel con tu pescado y patatas fritas. Busca un banco en Robertson Park, frente al agua, y siente la suave brisa mientras saboreas tu comida. Guardar este momento para el final del día, con el sol bajando, es la mejor manera de terminar tu visita.
Para llegar, el ferry es tu mejor amigo. Te deja justo donde empieza todo. Te recomiendo ir entre semana, por la mañana, para evitar las multitudes y tener toda la bahía para ti. Lleva protector solar, un sombrero y una botella de agua grande. Y, por supuesto, tu bañador y una toalla. No te preocupes por la comida; hay opciones para todos los bolsillos, desde el fish and chips informal hasta restaurantes más elegantes.
Si vas con poco tiempo o no te apetece un lugar con una historia un poco más sombría, puedes omitir la caminata hasta "The Gap" (los acantilados al sur de la bahía). Aunque las vistas son espectaculares, la historia del lugar puede ser un poco pesada para algunos. Concéntrate en el faro y las playas; ahí está la verdadera magia de Watsons Bay.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets