¡Hola, viajeros! Hoy nos zambullimos en la inmensidad azul de la Patagonia.
Al llegar a San Martín de los Andes, el Lago Lácar te recibe con una paleta de azules y verdes que se funden con los picos nevados del Lanín si la suerte te acompaña. Sus aguas, de una transparencia asombrosa, invitan a sumergirse o simplemente a contemplar la danza de la luz sobre su superficie, reflejando el denso bosque de coihues y arrayanes que abrazan sus orillas. El aire aquí tiene un aroma fresco y puro, mezcla de tierra húmeda y coníferas, que revitaliza cada respiración. Escucharás el suave chapoteo de las olas al besar la orilla de arena volcánica y guijarros, un murmullo constante que es la banda sonora de la serenidad. Desde el mirador de Bandurrias, la vista panorámica revela la magnitud de este espejo de agua, donde los kayaks y veleros parecen pequeños puntos danzando en la quietud. La temperatura del agua, siempre refrescante, es un contraste vivificante en los días soleados, mientras que la brisa cordillerana acaricia el rostro, recordándote la fuerza indómita de la naturaleza patagónica. Es un lugar donde el tiempo parece ralentizarse, invitando a la introspección y al asombro ante la grandiosidad natural.
Pero más allá de su belleza hipnotizante, el Lácar es el corazón latente de la comunidad. Recuerdo una tarde de verano, sentado en la costa de Quila Quina, una comunidad mapuche a la que solo se accede por barco o un camino de ripio. Había un anciano, Don Ramón, tejiendo cestas mientras observaba el lago. Me contó que para ellos, el Lácar no es solo agua, es un ancestro, un espíritu que da vida y conecta con el mar lejano, el Pacífico. Explicó cómo sus abuelos navegaban estas aguas para comerciar y cómo sus hijos aún aprenden a pescar y a respetar cada onda que se forma. El lago es su sustento, su historia y su futuro. Verlo a través de sus ojos, no como un mero paisaje sino como un ser vivo, una fuente de identidad y sustento milenario, me hizo comprender la profunda conexión que existe entre este espejo de agua y el alma de San Martín de los Andes. No es solo un lago hermoso; es la raíz de una cultura, la arteria vital de una región que fluye hacia un océano distante, uniendo mundos.
Así que ya sabes, cuando visites la Patagonia, tómate un momento para sentir el pulso del Lago Lácar. ¡Hasta la próxima aventura!