¡Hola, viajeros y soñadores! Hoy nos teletransportamos a un rincón de Nueva Orleans que ya no existe como tal, pero cuyo eco resuena si sabes dónde escuchar: el distrito de Storyville.
Imagina que caminas por calles de adoquines irregulares, bajo un cielo que a veces gasta bromas con la lluvia y otras te regala un sol pegajoso. Es de noche. El aire es denso, cálido, y te trae un cóctel de olores: un dulzón aroma a jazmín que se mezcla con el humo de un cigarro, el rastro de un perfume pesado y la humedad de la madera vieja. Escuchas, a lo lejos, el tintineo de un piano que parece bailar solo, una risa que se escapa por una puerta entreabierta, el murmullo constante de voces y, quizás, el lento traqueteo de un carruaje que se aleja. Sientes la vibración del suelo bajo tus pies, como si la propia tierra aún recordara el ritmo frenético de la vida nocturna que una vez llenó cada rincón. No ves los colores vibrantes ni las luces de neón de antaño, pero puedes sentir la energía, una pulsación que te envuelve, te invita a cerrar los ojos y dejarte llevar por la imaginación de lo que fue.
¿Por qué importa Storyville, te preguntarás? No fue solo un barrio de luces rojas. Mi abuela, que era de por aquí, solía decir que "aunque la gente hablara bajito de Storyville, la música que salía de allí era más fuerte que cualquier chisme". Contaba que su propio abuelo, un músico de blues modesto, se colaba a veces por las noches y se quedaba a las afueras de los salones, escuchando. Decía que "en esos lugares, donde el dolor y la alegría se mezclaban sin pudor, nacían los sonidos más puros". Era un crisol. Los músicos, muchos de ellos sin un centavo, encontraban un lugar donde tocar, donde experimentar. No importaba de dónde vinieras, si tenías algo que decir con tu instrumento, había un rincón para ti. Y así, entre el humo, el alcohol y la desesperación, se cocinó y se perfeccionó el jazz, una música que hoy es el alma de esta ciudad. Storyville, a su manera, fue la cuna ruidosa y caótica de una revolución musical.
Hoy, cuando visites Nueva Orleans y te acerques a lo que fue Storyville (más o menos en el área que va desde Basin Street hasta Iberville y de North Franklin Street a North Robertson Street), no esperes ver los burdeles ni los salones de antaño. La zona fue desmantelada a principios del siglo XX y se ha transformado en un barrio residencial, con edificios modernos y algunos terrenos baldíos. Es importante que sepas esto para no llevarte una desilusión. Sin embargo, si te apetece, puedes dar un paseo tranquilo. Verás algunas placas informativas que recuerdan su historia. Es una oportunidad para la reflexión, para sentir la quietud actual y contrastarla con la explosión de vida que una vez hubo. Es un recordatorio de que las ciudades evolucionan, pero su espíritu, sus historias, permanecen si sabes buscarlas.
Al caminar por estas calles ahora silenciosas, sientes una punzada agridulce. Una melancolía por lo que se perdió, pero también una admiración por cómo, de un lugar tan controvertido, pudo surgir algo tan hermoso y universal como el jazz. Es como si el alma de la música aún se aferrara a los ladrillos, esperando que alguien la escuche. Y tú, al pisar ese suelo, te conviertes en parte de esa memoria, un eslabón más en la cadena de quienes recuerdan.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets