¿Qué haces en Angkor Thom? Mira, no es solo "ver ruinas", es una inmersión completa. Imagina que te levantas antes de que el sol caliente demasiado, y te subes a un tuk-tuk. El aire de la mañana es fresco, húmedo, y huele a tierra mojada y a algo dulce, como incienso lejano. A medida que te acercas a la entrada sur de Angkor Thom, sientes cómo el camino se estrecha. De repente, el sonido de los motores se atenúa y el tuk-tuk se detiene. Delante de ti, una avenida flanqueada por hileras de estatuas de piedra, algunas casi derrumbadas, otras firmes, tirando de nagas gigantes. Sientes la inmensidad, el peso de la piedra, la escala de algo que fue construido hace siglos. Es como cruzar un umbral, donde el aire mismo parece más denso, cargado de historias.
Una vez dentro, el corazón de Angkor Thom te llama: el templo de Bayon. Aquí, la experiencia es casi abrumadora. Caminas entre torres de piedra, y de repente, te das cuenta. Hay caras. Cientos de caras gigantes esculpidas en la roca, sonriendo enigmáticamente, observándote desde todas las direcciones. No importa dónde mires, sientes que te observan, una presencia constante y antigua que te envuelve. Pasas la mano por la piedra fría y rugosa, sintiendo las grietas del tiempo, los musgos que se aferran. Escuchas el eco de tus propios pasos mezclado con el murmullo de otros visitantes, y a veces, el canto de un pájaro que resuena entre las estructuras. Es un laberinto de piedra y misterio.
Después de Bayon, caminas un poco más, y te encuentras con Baphuon. Este es un templo-montaña, y aquí, el desafío es el ascenso. Sientes la inclinación de los escalones de piedra bajo tus pies, algunos desgastados por milenios de pisadas. Subes con cuidado, apoyando las manos en la barandilla de piedra, sintiendo su superficie pulida por el tiempo. Cada escalón es un recordatorio de la antigüedad de este lugar, de la devoción necesaria para construirlo. Arriba, el viento te acaricia la piel y sientes la inmensidad del espacio a tu alrededor. Hay una quietud diferente aquí, una sensación de perspectiva. Si te fijas bien, puedes trazar con la mano la silueta de un Buda reclinado que la naturaleza ha ido formando con los años en la parte trasera del templo.
Cerca de Baphuon, te adentras en lo que fue el Recinto del Palacio Real, un espacio ahora mayormente vacío pero que te invita a imaginar. Aquí, la sensación es de amplitud. Caminas por vastas explanadas que una vez resonaron con el sonido de tambores y el bullicio de la corte. Luego llegas a la Terraza de los Elefantes y la Terraza del Rey Leproso. Siente la longitud de estas plataformas, la altura imponente. Pasa tus dedos por los intrincados bajorrelieves, percibiendo la textura de los elefantes tallados, los guerreros, las apsaras danzantes. Te imaginas las procesiones reales, el esplendor de un imperio que una vez desfiló por aquí. El sol ya está alto y la piedra irradia un calor suave.
Ahora, algunos consejos prácticos, de amiga a amiga. Lo primero: madruga. En serio. El calor en Siem Reap puede ser brutal, y quieres disfrutar de la frescura de la mañana y de menos gente. Para moverte por Angkor Thom, un tuk-tuk es tu mejor amigo. Puedes negociar con un conductor para que te lleve por todo el complejo de Angkor durante el día. Lleva mucha agua, un sombrero o gorra y protector solar. Las sandalias cómodas son clave, porque vas a caminar mucho y subir escalones irregulares. Hay algunos puestos de comida y bebida dentro de Angkor Thom, pero es buena idea llevar algunos snacks. No te agobies por verlo todo, elige los templos que más te llamen y tómate tu tiempo. Es mejor sentir y absorber que correr por todo.
¡Hasta la próxima aventura!
Olya from the backstreets