¡Hola, hola, gente viajera! Acabo de regresar de Estambul y tengo que hablaros de mi visita a Madame Tussauds. No es la típica atracción que te viene a la mente en una ciudad tan histórica, pero me picó la curiosidad.
Imagina que entras en un espacio donde el aire es un poco más fresco, un murmullo constante de voces te envuelve, pero no es un murmullo de gente activa, sino de asombro contenido. Sientes el suelo liso bajo tus pies, y una extraña quietud, casi como si el tiempo se hubiera ralentizado. De repente, una figura se materializa frente a ti. No la ves, pero *sientes* su presencia imponente. Puedes casi oler un sutil aroma a cera y a limpio, una mezcla que te dice que estás en un lugar diferente. Te acercas, y el aire parece vibrar un poco, no por sonido, sino por la expectativa. Es como si pudieras sentir la densidad del espacio que ocupa esa figura, la forma de su ropa, la pose de su cuerpo, incluso si no la percibes con los ojos.
Sigues caminando, y cada paso te lleva a otra de estas presencias silenciosas. Puedes sentir el eco de las risas de otros visitantes que se mezclan con la música ambiental, a veces una melodía turca, a veces algo más universal, que te envuelve como una manta sonora. Imagina que extiendes una mano y, sin tocar, casi puedes percibir la textura de un tejido rico, la suavidad de un cabello, la frialdad de la "piel" de cera que, a pesar de ser inerte, parece emanar una extraña vitalidad. Es una sensación extraña, casi táctil, de estar junto a alguien famoso, de compartir su espacio, de sentir su aura, aunque sepas que es una ilusión. La atmósfera cambia ligeramente de una sala a otra, quizás un poco más cálida en la zona de música, un poco más formal en la de líderes.
Lo que más me sorprendió y me gustó fue la increíble calidad de las figuras. No solo las internacionales que esperas, como Michael Jackson o Beyoncé, sino especialmente las de las celebridades turcas. Se nota que han puesto un cuidado y un detalle asombroso en ellas. La ropa, los accesorios, incluso la postura, todo estaba impecablemente recreado. Además, la distribución del espacio es bastante buena, con suficiente sitio para moverte sin sentirte agobiado, lo cual es un punto a favor.
Pero, siendo honesta, tengo que decir que el precio de la entrada me pareció un poco elevado para la experiencia en general. No es que sea malo, es que quizás no ofrece algo tan revolucionario como para justificarlo. Y un pequeño detalle que me molestó un poco es que, a veces, la gente se emocionaba demasiado y el ruido de las fotos y las conversaciones fuertes rompía un poco la magia de la inmersión. No es que sea culpa del museo, pero sí afecta la experiencia.
Si te decides a ir, mi consejo es que intentes ir a primera hora de la mañana, justo cuando abren, o a última de la tarde. Así evitarás las aglomeraciones y podrás disfrutar de la tranquilidad que el lugar merece. Está muy bien ubicado en el centro de Estambul, en Istiklal Caddesi, así que es súper fácil llegar en transporte público, puedes sentir las vibraciones del tranvía o el bullicio de la calle al bajarte. No es un *must* si tu tiempo es limitado en Estambul, pero si tienes una hora y media libre y te apetece una experiencia diferente y curiosa, puede ser una buena opción. Solo ve con la expectativa de una galería de arte con figuras de cera, no de un parque temático interactivo.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets.