Imagina que el sol ya te calienta la piel antes de llegar. Mientras el coche se acerca, empiezas a distinguir un murmullo lejano que poco a poco se convierte en el sonido de risas, chapoteos y el suave rugido de agua en movimiento. Al bajar, el aire es diferente, una mezcla de brisa cálida y un ligero aroma a cloro mezclado con algo dulce, como algodón de azúcar. Te sientes atraído por la energía que emana de los muros del parque, una invitación a zambullirte en un día lleno de adrenalina y frescura. Entras y lo primero que te golpea es la inmensidad del azul, piscinas por todas partes y la promesa de diversión flotando en el ambiente.
Una vez dentro, lo primero es dejar tus cosas. Hay vestuarios amplios y taquillas seguras donde puedes guardar todo lo que no quieras mojar. Es un alivio quitarte la ropa de calle y sentir el bañador, listo para la acción. Caminas descalzo por el suelo ligeramente húmedo, y la primera vez que tus pies tocan el agua de la piscina de olas, sientes un escalofrío delicioso que rápidamente se convierte en una sensación de alivio. Te sumerges, el agua te abraza por completo, y cuando la primera ola artificial te empuja suavemente, sabes que el día ha comenzado de verdad. Escuchas los gritos de alegría de la gente mientras el agua te mece, y te dejas llevar, sin pensar en nada más.
Luego, la adrenalina te llama. Subes escaleras, paso a paso, sintiendo el aire en tu piel y el corazón latiéndote un poco más rápido con cada escalón. Desde arriba, el mundo se ve diferente, una explosión de colores y toboganes que se retuercen. Te sientas al borde, el agua te empuja ligeramente y, de repente, la gravedad toma el control. Sientes el viento en la cara, el rugido del agua a tu alrededor, la velocidad te pega al tobogán en las curvas, una sensación de ingravidez en las caídas, y luego el gran chapuzón final que te empapa de pies a cabeza, dejándote sin aliento pero con una sonrisa tonta en la cara. Repites, claro que sí.
Cuando necesitas un respiro, el ritmo baja. Te dejas llevar por la corriente suave del río lento, flotando sin esfuerzo en un flotador, sintiendo el sol en tu piel y escuchando solo el murmullo del agua y, a lo lejos, el eco de la diversión. Puedes cerrar los ojos, sentir cómo el agua te acaricia, o simplemente observar el cielo azul. También hay jacuzzis burbujeantes que relajan cada músculo, el calor te envuelve y las burbujas te masajean suavemente. Es el momento perfecto para recargar energías antes de la siguiente aventura, o simplemente para disfrutar de la paz en medio del bullicio.
A la hora de comer, no te preocupes. Hay varios puntos de comida distribuidos por todo el parque. La oferta es la típica de un parque acuático: hamburguesas, patatas fritas, pizzas, ensaladas y bebidas refrescantes. Puedes pagar con tarjeta o efectivo. Los precios son razonables para un lugar así. Hay muchas mesas y sillas, algunas bajo sombra, para que puedas sentarte cómodamente y disfrutar de tu comida. Los baños están limpios y son fáciles de encontrar, y siempre hay personal de primeros auxilios disponible si lo necesitas, aunque esperamos que no.
Si vas con niños pequeños, hay una zona dedicada a ellos que es una maravilla. El agua es mucho más somera, apenas te cubre los tobillos, y hay estructuras de juego llenas de chorros de agua, toboganes más pequeños y cubos que se llenan y se vuelcan con un gran chapuzón, provocando risas agudas y constantes. El ambiente es de pura alegría infantil, y puedes ver a los pequeños explorando sin miedo, salpicando y riendo a carcajadas. Es un lugar seguro y divertido para que los más pequeños disfruten a su propio ritmo.
Al final del día, te sientes agotado, sí, pero con una satisfacción inmensa. Tus músculos están un poco cansados por toda la acción, pero tu mente está ligera y feliz. El sol empieza a bajar, el aire se vuelve un poco más fresco, y el aroma a cloro se mezcla con el de la tarde. De camino a la salida, te das cuenta de que el sonido de las risas y el agua sigue en tu cabeza, como una melodía pegadiza. Te llevas contigo la sensación de haberte desconectado por completo, de haberte dejado llevar por la diversión y la frescura, y la promesa de volver a sentir esa adrenalina.
Leo del camino.