¿Alguna vez te has preguntado cuándo Civitavecchia, ese puerto que te conecta con Roma, realmente te abraza? No es solo una fecha en el calendario, es una sensación. Para mí, el mejor momento es la primavera tardía, digamos desde finales de abril hasta finales de mayo. Imagina esto: el aire es suave, ya no pica el frío del invierno, pero tampoco te asfixia el calor del verano. Hay una brisa ligera que te acaricia el rostro, trayendo consigo el inconfundible olor salado del mar, mezclado con un dulzor sutil de las flores que empiezan a abrirse en los jardines cercanos y el aroma familiar del café que se escapa de los bares. Escuchas el murmullo distante de las gaviotas y el suave chapoteo de las olas contra los muelles, un sonido constante que te acompaña mientras caminas. La gente empieza a llegar, sí, pero no es una marea; es un flujo constante, animado pero aún manejable, con risas y conversaciones que se mezclan sin agobiarte. La luz del sol es dorada, no cegadora, y te envuelve con una calidez perfecta.
Si tu viaje te lleva a pleno verano, prepárate. Julio y agosto son una historia diferente. El aire se vuelve denso, pesado, y el calor irradia desde el asfalto bajo tus pies. El sol es implacable, te sientes como si estuvieras caminando dentro de un horno, y el olor a sal se mezcla con el de la crema solar y, sí, un poco de sudor. El sonido ambiente es un zumbido constante, un coro de miles de voces, maletas arrastrándose y motores de autobuses. La multitud es inmensa, se mueve como una marea imparable, y encontrar un espacio personal es un desafío. Si no tienes más remedio que ir en esta época, mi consejo es llegar muy temprano por la mañana para evitar el pico de calor y gente. Busca las pocas sombras que ofrecen los edificios o los árboles. Mantente hidratado. Las fuentes de agua potable son escasas, así que lleva tu propia botella y rellénala cuando puedas.
El otoño, especialmente septiembre y octubre, ofrece otra experiencia deliciosa, una especie de segundo mejor momento. El aire es más fresco que en primavera, con un toque crujiente, y la luz del sol se suaviza, volviéndose más difusa. El olor del mar es más puro, mezclado a veces con el aroma terroso de las hojas secas. Los sonidos son más tenues, menos frenéticos que en verano; aún hay gente, pero el ritmo es más relajado, hay más espacio para respirar y escuchar las olas. Es una época ideal para aquellos que buscan tranquilidad sin el riesgo de un frío extremo. En cuanto a lo práctico, los servicios turísticos siguen operativos, aunque con horarios reducidos, y es fácil encontrar un buen sitio para comer o tomar un café sin prisas. Vístete por capas, el tiempo puede cambiar rápidamente de una mañana fresca a una tarde templada.
En invierno, de noviembre a marzo, Civitavecchia se transforma en un lugar casi desierto. El aire es frío y cortante, con la humedad del mar que se te mete en los huesos. El olor predominante es el de la sal y la piedra mojada, y el sonido de las olas rompiendo contra el puerto se vuelve mucho más prominente, casi solitario, porque el murmullo de la gente es mínimo. Es la época más tranquila, sí, pero muchos servicios están cerrados o funcionan de forma muy limitada. Si tu objetivo es solo un traslado rápido, puede funcionar; si buscas disfrutar del ambiente, quizás no sea lo ideal. Asegúrate de llevar ropa muy abrigada, impermeable y calzado cómodo y resistente al agua, porque la lluvia es frecuente y el viento puede ser muy fuerte.
Independientemente de la estación, el puerto de Civitavecchia está diseñado para el tránsito de cruceros, así que las rutas peatonales desde los muelles hasta la salida son bastante claras y, en general, accesibles. Sin embargo, el tamaño puede ser abrumador. Si necesitas ayuda para moverte, no dudes en preguntar al personal del puerto; suelen ser muy amables y están acostumbrados a dirigir a los viajeros. Siempre, y repito, siempre, organiza tu transporte desde o hacia Roma con antelación, ya sea tren o shuttle privado. No dejes eso a la improvisación, especialmente si tienes un tiempo limitado o un vuelo que tomar. Los taxis pueden ser caros y la estación de tren no está justo al lado del muelle, aunque es accesible a pie o con un autobús lanzadera.
¡Buen viaje, explorador!
Léa en ruta