¡Hola, amiga! Acabo de volver de Nueva Orleans, y tengo que contarte todo sobre Bourbon Street. Es una locura, te lo juro. Imagina que pones un pie en esa calle y, de golpe, te envuelve una capa densa y cálida de humedad, casi pegajosa, que te abraza la piel al instante. Escuchas, no, *sientes* el sonido vibrar en el pecho: una mezcla caótica pero maravillosa de trompetas de jazz que se escapan de cada puerta, risas estridentes que se mezclan con gritos lejanos y el suave tintineo de los vasos que chocan. El aire tiene un aroma particular, una amalgama dulzona y ligeramente rancia de alcohol derramado, sudor, un toque de especias cajún que se cuela de algún restaurante y, sí, a veces, un rastro de humedad y desagüe que te recuerda que estás en un lugar muy, muy viejo. Caminas, o más bien te dejas llevar por la marea humana, sientes el asfalto bajo tus pies, a veces pegajoso, a veces irregular, y cada paso es un ritmo más en esa sinfonía de la noche. Es un asalto a los sentidos, sí, pero uno que te despierta y te hace sentir increíblemente vivo.
Lo que más me sorprendió es cómo, entre todo ese caos, puedes encontrar momentos de pura magia. De repente, la multitud te empuja hacia un lado y te encuentras frente a una pequeña banda de jazz, justo ahí, en la calle. Cierras los ojos un segundo y dejas que el saxofón te acaricie el alma, sientes la vibración del contrabajo en el suelo, como si la música te recorriera los huesos. Es como si la historia de la ciudad te hablara directamente. Y luego, abres los ojos y la fiesta sigue a tu alrededor, pero por un instante, estuviste en tu propio universo de blues y alma. Esa dualidad, esa capacidad de ser tan ruidosa y, a la vez, tan íntima, es algo que no esperaba para nada.
Pero ojo, no todo es purpurina y jazz. Cuando la noche avanza, la cosa se pone un poco más... intensa. La calle se vuelve increíblemente densa de gente, y el suelo se impregna de todo tipo de líquidos, así que lleva zapatos cerrados y que no te importe ensuciar. De verdad. El olor, que al principio es parte de la experiencia, puede volverse un poco abrumador después de un rato, y la sensación pegajosa bajo tus pies es constante. Mi consejo: no te quedes solo en Bourbon Street. Explora las calles adyacentes, como Frenchmen Street, para una experiencia musical más auténtica y menos turística. En Bourbon, pásate un rato, empápate del ambiente, pero no te quedes toda la noche si buscas algo más allá de la fiesta desenfrenada.
Si vas a beber, y créeme, es difícil no hacerlo allí, ten en cuenta que los cócteles 'to go' son parte de la cultura, pero los precios pueden ser bastante altos en los bares principales. Busca los 'hand grenades' si te atreves, son famosos pero potentes. Y sobre todo, mantente alerta. Es un lugar con muchísima gente y, aunque la mayoría va a divertirse, siempre hay que tener cuidado con tus pertenencias. No te separes de tus amigos, especialmente si vas tarde. Es un lugar para disfrutar con los cinco sentidos, pero también con la cabeza fría, al menos un poquito. No es el lugar para buscar una cena tranquila, es más bien para picar algo rápido y seguir la marcha.
¡Espero que te sirva! Ya me contarás si te animas. Un abrazo,
Olya de los callejones.