¡Hola, trotamundos! Si hay un lugar en el mundo que te abraza con todos los sentidos, ese es el Mar Rojo en Egipto.
Imagina. El aire cálido te envuelve, no es seco como en el desierto que lo rodea, sino que trae consigo una humedad salada, una promesa de frescura que te llama. Cierras los ojos y lo primero que sientes es esa brisa suave, constante, que te acaricia la piel. Escuchas el murmullo lejano de las olas, un ritmo pausado, hipnótico. Y el olor… ah, el olor es inconfundible: una mezcla de sal marina, un toque de arena caliente y ese aroma dulce y especiado que solo encuentras en esta parte del mundo. Caminas descalzo y sientes la arena bajo tus pies, fina y tibia, y luego, de pronto, la frescura de la orilla. El agua te toca los tobillos, es cálida, increíblemente suave, como si estuvieras entrando en un baño natural. Es una bienvenida, una invitación a sumergirte por completo.
Y una vez que el agua te envuelve, es como si el tiempo se detuviera. Sientes la ingravidez, tu cuerpo se relaja, flotando. El silencio es casi absoluto, roto solo por el suave burbujeo de tu propia respiración y, si prestas atención, un tenue chasquido, un crujido lejano que es el sonido de la vida bajo el agua. No necesitas ver para sentir la explosión de texturas a tu alrededor: la rugosidad de un coral, la suavidad resbaladiza de un pez que pasa rozándote, la corriente que te empuja gentilmente. Mi abuela, que vivió toda su vida aquí, siempre decía que el Mar Rojo no es solo agua y peces; es el corazón palpitante de nuestra tierra. Contaba que, hace mucho tiempo, en tiempos de sequía y escasez, cuando la tierra no daba nada, el mar siempre proveía. Susurrando, me explicaba que cada gota de agua aquí tiene una historia, un eco de gratitud y respeto por la vida que sostiene. Es por eso que, para nosotros, sumergirse aquí es casi un acto de reverencia.
¿Qué haces una vez que estás aquí? Flota, bucea, o simplemente déjate llevar. No necesitas ser un experto buceador para sentir la magia. Con unas aletas y una máscara, puedes hacer snorkel y sentir la vida marina rozando tus dedos. Hay excursiones en barco que te llevan a arrecifes cercanos donde puedes lanzarte al agua directamente. Si te atreves, prueba un "paseo en barco con fondo de cristal", donde puedes sentir el balanceo del barco mientras la vida marina pasa por debajo, como si estuvieras volando sobre un jardín submarino.
Si piensas en cuándo venir, la mejor época es de octubre a abril. Evita el verano si no eres fan del calor intenso, aunque el agua siempre es una delicia. Para moverte, los taxis son abundantes y suelen ser la opción más cómoda. Siempre negocia el precio antes de subirte. Y no olvides lo esencial: protector solar de alta protección, un sombrero de ala ancha y una botella de agua reutilizable. El sol es fuerte y la hidratación es clave.
Y por supuesto, la comida. Busca los pequeños restaurantes locales, esos que están un poco escondidos de las zonas más turísticas. Pide pescado fresco del día, a la parrilla, con arroz y ensalada. La simplicidad es la clave aquí. Te sentarás, sentirás la brisa marina y el sabor del mar en cada bocado. La gente local es increíblemente amable y acogedora; no te sorprendas si te invitan a tomar un té de menta después de comer. Es una forma de conectar, de compartir un momento, y es una de las experiencias más auténticas que te llevarás.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya desde los callejones