¡Hola, amigo! Sé que estás en Heraklion, pero si hay un lugar en Creta que *tienes* que vivir, aunque sea un viaje largo, es la Garganta de Samaria. No es solo un paseo; es una inmersión total. Prepárate, porque te voy a contar cómo sentirla con cada fibra de tu ser, como si estuviera a tu lado.
Para empezar, desde Heraklion, la forma más fácil es con una excursión organizada. Sí, significa un madrugón brutal, pero te recogen y te dejan, y eso, al final de un día así, es un regalo. Imagina esto: te subes al autobús antes de que salga el sol, con esa mezcla de sueño y emoción. El aire de la mañana es fresco, y mientras el bus serpentea por las montañas, puedes casi oler el pino y la tierra húmeda. Empieza a amanecer y las sombras se alargan sobre los olivos. Es el preámbulo perfecto para lo que viene.
Tu aventura comienza en Xyloskalo, a 1.250 metros de altura. Aquí, al salir del autobús, lo primero que sientes es el aire puro de la montaña, fresco y revitalizante. Escuchas el murmullo lejano del viento entre los pinos y, si te fijas bien, el canto de algún pájaro madrugador. La vista desde el inicio es impresionante, pero no es lo que tienes que ver, es lo que tienes que *sentir*. Tus pies tocan el sendero, que al principio es empinado y lleno de piedras sueltas. Sientes cómo tus músculos de las piernas empiezan a trabajar con cada paso descendente. Es un descenso constante durante los primeros kilómetros, así que guarda tus rodillas. Asegúrate de haber ido al baño antes de empezar, y lleva al menos un litro de agua y algo de fruta o frutos secos para el camino.
Después de los primeros kilómetros empinados, el sendero se suaviza y te adentras más en el corazón de la garganta. Escuchas cómo el sonido del río Tarraios se hace más presente, un murmullo constante que te acompaña. El camino se vuelve más fácil, más plano, y te encuentras caminando bajo la sombra de plátanos y pinos centenarios. Aquí, puedes oler la humedad de la tierra y, a veces, un aroma dulce de las flores silvestres. Llegarás al pueblo abandonado de Samaria, casi a mitad de camino. Sientes la quietud, la historia en el aire. Puedes tocar las viejas piedras de las casas, sentir la textura rugosa, y casi escuchar los ecos de las vidas pasadas. Es un buen punto para descansar un poco, rellenar tu botella de agua en una de las fuentes naturales (el agua es fresca y deliciosa) y estirar las piernas.
Lo que viene después es el clímax: las "Puertas de Hierro" (Sideroportes). Aquí es donde la garganta se estrecha hasta solo unos pocos metros de ancho, con paredes que se elevan cientos de metros sobre ti. Cierras los ojos y lo que sientes es la imponente altura de las paredes que te abrazan. El aire se vuelve más fresco, casi frío, y escuchas cómo el río ruge con más fuerza al pasar por este estrecho pasaje. Puedes sentir la humedad en el ambiente, y si tocas las paredes de roca, notarás su frescura y su textura irregular. Es una sensación de asombro y pequeñez al mismo tiempo. Tómate tu tiempo aquí, mira hacia arriba, respira profundo. No hay prisa, este es el momento para absorber la magnitud de la naturaleza.
Finalmente, después de unos 16 kilómetros de sendero dentro del Parque Nacional, llegas a la salida oficial y luego a los últimos 3 kilómetros más planos que te llevan a Agia Roumeli. Aquí, el sol vuelve a abrazarte por completo. Sientes el calor en tu piel, el alivio de que el camino se ha vuelto fácil. Cuando llegas al pueblo, lo primero que percibes es el olor a sal del mar Egeo, mezclado con el aroma de la comida recién hecha de las tabernas. Escuchas el suave sonido de las olas rompiendo en la orilla. Tus pies, cansados, anhelan la arena. Lo primero que tienes que hacer es comprar tu billete de ferry (¡no te olvides!) y luego, ¡directo al mar! Sumérgete en el agua fresca, siente cómo el agua salada relaja cada músculo. Es una sensación de liberación y triunfo. Después, siéntate en una de las tabernas, pide una Mythos bien fría y un plato de pescado fresco. Siente la brisa marina mientras comes, saboreando cada bocado.
Qué saltarte y qué guardar para el final
* Salta: Llevar una mochila pesada. Cada kilo cuenta. Lleva solo lo esencial: agua, snacks, protector solar, gorra, un pequeño botiquín, y tu cámara. También, sáltate la prisa. No es una carrera. Permítete parar, sentir, respirar. Y por favor, sáltate la idea de no llevar buenas botas de senderismo; tus tobillos y rodillas te lo agradecerán eternamente.
* Guarda para el final: Definitivamente, el baño en las aguas cristalinas de Agia Roumeli. Es la recompensa perfecta después de la caminata. Guarda también para el final esa comida deliciosa y bien merecida en una de las tabernas junto al mar. Y por último, guarda la sensación de satisfacción y orgullo mientras navegas de regreso en el ferry, viendo la garganta desde el mar, reflexionando sobre la increíble aventura que acabas de vivir.
El ferry te llevará a Sougia o Chora Sfakion, y desde allí, tu autobús te esperará para llevarte de vuelta. Sí, el día es largo y agotador, pero te prometo que cada paso vale la pena. Es una de esas experiencias que se quedan contigo mucho después de que tus pies hayan dejado de doler.
¡Disfruta cada paso de esa increíble experiencia!
Olya from the backstreets