¡Hola, viajeros del alma! Hoy les llevo a un rincón donde el tiempo se detiene y la naturaleza susurra secretos milenarios: Muir Woods, en las afueras de San Francisco.
Imagina que el aire a tu alrededor cambia de repente. Un velo de frescor te envuelve, como si hubieras cruzado un umbral invisible. El sonido del tráfico, el murmullo de la ciudad, se desvanecen. Lo único que escuchas es un silencio espeso, antiguo, roto solo por el goteo constante de la humedad en las hojas y el canto lejano de un pájaro que parece haber olvidado cómo era el ruido. Sientes el suelo bajo tus pies, blando, acolchado por miles de años de agujas de secuoya y musgo, una alfombra natural que amortigua cada paso. Levantas la cabeza (o simplemente te paras y sientes), y la inmensidad se hace presente. El aire es más denso aquí, más puro, con un aroma a tierra mojada, a vida descomponiéndose y regenerándose al mismo tiempo, un olor dulce y terroso que te llena los pulmones y te dice: "Estás en casa".
Avanzas por el sendero y esa fragancia se intensifica. No es solo el aroma a pino o a bosque; es un perfume único, el de la *humedad perpetua* de las secuoyas, mezclado con un dulzor sutil que solo la madera antigua y la tierra fértil pueden producir. Es el olor de las agujas de secuoya caídas que se deshacen lentamente, liberando un bálsamo terroso y ligeramente cítrico que se adhiere a tu ropa. Escuchas con atención y, más allá del rumor del arroyo que te acompaña, notarás un sonido apenas perceptible pero constante: el *goteo rítmico del rocío o la niebla* que se condensa en las copas de los árboles, cayendo en pequeñas gotas sobre las hojas del sotobosque, como un tamborileo suave y orgánico que solo el bosque más antiguo puede orquestar. Es el sonido de la propia vida del bosque, un detalle que te ancla al lugar de una manera que ningún mapa puede describir.
Caminas, y el camino de tierra compacta te guía. A veces, sentirás la suavidad de una raíz expuesta bajo tu pie, o la textura rugosa y fibrosa de la corteza de una secuoya si extiendes la mano. Es fría al tacto, húmeda, como si respirara. La temperatura se mantiene fresca, incluso en un día soleado, y esa frescura es un abrazo constante, un recordatorio de la sombra protectora de estos gigantes. Los sonidos son mínimos, pero vibrantes: el crujido de una rama seca bajo el pie de otro visitante, el zumbido ocasional de un insecto, y de nuevo, el inconfundible y reconfortante sonido del agua del arroyo Redwood Creek, que corre paralelo al sendero principal, un compañero constante en tu exploración.
Para llegar a Muir Woods, la mejor opción es reservar un billete de autobús lanzadera (shuttle) o un aparcamiento con antelación a través de Recreation.gov. ¡Es obligatorio! No intentes ir sin reserva, te darán la vuelta. El servicio de lanzadera sale desde Sausalito o Mill Valley y es súper cómodo si no quieres preocuparte por el coche. Si vas en coche, el aparcamiento es limitado y se agota rápido, así que reserva con mucha antelación, sobre todo en temporada alta o fines de semana.
Una vez allí, vístete por capas. Aunque San Francisco esté soleado, dentro del bosque la temperatura baja bastante y la humedad es alta. Un chubasquero ligero o una chaqueta impermeable es una buena idea, ya que la niebla o la lluvia fina son comunes. Lleva calzado cómodo y cerrado, como botas de senderismo o zapatillas deportivas, ya que los senderos son de tierra y pueden estar resbaladizos. Y no olvides una botella de agua; aunque el recorrido principal no es muy largo, siempre es bueno mantenerse hidratado.
Los senderos principales de Muir Woods son accesibles y bien mantenidos, muchos de ellos con pasarelas de madera que facilitan el paseo. Hay rutas para todos los niveles: desde un circuito de una hora muy fácil y prácticamente plano, ideal para familias o personas con movilidad reducida, hasta senderos más empinados y largos que te llevan a las zonas menos concurridas y más profundas del bosque. Si buscas tranquilidad, intenta ir a primera hora de la mañana o a última de la tarde, o en días laborables fuera de temporada alta. La mayoría de la gente se queda en el circuito principal, así que aventurarte un poco más te recompensará con más soledad y la oportunidad de conectar de verdad con el lugar.
¡Nos vemos en el próximo destino!
Marta en Movimiento