¿Te has preguntado qué se siente al estar en el lugar donde nacieron los Juegos Olímpicos modernos? Mira, llegar al Panathenaic Stadium es fácil. Está a tiro de piedra del Jardín Nacional, así que puedes ir andando desde Syntagma, es un paseo agradable de unos 15-20 minutos, o coger el metro hasta Akropoli y de ahí son diez minutos a pie. Cuando te acercas, antes incluso de verlo entero, el sol ya te calienta la piel, y el zumbido del tráfico ateniense empieza a desvanecerse. De repente, lo ves: un mármol blanco brillante que casi te ciega bajo el sol griego. Imagina la escala, la inmensidad, te sientes diminuto. Escuchas el suave crujido de la grava bajo tus zapatos al acercarte y el murmullo lejano de otros visitantes. El aire puede que traiga un ligero aroma a polvo y piedra antigua.
Una vez dentro, el mundo se abre ante ti. Sientes el mármol liso y fresco bajo tu mano al apoyarte en una barandilla. Después, caminas directamente sobre la pista. Imagina tus pies tocando la superficie de ceniza roja: se siente ligeramente irregular, arenosa, como una verdadera pista atlética, no una moderna y perfecta. Escuchas tu propia respiración, quizás un eco lejano de gritos de hace milenios. Puedes incluso sentir una vibración fantasma de miles de pies corriendo. Y sí, en serio, puedes correr. ¡Y debes hacerlo! No te cortes. Es una sensación brutal, aunque sea solo un sprint corto. No hay mucha gente corriendo a la vez, así que te sentirás como un atleta olímpico por un momento. Llevate calzado cómodo, claro.
Ahora, empieza a subir. Toca los escalones de mármol, desgastados y suaves; cada uno cuenta una historia de innumerables pies que los han ascendido. Siente el calor de la piedra bañada por el sol irradiando a través de tus dedos. A medida que subes, los sonidos de la ciudad se convierten en un murmullo más suave, y una suave brisa podría acariciar tu rostro. Desde lo más alto, imagina el panorama: la Acrópolis se alza orgullosa a lo lejos, la ciudad se extiende a tu alrededor. Sientes una inmensa sensación de historia, un asombro silencioso. El aire aquí arriba se siente más limpio, expansivo. No te quedes solo abajo. Sube las gradas, hasta la fila más alta si puedes. Las vistas desde arriba son espectaculares, tienes una perspectiva total del estadio y, al fondo, la Acrópolis asomando. Es el mejor sitio para sacar fotos sin que te moleste nadie y para sentarte un rato a procesar dónde estás.
Después, busca el túnel, ese pasaje oscuro. Entras, y el aire se enfría al instante, la luz se atenúa. Escuchas tus pasos resonar, amplificando cada sonido, creando una sensación de encierro y misterio. Las paredes se sienten ásperas, antiguas, frías al tacto. Por aquí habrían emergido los atletas de la antigüedad. Al final, hay un pequeño museo. Imagina el brillo del metal de las antiguas medallas olímpicas, la reverencia silenciosa del espacio. Podrías sentir una profunda conexión con el pasado. Busca la entrada al túnel de los atletas, está en un lateral. Es una pasada, te da una idea de cómo se sentían antes de salir a competir. Al final del túnel hay un pequeño museo con la historia de los Juegos Olímpicos modernos y algunas antorchas. Es pequeño, pero merece la pena, no te llevará más de 15-20 minutos. No te lo saltes.
Al salir, la luz del sol se siente aún más brillante. Los sonidos de la ciudad regresan, pero ahora se sienten diferentes, con los ecos de la historia que acabas de experimentar. Podrías sentir una ligereza en tu paso, la sensación de haber conectado con algo atemporal. El olor de los puestos de comida callejera cercanos podría flotar, trayéndote de vuelta al presente. Te llevas contigo la sensación del mármol bajo tu mano, la arena de la pista bajo tus pies. Cuando salgas, no te agobies por las tiendas de souvenirs de fuera, son bastante turísticas. Si tienes sed, hay un par de quioscos cerca. En total, con calma, te llevará entre 1 hora y 1 hora y media recorrerlo todo bien. Si vas con tiempo, puedes combinarlo con una visita al Templo de Zeus Olímpico o al Arco de Adriano, que están muy cerca andando. Es una parada obligatoria en Atenas, de verdad.
Olya from the backstreets