¡Hola, hola, gente viajera! Acabo de volver de una inmersión total en el Parque Nacional Everglades, ¡y tengo que contarte todo! Aunque mucha gente asocia Florida con Orlando y sus parques temáticos, la verdad es que los Everglades están bastante más al sur, cerquita de Miami. Pero no importa desde dónde vayas, la experiencia es tan diferente a todo lo demás que la distancia se olvida.
Desde el momento en que pones un pie allí, el aire te envuelve. No es un calor seco; es una humedad densa que te abraza, cargada con el aroma de la tierra mojada, de las plantas acuáticas y un dulzor extraño, casi salvaje. Cierras los ojos e *imagina* que estás en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Escuchas el zumbido constante de los insectos, el chapoteo ocasional de algo moviéndose en el agua y, a lo lejos, el rugido amortiguado de un aerodeslizador que rompe el silencio por un instante. *Caminas* sobre pasarelas que se adentran en la ciénaga, y sientes cómo el sol te calienta la piel, mientras la brisa que se cuela entre los manglares te trae un alivio fugaz. Es un ecosistema vivo, palpitante, que te hace sentir pequeño y asombrosamente conectado con la naturaleza más pura.
Y hablando de vida, prepárate para los caimanes. Es imposible no verlos. *Escuchas* un siseo suave, o quizás solo el chapoteo de una cola, y de repente, ahí están. Son criaturas fascinantes. Lo que más me sorprendió fue su inmovilidad, su paciencia. Puedes estar a unos pocos metros de uno, y se queda tan quieto que parece parte del paisaje, un tronco flotante con ojos amarillos que te observan sin pestañear. Pero luego, de un instante a otro, esa quietud se rompe con una velocidad asombrosa si deciden moverse. No hay jaulas ni barreras gigantes, solo la naturaleza en su estado más crudo. *Sientes* una mezcla de respeto y una pizca de miedo primario al estar tan cerca de estos depredadores, pero es una experiencia que te pone los pelos de punta de la mejor manera.
Una de las experiencias más icónicas es el paseo en aerodeslizador. Te subes a una de esas lanchas con un motor gigante detrás, y el viento te golpea la cara en cuanto arranca. El ruido es ensordecedor al principio, pero te dan protectores para los oídos. *Sientes* el rocío del agua en tu piel mientras la lancha se desliza a toda velocidad sobre la superficie, zigzagueando entre la vegetación. Es una forma increíble de cubrir mucho terreno y ver la inmensidad del parque. Como consejo, elige una compañía con guías que conozcan bien la zona; los nuestros eran fantásticos señalando aves y caimanes escondidos. No es una experiencia tranquila, es pura adrenalina, pero te da una perspectiva única del pantano.
Ahora, seamos honestos, no todo es idílico. El calor y la humedad son intensos, y los mosquitos... ah, los mosquitos. Son una plaga, especialmente si vas al amanecer o al atardecer. Lo que no me gustó es que, si no vas preparado, pueden arruinarte la experiencia. Mi consejo sincero: lleva repelente de mosquitos con DEET sí o sí, sin escatimar. Y no subestimes el sol; un sombrero de ala ancha, gafas de sol y protector solar son tus mejores amigos. También, mucha agua. De verdad, mucha. La infraestructura dentro del parque es básica, así que no esperes tiendas o restaurantes en cada esquina. Es para ir a lo salvaje, no a un resort.
Más allá del aerodeslizador, lo que me sorprendió fue la diversidad. No es solo un pantano de caimanes. Hay zonas de pinos, manglares, y senderos para caminar donde puedes ver aves exóticas, tortugas y hasta manatíes si tienes suerte y vas en la época adecuada. *Caminas* por senderos elevados como el Anhinga Trail, y el silencio es abrumador, roto solo por el canto de los pájaros o el chapoteo de un pez. *Sientes* la paz de estar desconectado, de observar la vida salvaje en su hábitat sin prisas. Lo que más me sorprendió fue la cantidad de aves diferentes que vi, desde garzas majestuosas hasta ibis de pico curvo, cada una con su propia danza. Es un paraíso para los amantes de la ornitología.
Para llegar, lo más práctico es volar a Miami y alquilar un coche. Desde Miami, estás a una hora o poco más de la entrada principal del parque (Royal Palm o Ernest Coe Visitor Center). La entrada tiene un costo por vehículo, y el ticket es válido por varios días, lo cual es genial si quieres volver a explorar. La mejor época para ir es durante la estación seca (de noviembre a abril), cuando las temperaturas son más agradables y los animales se concentran más en las charcas, haciendo que sea más fácil verlos. Por la mañana temprano o al final de la tarde son los mejores momentos para la observación de fauna. Es un lugar único en el mundo, un tesoro natural que merece la pena explorar con calma.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets