¿Me preguntas qué se *hace* en el Cyprus Historic & Classic Motor Museum en Limassol? Prepárate, porque no es solo "ver coches viejos". Es un viaje en el tiempo que sientes con cada fibra.
Imagina que llegas. La entrada no es ostentosa, pero al cruzar el umbral, el aire cambia. Se vuelve más denso, cargado con un aroma que es una mezcla sutil, casi imperceptible al principio: un toque a cuero curtido, algo de metal viejo, un eco a gasolina evaporada y mucho, mucho polvo de historia. Es como si el tiempo se hubiera ralentizado, y el murmullo de la ciudad se quedara fuera, dejando un silencio respetuoso, roto solo por el suave crujido de tus pasos sobre el suelo pulido. Puedes sentir la amplitud del espacio, la altura de los techos, y una especie de gravedad silenciosa que te envuelve.
Caminas unos pasos y, de repente, sientes que estás rodeado. No hay vitrinas ni barreras, solo la presencia imponente de máquinas que respiran historias. Puedes estirar la mano y casi rozar el frío, pulido metal de una carrocería. Algunas superficies son lisas y brillantes como un espejo, otras tienen la textura más rugosa de un neumático de época. El olor a aceite de motor, aunque suave, es constante, mezclado con el aroma dulce de la cera que los mantiene vivos. Te detienes y puedes casi escuchar el zumbido de un motor que arrancó hace décadas, el chirrido de los frenos en una carrera lejana, o el claxon de un desfile. La atmósfera es de reverencia, como en una catedral, pero en lugar de altares, hay estas esculturas de velocidad y diseño.
Te detienes frente a uno de ellos, tal vez el coche de un presidente o un modelo de competición que parece susurrar historias de velocidad. Puedes bajar un poco y sentir la curvatura de la aleta, la solidez del chasis. Si te acercas lo suficiente, podrías percibir el olor más intenso del interior de un habitáculo: esa mezcla inconfundible de vinilo envejecido, tela de asiento y la esencia de miles de viajes. Hay un coche de rally que te hace casi sentir la vibración del asfalto bajo las ruedas, y otro tan antiguo que su volante de madera parece haber absorbido las huellas de incontables manos. Cada uno tiene su propia "voz" silenciosa, su propia historia táctil.
Si te aventuras un poco más allá, el ambiente puede cambiar ligeramente. Hay zonas donde se exhiben herramientas antiguas, y aunque no haya nadie trabajando, puedes imaginar el tintineo de una llave inglesa sobre el metal, el zumbido de un compresor de aire, el olor a soldadura o a pintura fresca. Es un vistazo detrás de la cortina, a la labor de manos expertas que mantienen vivas estas reliquias. Sientes la pasión por la restauración, por devolverles la vida, y la dedicación que se necesita para preservar la historia sobre ruedas.
En cuanto a lo práctico: llegar es sencillo. Está en las afueras de Limassol, en una zona más industrial, así que lo mejor es ir en coche o taxi; hay aparcamiento de sobra. El horario es bastante estándar, suelen abrir de 10 de la mañana a 5 de la tarde de lunes a viernes, y los fines de semana a veces tienen horarios especiales, así que un chequeo rápido en su web antes de ir nunca está de más. La entrada no es cara, y se paga en la puerta. Puedes ir a tu ritmo, no hay visitas guiadas obligatorias, lo que te permite sumergirte de verdad. Un consejo: si puedes ir a primera hora, hay menos gente y la experiencia es aún más personal.
Al salir, la luz de Chipre te golpea de nuevo. El aire es más cálido, los sonidos de la ciudad regresan. Pero te llevas contigo esa mezcla de olores, esa sensación de metal frío y cuero viejo, y el eco de historias que no se cuentan con palabras, sino con la presencia silenciosa de máquinas magníficas. Es una sensación de asombro y respeto por la ingeniería y el diseño, y por la forma en que los objetos pueden encapsular tanto del pasado.
Sofía en Movimiento