Imagina que el aire de Beijing te envuelve, no el olor a smog, sino un aire vasto, casi como si pudieras saborear la historia. Caminas y sientes el suelo firme bajo tus pies, un eco de millones de pasos antes que los tuyos. De repente, el espacio se abre. Es como si el sonido de la ciudad se difuminara y solo quedara un eco de grandeza. Sientes el sol en tu cara, calentando tus mejillas mientras la brisa juega con tu pelo. Delante de ti, la imponente Puerta de Qianmen (Zhengyangmen) se alza, maciza, antigua, un umbral gigante. Para llegar, lo más fácil es tomar la línea 2 de metro hasta la estación Qianmen (Salida C o A). Desde allí, ya estás prácticamente en la plaza. Prepárate para los controles de seguridad, son rigurosos pero rápidos. Lleva tu pasaporte.
Cruzas la calle y la verdadera inmensidad te golpea. El viento puede soplar con fuerza aquí, haciéndote sentir pequeño frente a la extensión. Tus oídos captan el leve murmullo de miles de personas, pero es un murmullo que se pierde en la distancia. Si cierras los ojos, podrías casi escuchar el eco de desfiles y proclamas. El Monumento a los Héroes del Pueblo se eleva majestuoso en el centro, su granito frío bajo el sol, una presencia silenciosa que ancla la plaza. Puedes sentir la energía del lugar, una mezcla de solemnidad y asombro. No subestimes las distancias; la plaza es enorme. Coge una botella de agua, especialmente en verano. Hay zonas acordonadas, así que sigue las indicaciones y no intentes atajar. La seguridad es visible pero discreta.
A tu izquierda, si miras hacia el norte, sentirás una quietud diferente. El aire se vuelve más denso, cargado de una solemnidad casi palpable. Escuchas el arrastrar de pies de la gente que se mueve en fila, un murmullo respetuoso. La fachada del Memorial de Mao Zedong es sobria, imponente. Si decides entrar, prepárate para un silencio casi absoluto, solo roto por el suave eco de los pasos. Es una experiencia que te hace sentir el peso de la historia y el respeto que aún le profesan muchos. La cola para el Mausoleo puede ser larguísima y se mueve rápido, pero es exigente: no se permiten bolsos (hay taquillas de pago cerca), cámaras, ni gorras. Está abierto solo por las mañanas y cierra sin previo aviso. Considera si el tiempo de espera vale la pena para ti, ya que la visita dentro es muy breve.
A tu derecha, el Gran Palacio del Pueblo se extiende, una mole imponente de mármol gris, que parece absorber el sonido y el calor. Sientes su escala, su peso, la sensación de que aquí se toman decisiones de gran calado. Es un edificio que irradia poder. Al otro lado, el Museo Nacional de China, otro gigante silencioso, te invita con su presencia a explorar siglos de historia. No hay olores específicos aquí, solo la sensación de la inmensidad, el granito frío bajo tus dedos si lo tocas. Ambos edificios son instituciones clave del estado. El Gran Palacio del Pueblo rara vez está abierto al público general. El Museo Nacional es fantástico si tienes tiempo de sobra (varias horas) y te interesa la historia china a fondo, pero no lo incluyas si solo quieres una 'sensación' de la plaza. Para el museo, necesitas reservar entrada con antelación y llevar pasaporte.
Ahora, camina hacia el norte, hacia el punto focal. La Puerta de Tiananmen se alza majestuosa, la imagen icónica que has visto mil veces. Sientes el calor del sol en la piedra antigua, el roce de la brisa mientras pasas bajo sus arcos. El retrato de Mao te observa desde lo alto, y la atmósfera se carga de significado. Puedes casi escuchar el eco de las proclamas históricas. El sonido de los cuervos, si los hay, o el suave murmullo de la multitud, te envuelve. Cruza bajo la puerta, y la sensación es la de pasar de un mundo a otro, de la plaza abierta a la promesa de la Ciudad Prohibida. Para cruzar la Puerta de Tiananmen y acceder a la entrada de la Ciudad Prohibida, hay otro control de seguridad. Ten tu pasaporte listo. Este es el punto final de tu recorrido por la plaza y el inicio de la siguiente aventura. No intentes tocar el retrato de Mao, por supuesto, ni las zonas con guardias.
Mi consejo: ve temprano por la mañana, justo después del amanecer, si quieres ver la ceremonia de izado de bandera y evitar las mayores multitudes. O al final de la tarde, cuando la luz es más suave. Cuidado con los carteristas en las aglomeraciones. Y, sobre todo, tómate tu tiempo. No corras. Deja que el lugar te hable. Es un sitio que se siente, no solo se ve.
Olya from the backstreets