Los senderos son de concreto pulido, con un ancho que permite el paso cómodo de dos personas. Presentan una topografía mayormente plana, sin desniveles pronunciados. Su trazo forma un circuito elíptico que bordea las áreas verdes y la fuente central. Esta configuración direcciona fluidamente el recorrido de los visitantes entre los árboles y las iguanas.

El parque se siente mejor temprano en la mañana, con el aire fresco y una humedad menos densa. Solo se escucha el suave rasguño de las iguanas entre las hojas y un murmullo distante de la ciudad que despierta. Los visitantes, todavía pocos, observan a los reptiles con curiosidad tranquila, sin la aglomeración vespertina. Este ambiente de serenidad tropical permite una conexión genuina con su singular fauna.

¡Hola, viajeros! Prepárense para una parada inesperada en el corazón de Guayaquil.

Al adentrarse en el Parque Seminario, uno se topa con un espectáculo surrealista: decenas de iguanas, de todos los tamaños, dominan el paisaje. No están en jaulas; se pasean con asombrosa calma por los senderos, trepan troncos antiguos y descansan sobre los bancos de piedra. El verde intenso de su piel escamosa contrasta con el follaje exuberante, creando un oasis vibrante en medio del bullicio urbano. La luz del sol se filtra entre las copas, formando un mosaico de sombras danzantes sobre estas figuras prehistóricas.

El sonido predominante no es el tráfico, sino el suave arrullo de las palomas y el ocasional chapoteo de las tortugas en el estanque central. Es fascinante observar cómo un reptil de casi un metro de largo se desplaza perezosamente por el césped, indiferente a los turistas que lo fotografían a centímetros. Recuerdo ver a una familia de niños pequeños, y una iguana gigante simplemente se acercó, se subió al respaldo del banco y se quedó allí, como un guardián silencioso. Esta interacción sin miedo, esta coexistencia natural entre vida silvestre y ritmo urbano, es lo que hace al Parque de las Iguanas un símbolo viviente de la identidad guayaquileña.

Más allá de su fauna, el parque invita a una pausa, a la contemplación de una biodiversidad urbana inesperada. Es un lugar que desafía las expectativas, un pulmón verde donde la naturaleza y la curiosidad se entrelazan.

¡Hasta la próxima aventura!

Junto al estanque central y los muros perimetrales es donde la gente se detiene para las fotos. Encuadra las iguanas en primer plano, aprovechando la Catedral Metropolitana como fondo arquitectónico. También busca tomas íntimas de sus perfiles sobre las ramas bajas o rocas, con la vegetación densa detrás. La luz ideal ocurre a primera hora de la mañana o media tarde, suavizando texturas y evitando brillos.

La interacción directa con cientos de iguanas en plena ciudad es asombrosa y funciona perfectamente. No obstante, el estanque central está visiblemente descuidado y el olor a pescado es desagradable. La sorpresa fue descubrir tortugas gigantes de Galápagos deambulando libremente entre los visitantes. La persistencia de los vendedores ambulantes puede ser abrumadora, restando algo de tranquilidad.

Para alquiler de sillas de ruedas cerca del Parque de las Iguanas, busca farmacias grandes o casas ortopédicas en el centro. La disponibilidad es variable; pregunta en tu hotel o en puntos de información turística sobre opciones de renta. El costo diario puede rondar los $5-15 USD, pero confirma directamente con el proveedor. Los scooters de movilidad no son comunes para alquiler turístico inmediato en esta área.

Extiendes hojas de lechuga a iguanas que bajan de los árboles para comer directamente de tu mano. Observas tortugas de tierra gigantes que se mueven lentamente por los senderos. Palomas audaces comparten el suelo adoquinado, buscando alimento entre los reptiles. Capturas el momento en que una iguana adulta trepa una estatua o un banco, indiferente a la gente.

¡Hola, viajeros! Hoy nos sumergimos en un rincón vibrante de Guayaquil.

Al pisar el Parque de las Iguanas, la vista se inunda con el verdor de árboles centenarios cuyas ramas se extienden como brazos protectores. Decenas, quizás cientos, de iguanas de todos los tamaños, desde crías curiosas hasta machos imponentes de piel rugosa y escamas prehistóricas, se desplazan con una lentitud majestuosa. Se les ve trepando troncos, posando sobre el césped o la estatua de Bolívar, y a veces, para sorpresa de muchos, caminando tranquilamente entre los visitantes. El sol se filtra entre el follaje, creando un juego de luces y sombras que resalta sus texturas y el vibrante verde de su piel.

El aire se llena con el murmullo constante de la ciudad que se fusiona con el suave aleteo de palomas y el ocasional chasquido de una cámara. Un aroma terroso, mezclado con la dulzura de alguna fruta madura caída, impregna el ambiente. Sentir el calor húmedo del trópico y la brisa ocasional es una experiencia envolvente, casi surrealista, al estar tan cerca de estas criaturas salvajes en pleno corazón urbano, observando su pacífica coexistencia.

Lo que pocos notan, sin embargo, es el sutil y casi inaudible *rasguño* de sus garras sobre el pavimento o la corteza de los árboles. Es un sonido mínimo, un ritmo antiguo que acompaña cada uno de sus movimientos lentos, pero que se pierde fácilmente entre el bullicio humano y los clics de las fotos. Prestarle atención es sintonizar con la verdadera cadencia de este parque, un eco de una era lejana.

¡Nos vemos en el camino!

En el Parque de las Iguanas, el hurto es común; guarda tus objetos de valor en lugares seguros. Nunca alimentes iguanas directamente de la mano para evitar mordeduras. Lávate bien las manos después de cualquier contacto. Ignora a vendedores insistentes o a quienes ofrezcan "ayuda" no solicitada; evita posibles estafas. Visita el parque durante el día y mantente alerta en aglomeraciones.

Para avistamiento serio, Seminario Park no es ideal; su fauna principal son las iguanas. Sin embargo, se pueden observar palomas, tórtolas y, ocasionalmente, el vuelo ruidoso de pericos monje. Los bancos cercanos a la catedral ofrecen un respiro del bullicio, permitiendo escuchar mejor las vocalizaciones urbanas. La primera hora de la mañana es óptima para percibir la actividad aviar antes de la afluencia de visitantes.