Los senderos del Parque Nacional Lanín varían de tierra compacta y arena volcánica a tramos rocosos. Su ancho es mayormente para una persona, estrechándose en zonas boscosas densas. Las pendientes oscilan entre suaves ascensos junto a lagos y pronunciadas subidas montañosas. La topografía natural y la señalización mínima guían la ruta, integrándose al paisaje sin estructuras invasivas.

En otoño, el aire es nítido y huele a tierra húmeda; solo se oye el susurro del viento entre los árboles. La multitud es escasa, reflejando un ánimo contemplativo y de profunda conexión natural. El invierno trae un aire gélido y un silencio casi absoluto, roto solo por el crujido de la nieve. Pocos visitantes se aventuran, creando una atmósfera de majestuosa soledad.

¡Amantes de la naturaleza, prepárense para un viaje inolvidable al corazón de la Patagonia!

Al adentrarse en el Parque Nacional Lanín, el aire se vuelve más nítido, cargado con el aroma terroso del bosque húmedo y la resina de los milenarios pehuenes. La vista se pierde en la inmensidad: el volcán Lanín, un coloso nevado que perfora el cielo azul, domina el horizonte. Sus laderas, tapizadas por bosques de coihues y lengas, dan paso a lagos de un azul esmeralda tan puro que duelen los ojos, como el Huechulafquen y el Paimún, cuyas aguas glaciares reflejan cada nube y cada pico. El silencio solo se rompe por el susurro del viento entre las araucarias centenarias, guardianas de un tiempo ancestral. Caminar por sus senderos es pisar historia, sentir la textura rugosa de la corteza milenaria y escuchar el crujido de las hojas secas bajo los pies, mientras el sol se filtra en haces dorados. Cada rincón es una postal viva, una sinfonía de verdes, azules y grises volcánicos que te envuelven por completo, invitando a la contemplación.

Recuerdo una tarde, tras una caminata intensa, sentarme bajo la sombra de un pehuén (araucaria) que debía tener cientos de años, cerca de la comunidad Mapuche Paimún. El silencio era casi reverencial. Un cóndor sobrevoló majestuosamente por encima, un punto oscuro deslizándose en el vasto cielo. En ese instante, no solo sentí la grandeza de la naturaleza, sino la profunda conexión cultural que este árbol ancestral tiene con la cosmovisión Mapuche, su fuente de alimento y sabiduría. El parque no es solo un paisaje; es un santuario viviente que protege especies únicas como el pehuén y el cóndor andino, y resguarda la herencia de quienes han habitado estas tierras por siglos. Ver ese cóndor, sentir la historia bajo mis manos, me hizo entender que Lanín es un tesoro que trasciende lo visual, un legado vital para el futuro.

Así que ya saben, si buscan una conexión profunda con lo salvaje y lo auténtico, Lanín les espera. ¡Nos vemos en los senderos!

El Mirador Arrayán, cerca de San Martín de los Andes, atrae a casi todos los visitantes. Ofrece una postal clásica del Lago Lácar con la ciudad anclada en sus orillas. Enfoca el contraste entre la urbanización sutil y la inmensidad azul del lago rodeado de bosque nativo. La luz oblicua del atardecer pinta la superficie del agua y las montañas con tonos cálidos inigualables.

La imponencia volcánica del Lanín y sus senderos bien mantenidos son su mayor atractivo. El proceso burocrático para obtener permisos de trekking es frustrante y la señalización interna, a veces, confusa. La sorprendente transición de estepa árida a bosque valdiviano denso en distancias cortas es fascinante. Pese a los obstáculos, la inmersión en la naturaleza salvaje de la Patagonia resulta una experiencia inolvidable.

Para alquilar una silla de ruedas o scooter cerca del Parque Lanín, visite Ortopedia San Martín en Gral. Roca 850, San Martín de los Andes. Este establecimiento es el más especializado en equipos de movilidad en la ciudad. Contacte directamente para confirmar disponibilidad y tarifas de alquiler por día o semana. Los precios varían, pero espere un costo diario moderado, similar a otros equipos ortopédicos.

Recorres senderos milenarios, el aroma a ciprés y coihue envolviéndote. Deslizas tu kayak sobre aguas turquesa, el reflejo de los picos nevados danzando. Fijas la mirada en la cima cónica del Lanín, su grandeza volcánica innegable. Observas cóndores planeando en lo alto o descubres huellas de huemules entre la vegetación.

¡Hola, viajeros! Hoy nos zambullimos en la majestuosidad de la Patagonia, directo al corazón de San Martín de los Andes.

Al adentrarse en el Parque Nacional Lanín, es el Volcán Lanín el que primero captura la mirada, su cumbre nevada perforando un cielo azul intenso con una presencia imponente. Pero la verdadera magia reside en sus entrañas. Los lagos, como espejos de agua esmeralda y turquesa, reflejan las laderas cubiertas de *coihues* y *lengas*, donde el silencio solo se rompe por el suave murmullo del viento entre las copas. Caminar por senderos tapizados de hojas caídas es sumergirse en un santuario de verdor y frescura. El aire puro acaricia la piel, impregnado del aroma terroso y resinoso de los *araucarias* milenarios. Es en este denso bosque, especialmente tras una llovizna, donde pocos notan el particular perfume a resina húmeda que emana de la corteza de las *araucarias*, una fragancia que te transporta a tiempos geológicos. Y si aguzas el oído, más allá del canto de las aves, se percibe el rítmico, casi hipnótico, *tac-tac-tac* de un Carpintero Gigante, una percusión discreta que es el pulso de este ecosistema ancestral, un sonido que te conecta directamente con la vida latente del bosque.

¡Nos vemos en el sendero!

Los cambios climáticos son repentinos; empaca capas térmicas y ropa impermeable. Muchos senderos carecen de señalización clara; usa un GPS y lleva un mapa físico. El terreno es exigente y resbaladizo; utiliza calzado de trekking adecuado y bastones. La cobertura celular es nula en áreas remotas; avisa siempre tu ruta y regreso a terceros.

El Parque Nacional Lanín ofrece avistamientos excepcionales; busca el Chucao y el Carpintero Negro. Sus llamados resonantes incluyen el canto del Rayadito y el agudo silbido del Cóndor Andino sobrevolando. Las costas del Lago Lolog y los senderos a la Laguna Verde son puntos tranquilos para la observación. La primavera (octubre-diciembre) es óptima por la actividad de nidificación y la llegada de migratorias.