Durante siglos, Núremberg fue la capital secreta del Sacro Imperio Romano Germánico, donde se celebraron las famosas Dietas de Núremberg, asambleas donde el emperador del Sacro Imperio se reunía con los príncipes electores. Por su importancia crucial, fue elegida como centro de propaganda durante el Tercer Reich. Hitler consideraba a Núremberg como heredera de las tradiciones germánicas, la capital de los congresos, deseando mantener viva la memoria y el legado del poderoso Imperio Germánico de la Edad Media en la estructura nazi. Su relevancia era tal que aquí residía uno de los mayores representantes del antisemitismo del régimen, Julius Streicher, dueño y promotor del semanario Der Stürmer. La ciudad obtuvo el título de ciudad alemana por excelencia, presentándose como la localidad más leal al régimen de todas.