¡Hola, trotamundos! ¿Listo para un viaje que te dejará sin aliento? Hoy te llevo de la mano a PortAventura Park, en Tarragona. No como un guía, sino como alguien que ha sentido el vértigo de sus caídas y la brisa de sus caminos. Imagina el aire fresco de la mañana, que aún no huele a palomitas ni a sudor, mientras el sol empieza a calentar la piel. Escuchas el murmullo de la gente, una mezcla de emoción contenida y risas nerviosas. El sonido del agua, casi imperceptible al principio, te da la bienvenida. Entras por Mediterrània, un pueblo pesquero que te abraza con sus olores a salitre y a madera vieja, y el eco de las campanas de un campanario lejano. Desde aquí, mi consejo es ir siempre hacia la derecha, en el sentido de las agujas del reloj, para una ruta fluida y sin dar vueltas innecesarias.
Siguiendo esa dirección, el ambiente empieza a cambiar. Las casas de pescadores dan paso a una vegetación exuberante, densa y húmeda. Estás en Polynesia. Sientes cómo la temperatura sube un poco, el aire se vuelve más denso, y el olor a flores tropicales se mezcla con el del agua de las atracciones. Puedes escuchar el chapoteo de los botes y el lejano grito de la gente en el Tutuki Splash, un sonido que te invita a mojarte. Aquí, si te apetece una aventura más tranquila, puedes subirte a la Canoa y sentir el suave vaivén del agua, o simplemente sentarte a observar el ambiente. Un pequeño truco si vas en temporada alta: el Express Pass puede parecer un gasto extra, pero te ahorrará horas de cola, sobre todo en las atracciones grandes. Piensa en el tiempo que ganas para disfrutar, no solo para esperar.
Después de la calma (o la húmeda diversión) de Polynesia, la atmósfera se electrifica. De repente, te encuentras en China. El aire se llena de la vibración de los gritos y los rugidos metálicos de las montañas rusas. Sientes el suelo temblar bajo tus pies. Aquí es donde el corazón se te sube a la garganta. Shambhala, la reina de las alturas, te espera. Sientes el viento en la cara mientras subes lentamente, un nudo en el estómago que se aprieta con cada metro. Y luego, la caída. Es pura adrenalina, el aire te golpea con fuerza, te arranca un grito que no sabías que tenías. Justo al lado, el Dragon Khan, con sus interminables inversiones, te zarandea de un lado a otro. Mi consejo personal para estas dos: intenta montarte a primera hora de la mañana o a última de la tarde, cuando las colas bajan. Y si vas solo, usa la cola de "single rider"; te subirás mucho más rápido.
Dejando atrás la intensidad de China, el ritmo cambia de nuevo. El sonido de los tambores y las maracas te envuelve, y el olor a especias y a comida recién hecha te abre el apetito. Has llegado a México. Aquí, todo es color y alegría. Puedes sentir el calor del sol en tu piel mientras paseas por sus plazas, y el tacto de las paredes de adobe bajo tus dedos. La música de mariachis te invita a mover los pies. Es el lugar perfecto para un respiro. Si te apetece un buen espectáculo, el Templo del Fuego es una experiencia inmersiva que te hará sentir el calor de las explosiones y el movimiento del suelo. Para comer, el restaurante La Cantina es una opción genial, con un ambiente vibrante y platos sabrosos que te recargan las pilas. No te lo pierdas si buscas algo más que un simple tentempié.
Cruzando México, te adentras en el salvaje Far West. Los sonidos de disparos lejanos y el chirrido de las ruedas de las diligencias te transportan a otra época. El olor a pólvora y a madera vieja te rodea, y el polvo que se levanta al caminar sobre el suelo de tierra te hace sentir como un auténtico vaquero. Las casas de madera crujen bajo el viento, y puedes sentir la aspereza de sus fachadas. Aquí, la diversión es más rústica pero igual de intensa. El Silver River Flume te da un buen chapuzón, y la Stampida, con sus dos trenes compitiendo, te hará sentir la emoción de una carrera desbocada. Si buscas una experiencia diferente, el Gran Canyon Rapids te lleva en una balsa por rápidos y cascadas, donde el agua salpica por todas partes.
Ahora, un pequeño desvío. Si no vas con niños pequeños, puedes "saltarte" SésamoAventura. Es una zona encantadora, llena de colores y personajes que los más peques adorarán, y el tacto de sus atracciones es suave y seguro para ellos. Escucharás las risas de los niños y la música alegre. Pero si tu plan es de adultos y buscas emociones fuertes, no tiene mucho que ofrecerte más allá de un paseo temático. Puedes pasar de largo, o cruzarla rápidamente para llegar a la entrada principal si ya vas de salida.
Para el gran final, si aún te queda energía y las colas lo permiten, mi recomendación es volver a Shambhala o Dragon Khan. La sensación de montarse en una de estas atracciones al anochecer, con las luces del parque encendiéndose, es totalmente diferente. O, si prefieres algo más tranquilo, el espectáculo del lago en Mediterrània, con fuegos artificiales y luces, es un cierre mágico que te dejará un buen sabor de boca. Lo que sí o sí debes llevar: calzado muy cómodo (¡caminarás kilómetros!), una botella de agua rellenable (hay fuentes), y la app del parque para ver los tiempos de espera y el mapa.
¡Hasta la próxima aventura!
Léa from the road.