¡Amigos viajeros, preparaos para sentir la arena bajo vuestros pies, porque hoy exploramos una joya de Vieques!
Sun Bay, o Sombe como lo llaman los locales, es más que una playa; es una sinfonía de tonos azules y verdes que se extiende ante tus ojos. La arena aquí no solo es blanca, es una seda dorada que se extiende suavemente hacia un mar que se gradúa desde un turquesa translúcido en la orilla hasta un añil profundo en el horizonte. Las palmeras, densas y generosas, ofrecen una sombra perfecta, sus hojas susurrando al compás de las olas suaves que rompen con una cadencia casi hipnótica. El aire, cálido y salado, te envuelve con una brisa constante que acaricia la piel. No hay multitudes aquí, solo la promesa de serenidad, un espacio donde el tiempo se diluye en la inmensidad del paisaje. Las aguas son tan claras que puedes ver pequeños peces nadando alrededor de tus pies, y la orilla es un lienzo en constante cambio, decorado por diminutas conchas y corales fragmentados. Es un paraíso prístino donde cada vista invita a la calma.
Y si os detenéis, más allá del rumor constante de las olas, escucharéis un detalle que pocos notan: el suave y casi imperceptible *rasgueo* de los cangrejos fantasma, esos diminutos guardianes de la arena, mientras se deslizan velozmente entre los restos de sargazo seco, un susurro efímero de vida silvestre que solo se revela en la quietud.
¡Hasta la próxima aventura bajo el sol caribeño!