¡Hola, trotamundos! Si me preguntas cómo guiarte por Copacabana, te diría que no es solo una playa, es un latido. Para sentirlo de verdad, empezaríamos por el extremo menos obvio, cerca de Leme, en el Posto 1. Imagina que bajas del coche o del taxi y lo primero que te golpea es el olor a salitre mezclado con un toque dulce de protector solar y a veces, si hay viento, ese aroma inconfundible a coco tostado de los vendedores. Escuchas el murmullo constante de las olas rompiendo suavemente, un ritmo que te invita a aflojar el paso. Sientes la brisa cálida en tu piel, el aire vibrante de la ciudad que te abraza. No corras, solo respira hondo y deja que el ambiente te envuelva. Es el punto perfecto para empezar a caminar, con toda la curva de la playa abriéndose ante ti, una postal viviente.
Ahora, con ese primer impacto en el cuerpo, empezamos a caminar por el famoso *calçadão*, el paseo de mosaicos en blanco y negro. Bajo tus pies, sentirás la textura lisa y fresca de las piedras portuguesas, un diseño ondulante que te guía. A tu derecha, el sonido del Atlántico es una banda sonora constante, a veces un rugido, a veces un susurro. A tu izquierda, los quioscos empiezan a aparecer, uno tras otro, cada uno con su propia música y el aroma de las caipirinhas recién hechas y las frituras. Puedes oír la charla animada, las risas, el sonido de las pelotas de voleibol y fútbol playa. Mi consejo aquí: no te detengas en el primer quiosco que veas, hay muchos y mejores por venir. Y lleva una botella de agua, el sol carioca no perdona, aunque la brisa te engañe.
A medida que avanzamos, te invito a quitarte las sandalias y sentir la arena bajo tus pies. Al principio puede estar caliente, casi quemando, pero a medida que te acercas al agua, se vuelve más fresca y compacta. El agua... ah, el agua de Copacabana. No es siempre cristalina, pero su temperatura es una caricia. Si te animas, métete hasta las rodillas y siente la fuerza de las olas contra tus piernas, el vaivén. Es una sensación de poder y libertad increíble. Escucharás el chapoteo de los niños, los gritos de alegría, el murmullo de las conversaciones en portugués mezclado con idiomas de todo el mundo. Aquí, lo que te diría que "saltes" es la idea de buscar un tramo de playa "vacío"; Copacabana es su gente, su energía. Abraza la multitud, es parte de la experiencia.
Siguiendo nuestro camino, llegamos a la parte central de la playa, entre el Posto 3 y el 4. Aquí la energía se multiplica. Sentirás la vibración del ritmo, la música más alta, los gritos de los vendedores ambulantes ofreciendo todo, desde queso asado hasta pareos y canga. Verás partidos de voleibol y *futevôlei* con una habilidad asombrosa; el sonido de la pelota al ser golpeada es un golpe seco y rítmico. Si quieres un coco helado, este es el lugar. Pide uno, siente la cáscara rugosa y fría en tus manos, y luego el líquido dulce y refrescante que te hidrata. No te preocupes por el "glamour", aquí la gente es real y vive el momento. Si necesitas un parasol y una silla, los encontrarás por todos lados; negocia el precio con una sonrisa.
Para el final, y esto es lo que definitivamente guardaremos como el broche de oro, caminaremos hasta el final de la playa, donde se alza imponente la Fortaleza de Copacabana. A medida que te acercas, el sonido de las olas cambia, se hace más profundo, chocando contra las rocas. El ambiente se vuelve un poco más sereno, menos bullicioso. Siente el cambio de la arena a la piedra del fuerte bajo tus pies. Aquí, en la punta, el olor a salitre se intensifica y se mezcla con el aroma a café y pan recién horneado de las cafeterías que hay dentro. Lo mejor es venir al atardecer. Ponte de pie en los miradores de piedra, siente el viento fresco que te acaricia el rostro y observa cómo el sol tiñe el cielo de naranjas, rosas y púrpuras, proyectando sombras largas sobre el mar y la curva de la playa. Es un espectáculo para todos los sentidos, un momento para sentir la inmensidad y la belleza de Río.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets