Imagina que llegas a Las Vegas, y de repente, sientes el aire más cálido, más seco, y el sonido de los coches se mezcla con una especie de zumbido distante, el pulso de la ciudad. Y entonces, de la nada, un castillo. Sí, un castillo. No es el típico edificio de cristal, sino algo que te transporta a otra época. Cuando te acercas, el aire huele a una mezcla de ozono y algo dulce, quizás de las tiendas de caramelos cercanas. Escuchas el eco de risas, el murmullo de conversaciones, y el suave tintineo de algo lejano. Es como si el lugar te invitara a entrar en su propia burbuja, un cuento de hadas en medio del desierto.
Cuando cruzas el umbral, el sonido te envuelve. No es un ruido agresivo, sino una sinfonía de máquinas tragaperras que suenan como monedas cayendo, el suave roce de las cartas al ser repartidas en las mesas, y el murmullo constante de voces. El suelo bajo tus pies es una alfombra gruesa, mullida, que absorbe parte del sonido y te da una sensación de confort, casi como si estuvieras flotando. El aire aquí dentro tiene un aroma particular, una mezcla de palomitas de maíz recién hechas, un toque floral de algún perfume y un ligero dejo metálico. Te sientes inmerso en la energía, es palpable. Hay luces por todas partes, pero no te ciegan; se reflejan y crean un ambiente vibrante.
Subes a tu habitación y, de repente, la intensidad de la planta del casino disminuye. El pasillo es más silencioso, la alfombra sigue siendo gruesa y el aire más neutro. Cuando abres la puerta de tu habitación, sientes un alivio inmediato. El colchón es firme pero cómodo, y puedes sentir las sábanas frescas al tacto. El baño es funcional, con el agua de la ducha saliendo con buena presión, lo cual es un lujo después de un día de caminar. Las habitaciones son cómodas y limpias, sin lujos excesivos, pero cumplen su función. Si puedes, pide una en los pisos superiores para reducir el ruido exterior, aunque por la noche la ciudad nunca duerme del todo.
Después de descansar, el hambre aparece. En Excalibur, la comida es una experiencia de contrastes. Puedes oler el aroma de las pizzas recién horneadas al pasar por la zona de comida rápida, o el dulzor de los postres en el buffet. En el buffet, el sonido es diferente: el tintineo constante de los cubiertos contra los platos, el murmullo de cientos de conversaciones, y el crepitar de la comida en las estaciones calientes. La variedad es inmensa, y puedes sentir las diferentes texturas en tu boca, desde lo crujiente de un pollo frito hasta la suavidad de un puré. Hay opciones para todos los gustos, desde un food court económico con comida rápida hasta restaurantes más formales. El buffet es una opción popular, pero puede estar muy concurrido. Si buscas algo más tranquilo, hay restaurantes específicos con menús más elaborados.
Una de las experiencias más inmersivas es el Tournament of Kings. Imagina que entras en una arena oscura, y de repente, el estruendo de los cascos de los caballos resuena en el aire, haciendo vibrar el suelo bajo tus pies. Escuchas el choque de las espadas, los gritos de la multitud que anima a sus caballeros, y el aroma a heno y a la excitación del espectáculo. Sientes el calor de las llamas que se elevan en el escenario y el frío de la bebida que te ofrecen. Es una cena con espectáculo interactivo donde comes con las manos. Si no te apetece eso, el hotel tiene una gran sala de juegos arcade, Fun Dungeon, donde el sonido de las máquinas y las risas de los niños llenan el espacio. Para el Tournament of Kings, reserva tus entradas con antelación, especialmente los fines de semana, ya que se agotan rápido. Es una actividad divertida y apta para toda la familia.
Y para moverte, la ubicación de Excalibur es clave. Sales del hotel y sientes la brisa, el sol en tu piel. Puedes caminar fácilmente hasta el Luxor, que está justo al lado y parece una pirámide gigante, o hasta el Mandalay Bay, que tiene una playa artificial increíble. Hay un monorraíl gratuito que conecta estos tres hoteles, lo que te ahorra mucho tiempo y esfuerzo. Sientes el suave balanceo del monorraíl mientras te deslizas sobre la Strip, viendo los hoteles pasar. Si quieres ir más lejos, hay paradas de autobús justo enfrente. El monorraíl es un salvavidas para moverte por la parte sur de la Strip sin cansarte demasiado.
Olya from the backstreets.