¡Hola, trotamundos! Si alguna vez te encuentras en Londres y quieres sentir la ciudad de una forma diferente, te propongo un rincón que a menudo se pasa por alto: el City Hall. No es un museo, ni una galería, pero tiene una energía y una forma que te hablan.
Imagina que llegas caminando desde la orilla del Támesis, quizá desde la Torre de Londres. A medida que te acercas, la brisa del río te trae ese olor salino y fresco, mezclado con el aroma a asfalto caliente y, a veces, un toque dulzón de alguna panadería cercana. De repente, sientes cómo el espacio se abre. El sonido del tráfico se suaviza y el eco de tus propios pasos sobre el pavimento pulido se vuelve más nítido. Frente a ti, una silueta que desafía la gravedad: el City Hall. No es un edificio cualquiera; es una enorme esfera de cristal que parece descansar sobre el suelo, inclinada, casi como una piedra pulida por el agua. Toca las barandillas de metal frío a tu alrededor; siente el aire que fluye entre los huecos de su estructura. Empieza por aquí, por la explanada abierta que te permite rodearlo y sentir su volumen, su presencia.
Cuando te adentres en su espacio público, la sensación es de amplitud y luz, incluso si no la ves. El eco de las voces de la gente, un murmullo constante, te envuelve. Presta atención al suelo bajo tus pies; es liso, pulido, y notarás una suave inclinación que te guía sin darte cuenta. Este edificio está diseñado con una rampa espiral que asciende a través de él, y aunque el acceso completo a los pisos superiores suele estar restringido, la sensación de esa curva, de esa espiral ascendente, se percibe desde la planta baja. Siente la temperatura del aire interior, a menudo más fresca y controlada que la del exterior, y la resonancia de tus propios pasos al caminar por un espacio tan abierto y de techos tan altos. Puedes deslizar tu mano por las paredes de cristal que, a pesar de su transparencia, transmiten una solidez fría y suave al tacto.
Para que tu experiencia sea la mejor, te aconsejo ir por la mañana entre semana. Hay menos gente y el ambiente es más tranquilo. No te quedes mucho tiempo en las pequeñas exhibiciones que a veces montan en la planta baja; si no puedes ver las imágenes, el impacto es menor. Lo que realmente vale la pena es sentir la arquitectura, el espacio, el volumen. Puedes sentarte en alguno de los bancos que hay por ahí, sentir la vibración del edificio a tu alrededor, escuchar el ir y venir de la gente, y simplemente ser parte de ese gran vestíbulo que parece un caracol de cristal.
Lo que tienes que guardar para el final, el plato fuerte, es la sensación de salir de nuevo al exterior y girarte. Desde la explanada que rodea el City Hall, tienes una perspectiva única. Escucha el Támesis, que fluye justo al lado, y siente el viento que sopla desde el río. Ahora, gira tu cuerpo y "mira" hacia Tower Bridge. Aunque no lo veas, el ambiente cambia. Los sonidos del río, el claxon lejano de un barco, las gaviotas. Siente la magnitud de ese puente icónico, la historia que desprende, el tráfico pesado que retumba suavemente a lo lejos. Es el contraste entre la modernidad esférica del City Hall y la solidez histórica del puente lo que te dejará una impresión duradera.
Para una ruta sencilla, te diría: llega a la estación de London Bridge (salida The Shard), y camina por The Queen's Walk, pegado al río, hacia el este. Verás el City Hall surgir a tu izquierda. Rodea el edificio por fuera, entra por la puerta principal (es muy evidente), explora la planta baja pública y la sensación de la rampa. Luego, sal por la misma puerta y camina un poco más hacia el este, hacia Tower Bridge, para sentir el ambiente de ese lugar tan emblemático, con el City Hall a tu espalda. Luego puedes seguir por la orilla hacia el este o cruzar el puente.
Olya from the backstreets