¡Hola, exploradores del alma! Hoy nos adentramos en un lugar donde la historia y la espiritualidad se fusionan bajo el sol de la India.
A pocos kilómetros de la bulliciosa Varanasi, en Sarnath, se alza la imponente Estupa de Chaukhandi. Es un montículo terroso de ladrillo rojo, erosionado por siglos, que culmina en una torre octogonal construida por el emperador Akbar para conmemorar la visita de su padre. Pero su verdadera esencia se remonta miles de años atrás. Aquí, tras alcanzar la iluminación en Bodh Gaya, Buda encontró a sus primeros cinco discípulos. No es el sitio de su primer sermón (ese es el de Dhamek), sino el punto de reencuentro y preparación, un preludio silencioso a la difusión de una de las filosofías más influyentes del mundo. El silencio que envuelve el lugar, roto solo por el susurro del viento entre los árboles, contrasta con la vitalidad de Varanasi. La textura áspera de los ladrillos antiguos bajo la mano, el aire cargado de una quietud profunda, y la silueta del montículo alzándose contra el cielo azul, transmiten una sensación de permanencia y asombrosa antigüedad. No es un lugar bullicioso, sino de introspección.
Imaginar a Buda, recién iluminado, caminando hacia este preciso lugar para reunirse con sus antiguos compañeros ascetas, es sobrecogedor. La expectación, la incredulidad inicial de ellos, y cómo este punto marcó el inicio de la reconexión humana y espiritual que hizo posible todo lo que vino después. Este montículo es el testigo silencioso de ese reencuentro trascendental, el instante en que el Dharma comenzó su viaje al mundo, no con un gran discurso, sino con una simple reunión.
Espero que esta parada te inspire tanto como a mí. ¡Nos vemos en el próximo rincón del mundo!