¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo de la mano a uno de mis rincones favoritos en el mundo: la vibrante Praia de Ipanema en Río de Janeiro. Imagínate esto: sientes el calor del sol carioca en tu piel, un sol que te abraza y te invita a quedarte. A medida que te acercas, el murmullo de las olas se vuelve más claro, un sonido rítmico que te llama. Lo primero que tus pies encuentran es el famoso *calçadão*, el paseo marítimo. Es una alfombra ancha y ondulada de mosaicos portugueses en blanco y negro, no es totalmente lisa, tiene esa textura sutil de las piedras talladas, un leve relieve que te recuerda su arte. Este camino, que se extiende por kilómetros, es la arteria principal que separa la energía de la ciudad del abrazo del océano. Es un espacio generoso, donde ciclistas, corredores y paseantes se mezclan en una danza constante, guiándote de forma natural a lo largo de la costa.

Cuando tus pies por fin pisan la arena, sientes cómo se hunden ligeramente, un alivio suave bajo el calor del día. La arena es fina y cálida, a veces un poco más densa cerca de la orilla, donde el agua la acaricia. Aquí, en la vastedad de la playa, no hay caminos pavimentados; el espacio es una extensión abierta donde la gente traza sus propias líneas entre las sombrillas de colores y los vendedores ambulantes que anuncian sus productos. La playa está marcada por los "postos" o puestos de salvavidas, que son estructuras numeradas. Estos no son caminos, sino puntos de referencia visibles que te ayudan a orientarte y a entender en qué "sección" de la playa te encuentras, ya que cada puesto tiene su propia energía y clientela habitual. El sonido incesante de las olas y las voces lejanas de la gente son tu banda sonora constante.

Luego, si decides adentrarte más allá del *calçadão*, sientes cómo el ambiente cambia. El aire se vuelve un poco menos salado y más urbano, quizás con el aroma a café o a algún plato local flotando en la brisa. Detrás del paseo, encontrarás amplias avenidas paralelas a la playa, como Vieira Souto o Epitácio Pessoa. Estas calles son lisas y bien pavimentadas, ideales para caminar con comodidad. Los cruces peatonales son frecuentes y bien señalizados, facilitando la transición segura de la playa a las zonas residenciales o comerciales. También hay calles laterales más pequeñas, arboladas, que te llevan a boutiques escondidas y cafés acogedores. Son caminos uniformes, no adoquinados, que ofrecen una transición fluida y te invitan a explorar el encanto del barrio sin obstáculos.

Para moverte por Ipanema, es súper fácil. El *calçadão* es tu mejor amigo si quieres dar un paseo largo, correr o andar en bici, es ancho y perfecto para eso. Para encontrar tu lugar en la playa, simplemente busca los números de los "postos"; son súper visibles y te ayudan a orientarte. Si llegas en metro, las estaciones están a solo un par de cuadras de la playa, lo que hace que el acceso sea comodísimo. No hay caminos complicados ni callejones sin salida; todo está diseñado para que te muevas con libertad. Además, siempre puedes usar las montañas Dois Irmãos en un extremo y la Pedra do Arpoador en el otro como tus grandes puntos de referencia visuales.

¡Un abrazo desde el camino!

Olya en el camino

¿Quieres saber cuándo Ipanema te abraza de verdad? No es solo un mes, es una sinfonía. Imagina que el sol de verano, ese que va de diciembre a marzo, se posa suavemente sobre tu piel. No quema, calienta, te envuelve. Sientes el aire, denso, cargado de humedad, pero que se siente fresco contra tu piel sudada. Caminas por la arena, fina, casi como polvo, que se cuela entre tus dedos. Hueles la sal del mar mezclada con el dulzor del protector solar y un ligero toque cítrico de las caipirinhas que se preparan cerca. Escuchas el rugido constante de las olas que rompen, el murmullo de mil conversaciones en portugués, el eco de una samba que alguien toca en un altavoz portátil, y los gritos de los vendedores ambulantes ofreciendo *queijo coalho* o bikinis nuevos. La gente, ah, la gente. Es una marea vibrante, cuerpos de todas las formas y colores, familias, parejas, amigos, todos compartiendo el mismo espacio con una energía contagiosa. No te sientes observado, te sientes parte de algo grande, una celebración de la vida a cielo abierto. Es en ese momento, con el sol alto y la playa en su apogeo de actividad, cuando Ipanema te muestra su alma más genuina y desinhibida.

La energía de Ipanema cambia con cada nube. Si el cielo se nubla y el sol se esconde, la playa no pierde su encanto, solo cambia de humor. De repente, el ambiente se vuelve más tranquilo, introspectivo. El calor disminuye, la brisa se siente más fresca y el mar puede parecer más oscuro, más profundo. Es un buen momento para una caminata larga por la orilla, sintiendo la espuma de las olas en tus tobillos, sin la prisa de encontrar un hueco para tu toalla. La multitud se dispersa un poco, dejando espacio para pensar, para simplemente ser. Y si de repente llueve, ¡no te preocupes! La lluvia tropical es cálida y suele ser breve. Muchos simplemente se quedan, riendo, o se refugian bajo una sombrilla improvisada. La playa tiene una belleza cruda bajo la lluvia, un recordatorio de que la naturaleza manda. Al atardecer, cuando el sol comienza su descenso sobre las montañas de Dois Irmãos, el ambiente se relaja. Las luces cálidas lo bañan todo, la gente se sienta en la arena a aplaudir la puesta de sol, y el aire se carga de una melancolía dulce, invitando a la reflexión antes de que la noche traiga una nueva oleada de vida.

Para vivir Ipanema al máximo, un par de cosas prácticas: lleva efectivo para los vendedores ambulantes (las caipirinhas y los *mate* helados son un *must*). No te obsesiones con el "puesto" exacto; cada tramo tiene su encanto, aunque el Posto 9 es famoso por su ambiente más joven y bohemio. Si buscas un poco más de tranquilidad, camina hacia el lado de Leblon. Y un consejo sincero: aunque te sientas seguro en la multitud, siempre ten un ojo en tus pertenencias. Deja las cosas de valor en tu alojamiento o llévalas contigo en una bolsa impermeable si te vas a meter al agua. Para llegar, el metro es súper cómodo, la estación Jardim de Alah te deja a un paso. No necesitas llevar toalla; puedes alquilar sillas y sombrillas en la playa por poco dinero. Y lo más importante: déjate llevar. Ipanema es para sentirla, no para planificarla al milímetro.

Olya from the backstreets

¡Hola, trotamundos! Prepárate para zambullirte en un lugar que no solo ves, sino que *sientes* con cada fibra de tu ser: la Praia de Ipanema en Río de Janeiro. Imagina esto: bajas del taxi o del metro, y antes incluso de pisar la arena, un aire cálido y salado te envuelve. No es solo el olor del océano; es una mezcla de coco, protector solar y ese dulzor particular de las caipirinhas recién hechas que se filtra desde los quioscos. Escuchas el murmullo constante de las olas rompiendo suavemente, mezclado con risas lejanas, el grito de los vendedores ambulantes ofreciendo *queijo coalho* y el inconfundible ritmo de la samba que parece flotar desde algún altavoz. Sientes el sol en tu piel, una caricia cálida que te invita a descalzarte y hundir los pies en la arena tibia y suave.

A medida que te acercas al agua, el sonido del mar se hace más nítido, un arrullo rítmico que te calma y te energiza a la vez. No es solo una playa; es un escenario vibrante. Puedes sentir la energía de la gente a tu alrededor, una mezcla de bronceados cariocas, turistas curiosos y familias disfrutando del día. El aire no solo huele a mar, sino a libertad, a la despreocupación de un martes cualquiera en el paraíso. Te tumbas en la arena y el calor de esta se transfiere a tu cuerpo, relajando cada músculo. Cierras los ojos y lo que sientes es la brisa ligera que juega con tu pelo, el sol pintando de naranja el interior de tus párpados y el suave balanceo de las olas en la orilla, una invitación constante a sumergirte en sus aguas.

Mi abuela solía decir que Ipanema no era solo arena y mar, era el latido del corazón de Río. Contaba cómo, incluso en los días más grises, bastaba con pisar esta arena para sentir que la vida volvía a tener color. Decía que aquí, entre el ir y venir de las olas, se tejían las historias más bonitas, las canciones más sentidas, las amistades que duraban toda la vida. Para ella, Ipanema era la prueba de que siempre hay belleza y esperanza, un lugar donde la gente venía a recargarse, a ser simplemente ellos mismos, bajo el sol. No era un lugar para *estar*, era un lugar para *ser*.

Si vas, lleva lo básico: protector solar (¡imprescindible!), una botella de agua recargable para mantenerte hidratado, y dinero en efectivo para las caipirinhas o el agua de coco fresca que venden en los puestos. Es un lugar para relajarse, así que no cargues con muchas cosas de valor. Un buen momento para ir es por la mañana temprano, cuando la playa está más tranquila y el sol no pega tan fuerte, o al atardecer, para ver cómo el cielo se tiñe de colores increíbles sobre las montañas Dos Hermanos.

Para llegar, el metro es tu mejor amigo; la estación General Osório te deja a pocos pasos de la playa. Una vez allí, puedes caminar libremente por toda la orilla. Si quieres alquilar una sombrilla y una silla, los vendedores de los quioscos te las ofrecerán por un precio razonable. Y un último consejo: observa a la gente. La diversidad y la alegría de los cariocas son parte esencial de la experiencia de Ipanema.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

¡Hola, viajeros! Hoy nos zambullimos en Ipanema, un lugar que no solo se ve, se siente con cada fibra de tu ser. Imagina el sol en tu piel, una caricia cálida y constante. Sientes la arena bajo tus pies, fina, casi como azúcar, que se calienta con cada paso. A tu alrededor, el sonido rítmico de las olas rompiendo suavemente, un murmullo constante que te arrulla. Puedes oler la sal del mar mezclada con el dulzor del protector solar y, si te acercas, el aroma fresco de un coco recién abierto. Es una sinfonía de sensaciones, una vibración que te envuelve y te dice: "Estás en Río".

Si buscas esa foto icónica, esa que grita '¡Estoy en Río!', tu destino es la Pedra do Arpoador. Imagina que caminas hacia el final de la playa, donde la arena se encuentra con esta roca gigante. El suelo cambia de arena suave a roca irregular bajo tus pies, pero es seguro. Puedes sentir la brisa marina más fuerte aquí, el aire más fresco. Te detienes. Escuchas el rugido de las olas rompiendo contra las rocas, un sonido diferente al de la orilla, más poderoso. El olor del mar es más intenso, más salado. Es el lugar donde el sol se despide de Ipanema.

Desde Arpoador, a tu izquierda se extiende toda la playa de Ipanema, con sus postes de salvavidas (los 'postos') marcando la distancia. A tu derecha, ves la pequeña Praia do Diabo, más íntima y con olas más fuertes. Delante de ti, el vasto Atlántico. La gente se agolpa aquí, sí, especialmente al atardecer. No es un lugar solitario, es una celebración colectiva. Verás a surfistas esperando la ola perfecta, a parejas abrazadas, a familias enteras. Hay algunos vendedores ambulantes con bebidas frías y snacks, pero no son invasivos. Es un espacio abierto, con espacio para todos.

Para esa foto inolvidable, el atardecer en Arpoador es el rey. La luz se vuelve dorada, luego rosada, pintando el cielo y el mar con tonos increíbles. El sol se sumerge justo detrás de los Dois Irmãos, esas dos montañas icónicas que ves a lo lejos. La atmósfera es mágica, casi reverente, y cuando el sol desaparece, la gente aplaude. Si buscas menos gente y una luz más suave, la mañana temprano (antes de las 9 AM) también es fantástica. La luz es más difusa y verás a los locales haciendo ejercicio. La playa está más tranquila, perfecta para capturar la inmensidad sin distracciones.

Pero Ipanema no es solo Arpoador. Si quieres capturar la esencia del día a día carioca, te sugiero la zona entre el Posto 8 y el Posto 9. Aquí, el ambiente es más vibrante, más de 'playa activa'. Imagina el calor de la arena bajo tus pies mientras caminas, el aroma mezclado de protector solar, coco y el dulce de los churros que venden cerca. Escuchas el batir de las paletas de frescobol, las risas contagiosas de los grupos de amigos, la música de alguna bocina portátil a lo lejos. Es un tapiz de sonidos y sensaciones. Puedes sentir el sol en tu piel, fuerte pero acogedor, y la brisa constante del mar que te refresca.

En esta sección, estarás rodeado de la vida de playa en su máxima expresión. Verás a los vendedores de canga (pareos) con sus coloridas exhibiciones, a los que alquilan sillas y sombrillas, a los que ofrecen caipirinhas recién hechas. Hay una constante danza de gente yendo y viniendo. Al fondo, la línea de edificios de Ipanema, con sus balcones asomándose al mar, y más allá, las montañas que enmarcan la ciudad. Para fotos aquí, el mediodía es ideal para capturar la energía del lugar con luz brillante, o la media tarde (tipo 3-4 PM) cuando la luz empieza a suavizarse y las sombras se alargan, dando más profundidad a las escenas de playa. Es el momento de la 'golden hour' pero con la playa aún llena de vida.

¡Hasta la próxima aventura!

Olya from the backstreets

Acabo de volver de Ipanema y, wow, tengo que contarte. Desde el momento en que pisas la acera, el aire cálido y salado te acaricia la piel. No lo ves, pero lo sientes, ¿verdad? El sol te envuelve. Luego, escuchas ese murmullo constante, como un latido: son las olas rompiendo suavemente a lo lejos, mezcladas con risas y voces. Y el aroma... es una mezcla de crema solar, coco y ese olor único a mar que te dice "estás en Río". Te sientes ligero, libre, casi flotando antes de poner un pie en la arena.

Caminas descalzo y la arena es suave, tibia, casi como talco bajo tus pies. Cada paso se hunde un poquito, una sensación de arraigo y ligereza a la vez. Cuando llegas al agua, es fresca, una caricia helada al principio que luego se vuelve un abrazo salado y perfecto. Sientes la corriente suave moviéndote, y si cierras los ojos, puedes escuchar las voces de los vendedores ambulantes, ese canto rítmico que te ofrece de todo, desde cangrejos frescos hasta bikinis. Es un ballet de sonidos y sensaciones, una energía vibrante y chic, pero a la vez muy relajada. Es como si el tiempo se ralentizara, pero la vida siguiera pulsando con fuerza.

Pero, a ver, siendo honestos, no todo es perfecto. La verdad es que puede llegar a ser *demasiado* concurrido, sobre todo los fines de semana o días festivos. Si buscas tranquilidad para leer un libro, quizás no sea el lugar; el espacio entre toallas es mínimo y a veces te sientes un poco apretado. Y el tema de los precios... bueno, prepárate. Las caipirinhas en la playa o los snacks de los vendedores son más caros de lo que esperas. No es una locura, pero sí para tenerlo en cuenta y que no te pille de sorpresa.

Lo que más me sorprendió, de verdad, fue la diversidad de la gente. Esperaba ver mucho glamour, y sí lo hay, pero también hay familias con niños, grupos de amigos, gente haciendo ejercicio, ancianos charlando. Es un verdadero mosaico humano, y todos parecen encajar perfectamente en ese ambiente. Y la otra cosa fue la eficiencia con la que los vendedores se mueven y la cantidad de cosas que puedes comprar sin moverte de tu sitio: desde un pareo nuevo, gafas de sol, queso a la brasa, hasta protector solar. Es como un centro comercial flotante, pero en la arena, y todo llega a ti.

Mi consejo es ir temprano si quieres un buen sitio y menos gente. Y no te olvides de llevar efectivo para los vendedores; no todos aceptan tarjeta y es más rápido. El atardecer desde Arpoador, justo al final de Ipanema, es algo que tienes que vivir. No te lo cuentan, tienes que sentirlo en tu piel, el aire cambiando, los colores explotando en el cielo mientras el sol se esconde detrás de los Dos Hermanos. Es un cierre de día mágico que te deja sin aliento.

Un abrazo,

Léa desde la carretera

¡Hola, trotamundos! Hoy te llevo a un lugar que se siente como un abrazo cálido y salado: la playa de Ipanema en Río de Janeiro.

Imagina el calor de la arena bajo tus pies descalzos, una sensación suave y granulada que se adapta a cada curva. Escucha el murmullo constante de las olas rompiendo en la orilla, una melodía rítmica que te acompaña, a veces suave como un susurro, otras más enérgica. Sientes la brisa marina acariciando tu piel, cargada con el leve olor a sal y a coco de los protectores solares. A lo lejos, las risas de los niños, el pregón de los vendedores de caipirinhas, la música bossa nova que parece flotar en el aire, envolviéndote en una atmósfera de pura alegría. Estás en Ipanema, un lugar que te abraza con todos sus sentidos.

Pero, ¿qué pasa si la libertad de moverte por esta playa icónica no es tan sencilla para ti? A veces, la belleza de un lugar esconde desafíos para la movilidad. Si necesitas una silla de ruedas o un scooter para explorar Ipanema y sus alrededores, te entiendo perfectamente. No te preocupes, hay opciones disponibles, y aunque no es como alquilar una sombrilla en la arena, tampoco es una misión imposible.

Aunque no encontrarás un puesto de alquiler de sillas de ruedas justo en la arena de Ipanema, la forma más sencilla y cómoda suele ser a través de servicios de alquiler especializados que entregan directamente en tu hotel o alojamiento en la zona. Varias empresas ortopédicas y de salud en Río de Janeiro ofrecen este servicio, cubriendo Ipanema y sus alrededores. Busca en línea "aluguel de cadeira de rodas Rio de Janeiro com entrega" o, aún mejor, pide a la recepción de tu hotel que te asistan. Ellos suelen tener contactos directos o saben dónde buscar. La disponibilidad es generalmente buena, pero es muy recomendable reservar con antelación, especialmente si necesitas un scooter motorizado o un modelo específico, para asegurar que lo tengan listo cuando llegues.

Los precios varían, claro. Para una silla de ruedas manual, puedes esperar pagar entre R$ 30 y R$ 60 por día, con tarifas reducidas para alquileres semanales. Los scooters motorizados son más caros, pudiendo superar los R$ 100 diarios. Es común que pidan un depósito de seguridad o una fianza que te devuelven al finalizar el alquiler. Siempre pregunta por el precio total, si hay seguro incluido y cómo funciona la devolución. Si no hablas portugués, no te preocupes: muchas de estas empresas tienen personal que habla inglés, o puedes pedir ayuda a tu hotel o a alguien local para llamar y preguntar por ti. La amabilidad carioca te sorprenderá, ¡siempre hay alguien dispuesto a echar una mano!

¡Disfruta cada paso (o cada rueda) en Ipanema!

Léa from the road

Imagina que el aire de Río te envuelve incluso antes de verla. Bajas del coche o del metro y, de repente, sientes una brisa cálida que trae un olor salado, mezclado con algo dulce y floral. Tus oídos se llenan con un murmullo constante que es a la vez el ritmo de las olas y el eco lejano de risas y conversaciones. Caminas unos pocos pasos más, y el sol te golpea de lleno, una luz dorada y brillante. Entonces, tus pies se hunden en una arena suave, casi como polvo fino, que conserva el calor del día. Es Ipanema. No es solo una playa, es un despertar de los sentidos.

Una vez que encuentras tu sitio, el sol te abraza por completo. Te tumbas y sientes la arena tibia bajo tu espalda, mientras el sonido de las olas se convierte en una melodía constante. A tu alrededor, escucharás el chapoteo de los niños jugando, el canto de los vendedores ambulantes ofreciendo sus productos y, a veces, el suave golpeteo de una pelota de futevólei. Si te atreves a meterte, el agua del Atlántico es fresca y te envuelve con un abrazo vigorizante, limpiando cualquier rastro de calor. Sientes cómo las pequeñas olas te mecen suavemente, mientras el sol te calienta la cara.

Cuando el calor aprieta o tienes sed, no hace falta que te muevas mucho. Verás a gente con carritos que se pasean por la orilla. Lo más refrescante es un coco helado; te lo abren al momento y puedes beber directamente de él. El sabor es suave, ligeramente dulce y te baja la temperatura corporal al instante. Si tienes un poco de hambre, busca el "queijo coalho", un queso a la parrilla servido en un pincho. Es salado, un poco gomoso y con un aroma ahumado delicioso. Los vendedores de "açaí" también son fáciles de encontrar; es una crema fría y espesa de baya, servida con granola o plátano, que te da una energía increíble.

Mientras disfrutas, la playa es un escenario vivo. Escucharás el silbido de las pelotas de futevólei, que combinan fútbol y voleibol con una habilidad asombrosa. Siente la brisa mientras observas el ir y venir de la gente, cada uno con su ritmo. Verás a jóvenes haciendo ejercicio, a familias disfrutando del día, a parejas paseando de la mano. Si buscas un buen spot para observar, dirígete a la zona del Posto 9 (las playas en Río están divididas por "postos" o puestos de socorristas). Es un punto de encuentro con mucha vida, especialmente para los jóvenes y la comunidad LGBTQ+. No te sorprendas si te ofrecen caipirinhas recién hechas; son deliciosas pero tómalas con calma, son potentes.

Cuando el sol empieza a bajar, la atmósfera cambia. El aire se vuelve un poco más suave, y el cielo se tiñe de colores que van desde el naranja intenso hasta los púrpuras y rosas más profundos. El sol se desliza lentamente detrás de las montañas de los Dos Hermanos, y la playa entera parece contener la respiración por un momento. La gente aplaude cuando el último rayo desaparece. Es un momento colectivo, de asombro y conexión, que te deja una sensación de paz y gratitud.

Una vez que el sol se ha escondido, la playa empieza a vaciarse. Los vendedores recogen sus cosas y la luz artificial de la ciudad comienza a brillar. No te quedes muy tarde solo en la arena; es mejor dirigirse a las calles cercanas. Justo detrás de la playa, Ipanema tiene una gran variedad de bares y restaurantes donde puedes cenar o tomar algo. Hay opciones para todos los gustos y presupuestos. Para moverte, lo más cómodo y seguro es usar aplicaciones de transporte como Uber o 99, o tomar un taxi. La zona está bien conectada y es fácil encontrar transporte de vuelta a tu alojamiento.

Léa from the road

¡Hola, explorador! ¿Listo para sentir Río? Imagina que estás llegando a Ipanema. No necesitas ver el azul del océano para sentirlo. Primero, la brisa. Llega con ese aroma salado, fresco, pero también arrastra algo más: el dulce de la caña de azúcar recién exprimida y el sutil ahumado del queso asado a la brasa. Escuchas el murmullo de las olas, un ritmo constante que es la banda sonora de la ciudad, mezclado con risas lejanas y el suave chirrido de las sillas de playa al moverse sobre la arena. Caminas y sientes la arena tibia bajo tus pies, fina y suave al principio, un poco más gruesa y fresca a medida que te acercas al agua, donde la humedad se pega ligeramente a tu piel. El sol te abraza, cálido, envolvente, una manta de bienestar que te dice: "Estás aquí".

Ahora, concéntrate. Más allá del murmullo general, hay un sonido muy particular que rara vez verás en una guía, pero que es el latido de Ipanema: el canto del vendedor de *biscoito Globo*. No es un grito, es una melodía, un tono agudo y repetitivo que se eleva por encima del resto del bullicio. "Biscoito Globo! Mate! Limão!" Se repite, casi hipnótico. Es el sonido de la tradición, del día a día carioca. Y si te acercas, sentirás el crujido seco del *biscoito* en tus manos, su ligereza, y el contraste con el frío vaso de *mate* que te entregarán, con el hielo tintineando suavemente y el olor cítrico del limón recién exprimido que se mezcla con el aire salado. Es una sinfonía de lo simple, lo cotidiano, lo que hace que Ipanema sea Ipanema de verdad.

Cuando vayas, lo práctico: lleva protector solar, ¡y no escatimes! El sol de Río es intenso. Un sombrero o gorra también es buena idea. No necesitas llevar toalla; hay muchos puestos donde puedes alquilar sillas y sombrillas por un precio razonable. Siempre negocia un poco si te parece que el precio es alto. Lo mejor es ir por la mañana temprano, antes de las 10, o al final de la tarde, después de las 4, para evitar el pico de calor y la mayor aglomeración de gente.

Para moverte, Uber o taxis son tus amigos, pero si te sientes aventurero, el metro te deja a pocas cuadras de la playa y es muy eficiente. No te olvides de probar el *queijo coalho* (queso a la brasa) que te venden en la playa, es una delicia salada y caliente. Y si ves a alguien ofreciendo *açaí*, pruébalo con granola y banana, es el snack perfecto para recargar energías. Mantén tus pertenencias a la vista y cerca de ti, como en cualquier playa concurrida del mundo, y así solo te preocuparás de disfrutar.

Leo en movimiento.

¡Hola, aventurero! Imagina esto: el sol cálido acariciando tu piel, el murmullo constante de las olas rompiendo suavemente en la orilla, y el aire, cargado con el inconfundible aroma a salitre y protector solar. Estás en Ipanema, y sientes la energía vibrante de Río pulsando a tu alrededor. Puedes casi saborear la caipiriña que te espera. Pero antes de dejarte llevar por completo, déjame compartirte algunos detalles para que tu experiencia sea tan placentera como segura, como si camináramos juntos por la arena.

A medida que te acercas a la playa desde las calles de Ipanema, tus pies notarán un cambio. Las aceras pulcras y los mosaicos decorativos de la Avenida Vieira Souto pueden volverse resbaladizos, especialmente si ha llovido o si la humedad es alta. Sientes la textura lisa bajo tus sandalias o, si vas descalzo, la frescura de la piedra. Es fácil distraerse con la vista del Morro Dois Irmãos a lo lejos, pero presta atención a dónde pisas. Un paso en falso sobre una baldosa mojada podría arruinar el día.

Una vez que dejes atrás el paseo y te adentres en la arena, la sensación bajo tus pies cambia drásticamente. El calor de la arena dorada te envuelve, pero no todo es suavidad. Puedes encontrar pequeñas piedras, conchas rotas o incluso restos de coral que la marea ha arrastrado. Sientes la irregularidad del terreno, especialmente cerca de la orilla donde las olas han esculpido la arena. Camina despacio al principio, dejando que tus pies se acostumbren a las sorpresas que la playa te ofrece, evitando golpes inesperados.

Y mientras te sumerges en el ambiente de Ipanema, con el sonido de los vendedores ambulantes ofreciendo sus productos y la música suave de alguna bossa nova flotando en el aire, es importante mantener un ojo avizor en tus pertenencias. Piensa en ello como una gran fiesta en la playa donde todos quieren divertirse. Es mejor dejar los objetos de valor en tu alojamiento. Si llevas tu teléfono, guárdalo en un lugar seguro y discreto. No lo dejes a la vista sobre la toalla mientras te das un chapuzón. La idea no es alarmarte, sino recordarte que, como en cualquier lugar con mucha gente, la precaución es tu mejor amiga. Disfruta de la brisa, del sol y de la gente, pero siempre con una pizca de astucia carioca.

¡Que disfrutes cada instante de Ipanema!

Sofía en Movimiento

¿Amante de las aves y pensando en Ipanema? Absolutamente. Imagina que te acercas a la arena. No es solo el murmullo constante de las olas; entre el viento salado y el olor a mar, te llega un coro diferente. Escuchas el graznido agudo de una gaviota, el silbido metálico de un pájaro que cruza el cielo, o quizás el parloteo distante que viene de algún árbol cercano. Si te paras un momento y dejas que tus ojos se acostumbren al horizonte, empezarás a verlos: pequeñas siluetas que se zambullen, otras que planean con una gracia increíble. Es una sinfonía sutil, pero está ahí, esperando que la descubras.

Cuando estés allí, busca las gaviotas (las verás por todas partes), las andorinhas-do-mar (golondrinas marinas) que se lanzan al agua con una precisión asombrosa. Con un poco de suerte, en el cielo verás la silueta inconfundible de una fragata, majestuosa, aprovechando las corrientes de aire. Y no te sorprendas si escuchas los chillidos agudos de los loros o periquitos que a veces cruzan la playa, volando entre los cocoteros y la vegetación de la orilla, buscando refugio en los parques cercanos.

Para tener la mejor experiencia y poder escuchar sin la distracción del bullicio, aléjate de la zona central de la playa. La Pedra do Arpoador, en el extremo izquierdo (mirando al mar), es un mirador natural fantástico. Puedes sentarte en las rocas y observar el horizonte y el cielo. También, los extremos de la playa, cerca de los canales o donde la vegetación se vuelve más densa, suelen ser más tranquilos y ofrecen más oportunidades para avistar aves que se alimentan o anidan.

El mejor momento para ir es al amanecer. La luz es suave, la arena está fresca bajo tus pies y la playa aún no está llena de gente. Es cuando la mayoría de las aves están más activas, buscando comida o simplemente comenzando su día. Si el amanecer es demasiado temprano para ti, el final de la tarde, justo antes del atardecer, también puede ser bueno, cuando el calor del día disminuye y algunas especies vuelven a ser más visibles.

Olya desde las callejuelas