¡Hola, trotamundos! Si me preguntas por Río de Janeiro, la mayoría piensa en Copacabana o Ipanema. Pero hay un lugar que se siente diferente, que respira otro aire, y ese es Barra da Tijuca. Imagina una extensión de arena tan vasta que casi no puedes ver el final. Es como si el océano Atlántico hubiera decidido estirar sus brazos y decir: "Aquí, hay espacio para todos". Siente la arena tibia bajo tus pies, suave y fina, que cede un poco con cada paso. Escucha el rugido constante de las olas, un sonido que te envuelve y te recuerda la inmensidad de la naturaleza. El aire aquí no es solo salado; es fresco, amplio, como si el viento tuviera más libertad para jugar. Puedes oler esa mezcla única de mar y libertad. No hay multitudes apretadas; aquí, cada uno tiene su pedazo de paraíso, su propio horizonte.
Cuando estés listo para moverte, ten en cuenta que Barra es grande, muy grande. No es como los barrios más antiguos de Río donde caminas a todas partes. Aquí, el BRT (Bus Rapid Transit) es tu mejor amigo. Hay carriles exclusivos y te lleva a casi cualquier punto de interés dentro de Barra. Si vienes de la Zona Sur, puedes tomar el metro hasta Jardim Oceânico y desde allí, conectar con el BRT. En la playa, encontrarás quioscos cada pocos metros; no dudes en pedir una caña de caldo de cana (jugo de caña de azúcar) bien fría o un agua de coco directo del fruto. Siempre lleva protector solar, el sol de Barra no perdona, y aunque las olas son geniales para surfear, presta atención a las banderas de los salvavidas.
Pero Barra no es solo playa. Justo detrás de la franja de arena, se extiende un sistema de lagunas y manglares que te transporta a otro mundo. Imagina el contraste: de la energía vibrante del océano pasas a la calma chicha de la Lagoa de Marapendi. Aquí, el aire es diferente; aún sientes la brisa, pero trae un aroma más dulce, a vegetación y agua dulce. Escucha el suave chapoteo del agua contra la orilla y, si prestas atención, el canto de pájaros exóticos que anidan en los manglares. Puedes sentir la paz, la quietud que te rodea, casi como si la ciudad se hubiera desvanecido y solo quedara la naturaleza.
Este sistema de lagunas es perfecto para actividades más tranquilas. Puedes alquilar un paddleboard o un kayak y deslizarte suavemente sobre el agua, explorando los pequeños canales. Hay varios puntos de alquiler cerca de la Avenida Ayrton Senna. Si lo tuyo es la tierra firme, encontrarás ciclovías excelentes que bordean las lagunas, ideales para un paseo en bicicleta al atardecer. Es una forma fantástica de ver la vida silvestre local, desde capibaras pastando tranquilamente hasta garzas y gaviotas pescando.
Y luego está la Barra urbana, la que se siente moderna y espaciosa. A diferencia de las calles estrechas y edificios antiguos de otras partes de Río, aquí las avenidas son anchas, los edificios altos y relucientes. Sientes una sensación de amplitud, de progreso. Camina por los pasillos de uno de sus enormes centros comerciales y percibe el zumbido discreto del aire acondicionado, el aroma a café recién hecho de alguna cafetería chic, y el murmullo de conversaciones en un ambiente relajado. Es una energía diferente, más pausada, más orientada a la comodidad y el estilo de vida contemporáneo.
Para comer o salir, Barra tiene opciones para todos los gustos y bolsillos. Desde restaurantes de lujo en los grandes centros comerciales como Village Mall o BarraShopping, hasta bares más relajados en la Avenida Olegário Maciel, que se anima por la noche. Es un buen lugar para probar una churrascaria de rodizio (todo lo que puedas comer) o disfrutar de mariscos frescos. Para moverte por la noche, las aplicaciones de transporte son muy eficientes y seguras. Los precios suelen ser un poco más altos que en otras zonas, pero la oferta es enorme.
Mi abuela siempre contaba que cuando eran jóvenes, Barra da Tijuca era casi un descampado, una zona salvaje con pocas casas y mucha selva. Decía que la gente de Río, cansada del ajetreo y la falta de espacio en la Zona Sur, empezó a soñar con un lugar donde sus hijos pudieran crecer con aire puro y libertad. Y así, poco a poco, con cada familia que se mudaba buscando un nuevo comienzo, Barra se fue construyendo. No fue un plan de gobierno que la hizo grande, sino la visión de la gente, los sueños de tener un hogar con espacio, una vida más tranquila. Por eso, para muchos cariocas, Barra no es solo un barrio; es la materialización de una promesa, el lugar donde el futuro de Río se construyó con esperanza y espacio.
¡Hasta la próxima aventura!
Max en movimiento