¡Hola, aventureros del alma! Hoy vamos a sumergirnos en un lugar que es mucho más que una librería: Shakespeare and Company, en el corazón de París. No es un simple edificio, es una criatura viva, que respira y te abraza con sus historias.
Imagina que estás en el Quai de Montebello, el Sena a tu espalda, y de repente, te encuentras frente a una fachada verde y antigua. El aire aquí huele diferente, a papel viejo y a mil sueños. Al empujar la puerta, que cruje suavemente bajo tu mano, no solo entras a un local, sino que te deslizas en otro tiempo. El camino de entrada es estrecho, casi como un pasillo secreto que te obliga a bajar un poco la cabeza, a encogerte un poco, preparándote para el mundo que te espera. Sientes el suelo de madera bajo tus pies, ligeramente desigual, como si cada paso que ha dado la gente a lo largo de los años hubiera dejado su propia huella en la madera. Es un pasillo que te invita a la intimidad, a dejar el bullicio de París afuera y entrar en un santuario.
Una vez que te adentras en la planta baja, el espacio se abre un poco, pero sigue siendo un laberinto acogedor. No hay caminos rectos ni pasillos amplios aquí; las estanterías de madera oscura, repletas hasta el techo, te guían de forma orgánica. Te ves obligado a serpentear entre montañas de libros, a veces chocando suavemente con la mochila de otro lector. Escuchas el suave susurro de las páginas al ser hojeadas y el murmullo de conversaciones en diferentes idiomas, un coro suave que te envuelve. La luz es tenue, cálida, filtrada por las ventanas antiguas, y te invita a reducir el ritmo, a dejar que tus dedos rocen los lomos de los libros mientras avanzas. Es fácil perder la noción del tiempo aquí. Si quieres evitar las multitudes, ve a primera hora de la mañana, justo al abrir, o cerca de la hora de cierre.
Luego, tus pies te llevan a la escalera. No es una escalera majestuosa, sino una de madera, también antigua y crujiente, que te invita a subir. Sientes el suave roce de la barandilla bajo tu mano, pulida por millones de toques a lo largo de las décadas. Cada escalón tiene su propio sonido, una nota única en la sinfonía de la librería. Arriba, el ambiente cambia. Es más íntimo, más silencioso. Los caminos son aún más serpenteantes, con pequeños recovecos y puertas que parecen llevar a ninguna parte y a todas a la vez. Es como si el espacio te invitara a susurrar, a moverte con reverencia. Te encontrarás con pequeñas salas, cada una con su propia personalidad, llenas de sillones viejos y cómodos que te piden que te sientes y te pierdas.
En estas habitaciones de arriba, los caminos son menos definidos, más una invitación a la exploración. Te moverás entre mesas bajas con libros y sillones mullidos que te invitan a hundirte en ellos. Puedes sentir el suave hundimiento del cojín bajo tu cuerpo, el aroma a libro viejo y, a veces, el tenue olor a té o café que alguien ha dejado en una taza cercana. Hay rincones donde la luz apenas llega, perfectos para la introspección. Puedes oír el lejano tintineo de una taza de té, o el suave rasgueo de un piano en la "sala del piano", si alguien se atreve a tocar. No esperes un mapa; aquí, el camino es el descubrimiento. Si quieres encontrar un asiento, busca en las esquinas más alejadas o espera a que alguien se levante. La paciencia es clave.
Finalmente, al descender, o al explorar la sección de poesía o la de niños, te das cuenta de cómo cada rincón te ha guiado sin un solo letrero. La sección infantil, a menudo más luminosa, te lleva por un camino de colores y texturas diferentes, mientras que la de poesía puede sentirse más reverente, casi como un santuario. Al salir, la puerta cruje de nuevo, y el sonido del tráfico y las voces de París te envuelven de nuevo, pero te sientes diferente. El aire de la calle ya no es el mismo; ahora lleva un eco de historias y el suave olor a papel. Y si miras a tu izquierda, justo al salir, verás un pequeño banco y un árbol, un último respiro antes de volver a la bulliciosa orilla del Sena.
¡Hasta la próxima aventura!
Lola de los caminos